Vayamos ahora al suceso acaecido al mendigo Miguel Pellicer, nacido en Calanda. A esta persona se le atribuye el hecho de que le fuera restituida la pierna, que le fue amputada en octubre de 1637. Esto ocurrió el 29 de marzo de 1640 y fue proclamado como milagro el 27 de abril de 1641 por el arzobispo Pedro Apaolaza Ramírez, tras un proceso en el que intervinieron tres jueces civiles y fueron interrogados veinticinco testigos. Ese mismo año, el rey Felipe IV  –Felipe III de Aragón– mandó traer a palacio a Miguel Pellicer y, arrodillándose ante él, le besó la pierna. Este hecho prodigioso determinó que en 1642 la Virgen del Pilar se convirtiera en co-patrona de Zaragoza, junto a San Valero.

La devoción a la Virgen del Pilar se propagó rápidamente por toda la península. El virrey Pedro Antonio de Aragón, en ausencia del rey Carlos II, convocó Cortes en 1678 para reconocer como patrona de Aragón a la Virgen. Es también en este siglo, sobre el templo gótico, cuando se inicia la construcción de la basílica barroca del Pilar que conocemos hoy en día.

El Concejo -ayuntamiento- de Zaragoza, el 10 de octubre de 1613, decidió que el día 12 de aquel mes fuera día festivo para siempre. Por ello, finalmente, el Papa Clemente XII aceptó en el siglo XVIII el 12 de octubre como fecha para la celebración de la «festividad de la Virgen María aparecida en carne mortal», a pesar de que la Virgen se apareciera el 2 de enero y no el 12 de octubre.

Pero ¿todo esto era simplemente la oficialización de la religiosidad popular que desde finales de la Edad Media en toda Europa se decantaba más por el culto a las Vírgenes que por el de otras santidades y Zaragoza no sería una excepción-, o más bien era algo orquestado desde arriba? Claramente fue el Concejo de Zaragoza el que declaró a la Virgen del Pilar patrona de la ciudad, tras el milagro de Calanda y el que daba fiesta el día 12 de octubre, originando así las fiestas del Pilar; y fue el virrey de Aragón el que propuso en las Cortes declararla patrona de Aragón. El siglo XVII fue el gran momento de la Contrarreforma, que surgió como reacción a la Reforma protestante en la centuria anterior. Es uno de los siglos de mayor beligerancia en la Iglesia y uno en los que más milagros se produjeron, sobre todo de la Virgen María, continuándose con la potenciación del culto a la Virgen, algo que se venía haciendo desde la Baja Edad Media.

Es posible que en el siglo XVII aumentara el culto a la Virgen del Pilar, dado el contexto histórico, social y religioso en el que nos encontramos, pero que los zaragozanos olvidaran a Santa Engracia y decidieran que la Virgen del Pilar fuera su patrona, parece algo un tanto artificial. Transferir honores de un santo a otro es un asunto muy delicado porque ese santo deshonrado y suplantado podría ofenderse y ningún fervoroso creyente querría ofender a la santa objeto de mayor veneración en su ciudad, dando mayor distinción a otra santidad, sobre todo por miedo a las represalias de la santa ofendida.