Creer o no en la suerte es una cuestión muy personal, pero de una manera u otra existe, desde el momento en que muchas personas tienen este concepto en consideración a la hora de tomar sus decisiones.

El número 13, los espejos rotos, los gatos negros, los saleros derramados, pasar por debajo de una escalera. Si bien la lógica nos indica que no significan nada, son muchos los que evitan este tipo de situaciones “por si acaso”.

Así que sí, la suerte es un factor a tener en cuenta porque puede llegar a cambiar la voluntad, y por tanto los actos de un individuo. Influir en la suerte de una persona es un objetivo que muchos codician, pues, sea para bien o para mal.

A veces, queremos que a un ser amado todo le salga bien y nos encantaría que un trébol de cuatro hojas le solucionase la vida; si la persona en cuestión nos ha dañado, o a alguien hacia quien sentimos afecto, desearíamos que los muñecos de vudú cumpliesen su cometido.

Pero ojo, existen profesiones muy extrañas, algunas de las cuales son bastante antiguas y otras que han ido apareciendo con nuestra evolución y sustitución para algunas tareas rutinarias del hombre por la máquina.


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Una profesión ligada a la suerte o a su concepto es la del «gafe profesional”. Esta figura está vinculada al mundo de los casinos, donde muchos acuden con la esperanza de salir con enormes fajos de billetes en un maletín.

No hay duda de que el juego tiene un fuerte componente de azar, sin que deje de existir el factor estratégico, pero uno y otro se modulan en base a la personalidad, a la emoción y al autocontrol.

La estrategia se puede venir abajo si desestabilizamos emocionalmente al jugador, y la percepción de la suerte puede variar si se reciben unos estímulos u otros.

El gafe profesional es una persona seleccionada por “la casa” para alterar a un jugador que lleva bastante ventaja para que se desconcentre y empiece a cometer errores, y de esta manera gane un poco menos de dinero.

Y es que la casa siempre tiene que ganar. ¿Es real la figura del «gafe profesional», o es sólo un mito?

Como se trataría de una práctica poco ética (nadie dice que ilegal, ya que un charlatán no puede ser, legalmente, responsable de las decisiones de otro que le haga más o menos caso), por lo pronto no se ha conseguido demostrar que este oficio sea verídico.

Pero la idea lleva dando vueltas bastante tiempo e incluso ha sido materializada en el mundo del celuloide, siendo de hecho la trama principal de la película “The Cooler”, protagonizada por Alec Baldwin en 2003, un papel que le valió una nominación a los Globos de Oro.

Como curiosidad, también existe presuntamente la profesión de “elefante”, que sería el agente contrario: un catalizador para atraer a la suerte a una persona concreta.

Alterar la suerte para bien o para mal se hace en otro tipo de eventos, amañándose para que gane una u otra parte. El cine ha focalizado su atención también en el mundo del boxeo como deporte que se presta a inclinar la balanza a voluntad, sobre todo orientado a la promoción y el marketing de unos u otros.

Lo cierto es que la simple idea de que pueda existir un «elefante» o un «gafe profesional» puede llegar a condicionar la manera en que una persona se comporta en una sala de juego, estando tal vez excesivamente alerta ante factores externos que puedan tirar por tierra una buena partida.


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Sean o no reales, lo que está claro es que las cosas son diferentes en el mundo físico y en el mundo virtual, y no tendría cabida en los juegos de casino en línea ni una ni otra figura.

En la intimidad de nuestra propia casa, ningún profesional va a venir a condicionarnos. Hay otro tipo de factores que diferencian las partidas online de las presenciales, como por ejemplo la imposibilidad de ejercer un conteo de cartas en el juego de blackjack en línea sin croupier en vivo, puesto que las cartas que aparecerán serán siempre aleatorias.

Entre las profesiones más curiosas encontramos algunas relacionadas con el mundo animal, como es la de sexador de pollo o la de ordeñador de reptiles (consiste en extraer el veneno directamente desde sus bocas con fines farmacéuticos o destinados a la investigación científica), pero si este último es peligroso, a desagradable le gana el antiguo oficio de mamporrero.

Mucho más codiciados son los trabajos de testeador profesional de videojuegos, o de camas de lujo o de diferentes delicatessen culinarias.

También, y si necesitamos a alguien que nos sustituya en tareas más engorrosas, están los colistas (hacen cola para adquirir entradas o productos a cambio de una compensación económica) o las plañideras de toda la vida que lloran a los difuntos menos populares.

Y es que, cuando se trata de dinero, el ingenio puede convertir en profesión cualquier actividad singular, rentabilizando el tiempo de unos y suponiendo beneficio para otros, sobre todo en un momento de precariedad laboral en que hace mucha falta reinventarse.