¿Quién no se ha parado alguna vez a contemplar el Palacio de la Lonja en la Plaza del Pilar? Calificado como el edificio civil aragonés más importante del siglo XVI, el palacio de la Lonja se construyó en uno de los momentos de mayor pujanza de la capital aragonesa, cuando las principales familias nobles y burguesas levantaron decenas de palacios y casas señoriales para mostrar su poderío en la capital del reino.

El edificio fue construido en la primera mitad del siglo XVI en Zaragoza (entre 1541 y 1551) para albergar las transacciones económicas de la ciudad, en un momento de prosperidad y expansión de la capital del reino. Hasta ese momento, los intercambios comerciales se realizaban en el atrio de la Seo, y ante la petición de los comerciantes y del propio arzobispo, don Hernando de Aragón de tener un espacio digno para el comercio, el concejo de la capital decidió construir muy cerca del Palacio de la Diputación del Reino este edificio para que la floreciente burguesía local pudiera ejercer la actividad mercantil. Sería la última de las grandes lonjas de la ciudades de la Corona de Aragón, tras las de Palma de Mallorca y Valencia.

UN EDIFICIO INSPIRADO EN LOS PALACIOS RENACENTISTAS ITALIANOS

La obra se adjudicó a Juan de Sariñena, un arquitecto que también trabajó en otros edificios como la Seo de Barbastro. El edificio tiene planta rectangular, y se construyó en estilo renacentista, con una gran influencia de los palacios florentinos de Quattrocento italiano, aunque incorporando elementos propios como el mudéjar aragonés, o el uso del ladrillo.

El proyecto de Sariñena llegó a incluir una torre a manera de linterna como remate central, aunque tras su muerte, se decidió eliminar este elemento y cubrir el edificio con un tejado a cuatro aguas. El exterior del edificio es una muestra del arte renacentista de influencia italiana, aunque en ladrillo, dada la escasez de piedra en el entorno de la capital aragonesa.

La fachada, es sencilla y armoniosa. En la parte inferior, se abren tres grandes puertas en arco de medio punto en los tramos centrales, enmarcadas bajo un friso horadado Sobre ella, hay una banda de rectángulos verticales rehundidos que permiten dividir la altura de la fachada, antes de llegar a los vanos de medio punto que permiten que la luz ilumine el interior del edificio.

Y para rematar las cuatro fachadas, nos encontramos con la que es sin duda la parte más icónica del exterior del Palacio. Una elegante galería de arcos dobles con ventanas geminadas (cerradas en origen con pequeñas pieza emplomadas, algo extremadamente raro hasta el siglo XVIII), que hoy podemos ver con placas de alabastro.

En torno a esa galería de arquillos, hay medallones cerámicos policromados con retratos ornamentales: cabezas de yeso pintado que representan a personajes de la época, desde monarcas como el emperador Carlos V o los Reyes Católicos, a obispos, nobles, comerciantes, militares…

La fachada de la Lona tiene 153 caras de personajes ilustres de la época / Hoy Aragón

En total, son 153 los rostros que adornan la fachada, y que la historiadora Carmen Gómez Urdáñez identificó en su libro ‘La Lonja de Zaragoza. Reyes y ciudadanos’. Sobre la galería, aún nos encontramos con el alero tallado en madera que tanta importancia tiene en la arquitectura civil renacentista aragonesa, y cuatro pequeñas torretas situadas en las esquinas del edificio.

 EL INTERIOR DE LA LONJA

Frente al estilo claramente renacentista del exterior, en el interior de la Lonja zaragozana todavía podemos ver elementos góticos. Como el palacio iba a ser utilizado para realizar transacciones comerciales, se planteó un espacio interior diáfano, que fuera práctico y funcional, pero a la vez, que sorprendiera y mostrara el poder la ciudad ante los comerciantes llegados de fuera. Un sitio digno y monumental para realizar negocios, en lugar de hacerlo en el atrio de la Seo y de otras iglesias zaragozanas.

Siguiendo esa filosofía, se creó un gran espacio único de tres naves y cinco tramos de una misma altura con quince bóvedas de crucería estrellada soportadas por ocho poderosas columnas anilladas a 2/3. Mientras que la cubierta de bóvedas de crucería estrellada es todavía de gótico tardío, las columnas ya son de estilo renacentista. De las obras se encargó Gil Morlanes el Joven, escultor y arquitecto zaragozano que también trabajó en lugares como Santa Engracia o San Miguel de los Navarros.

Los capiteles de las columnas están decorados con escudos de la ciudad portados por ángeles, mientras que en los muros podemos ver el escudo de Carlos V sostenido por leones, sobre un friso que conmemora la fecha de construcción del palacio. El resto de la decoración del interior, se compone de escudos imperiales rodeado del collar del toisón de oro,  y escudos de la ciudad.

UNA PLANTA SECRETA

Sobre el gran espacio diáfano que en la actualidad sirve para celebrar exposiciones, y que antaño sirvió de escenario para que los mercaderes realizaran sus negocios, hay una planta oculta a la que hoy en día no se puede acceder, salvo que los bomberos de la ciudad pongan una escala para realizar labores de mantenimiento.

Situada entre la cubierta y el tejado, esa planta que abarca toda la planta y que hoy no se puede visitar, sirvió durante los siglos XVI y XVII como armería de la ciudad, e incluso como archivo. Para acceder a la misma existía una torre anexa a la Lonja que contenía una escalera circular, tal y como podemos ver en la vista de la ciudad que Anton Wyngaerde pintó en 1563.