Cuando entras por Zaragoza desde el norte a través del Puente de Santiago, la capital aragonesa nos regala una de sus más hermosas vistas: el conjunto formado por el Torreón de la Zuda, las murallas romanas, y al fondo, un espectacular edificio que sorprende a los visitantes, y que forma parte del día a día de Zaragoza desde hace más de 120 años. Sí, estamos hablando del Mercado Central.

El Mercado, situado en la Avenida César Augusto, ha vivido tiempos de esplendor cuando era el principal centro comercial de la ciudad. También ha vivido momentos críticos, en los que casi fue derribado cuando se quiso prolongar la avenida de César Augusto hasta el puente de Santiago en los años 70. Pero por suerte, desde su reciente reforma y tras 19 meses de obras, el Mercado Central de Zaragoza comenzó a brillar nuevo.

UN MERCADO MODERNISTA

La fachada está repleta de elementos alegóricos / Mercado Central

Tras siglos en los que el mercado de Zaragoza se celebraba al aire libre en el entorno de la Puerta de Toledo, a finales del siglo XIX la ciudad decidió levantar un edificio para acoger los puestos, acogiéndose a las tendencias artísticas más modernas del momento. Lo hizo en un lugar emblemático, el que acogía el mercado de la ciudad desde el siglo XIII, y junto al que se celebraban ejecuciones como la del Justicia Juan de Lanuza, o espectáculos urbanos como las corridas de toros.

Fue en 1895 cuando el arquitecto Félix Navarro diseñó lo que sería el Mercado Central, o de Lanuza, de la capital aragonesa. El edificio, de planta rectangular y con tres naves, fue encargado por la Sociedad Nuevo Mercado de Zaragoza, y se inscribió en la corriente del modernismo, de cuya esencia Félix Navarro se impregnó en París tras visitar la Exposición Universal de 1889. Las obras comenzaron en 1902, y el mercado fue inaugurado en 1903. Durante la fase de cimentación, tuvieron que volar los restos de la muralla romana que había en el subsuelo.

Detalle de la decoración escultórica / Mercado Central

Para construirlo, Navarro hizo uso de los materiales de moda de finales del siglo XIX: piedra, hierro y cristal. Y para diseñar la impresionante fachada que tantas fotos recibe en la actualidad, el arquitecto apostó por un estilo neoclásico, con grandes arcos, medallones y pináculos rematados por airosos fruteros, junto a una decoración escultórica repleta de alegorías de los trabajos que permitían surtir de productos a los puestos del interior del mercado, relacionados con la agricultura, la caza, la pesca…

En el interior, sosteniendo las tres naves, hay grandes y esbeltas columnas de hierro, y los capiteles tienen forma de hojas de acanto, palmas neoclásicas, frutas en racimo, o cestitos.

Los materiales utilizados combinan la piedra y la arquitectura del hierro y de cristal. Las portadas presentan elementos neoclásicos (galerías de arcos, decoración escultórica de alegorías de la agricultura, la caza, la pesca y el transporte, medallones, pináculos con remate de fruteros) al lado de retículas de forja. En las puertas principales, también destaca el león rampante símbolo de la ciudad, rodeado de elementos como espigas o vides. Los capiteles de las columnas tienen formas originales, como cestitos, hojas de acanto, palmas neoclásicas y frutas en racimo.

En tu próxima visita al Mercado, además de disfrutar del ambiente de sus pasillos, comprar los productos de sus puestos o tomarte algo en la zona de restauración de Rombo Zentral, detente a contemplar elementos como la fachada, la decoración escultórica o las esbeltas columnas que soportan las tres naves del Mercado. Es como transportarse a otros tiempos, a muy pocos metros de la plaza del Pilar.