Los más curiosos se habrán preguntado alguna vez qué esconde la casa señorial que hace esquina en el paseo Sagasta con la calle Lagasca, en pleno centro de Zaragoza. Otros habrán pasado miles de veces por allí sin siquiera percatarse. Y los de mayor edad seguramente ya sabrán de qué hablamos. Se trata de la clínica del doctor Lozano, un prestigioso centro médico que estuvo en funcionamiento desde 1905 hasta 1977. 


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Además de por su trayectoria profesional, el edificio es emblemático también por su arquitectura, ahora ya muy deteriorada, por el abandono de la finca. La clínica, conocida entonces como Sanatorio Lozano, fue mandada construir por el ilustre médico aragonés Ricardo Lozano. Era su lugar de trabajo, pero también la residencia familiar.

El edificio fue construido en 1903 y tiene la firma de Félix Navarro, autor del Mercado Central, el monumento al Justicia, la antigua Escuela de Artes en la plaza de los Sitios o el Palacio Larrinaga. Con este currículum no cabe duda de que Lozano puso su proyecto en las mejores manos del momento.

Era principios del siglo XX y todo el paseo Sagasta guardaba el mismo estilo. La clínica se construyó en esta línea de residencias burguesas de las que actualmente apenas se conserva ninguna. El edificio es independiente del resto pero respeta la alineación y altura del entorno. La mayor parte de la fachada está en la calle Lagasca, sacando a Sagasta una pequeña zona ajardinada.

Con el tiempo, se llevaron a cabo varias reformas en el edificio que desvirtuaron la esencia original que Navarro le había dado. En cualquier caso, la antigua clínica del doctor Lozano sigue siendo una pieza fundamental del patrimonio zaragozano.

Junto a su estilo arquitectónico, las generaciones mayores recuerdan perfectamente la época de esplendor de este centro médico. En él se ingresaba a personas con enfermedades respiratorias pero lo que la distinguía realmente era la atención a los enfermos de cirugía.


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El doctor Lozano estaba estrechamente relacionado con los mejores cirujanos de Europa, lo que le permitió introducir en España los adelantos quirúrgicos de principios del siglo XX. Además de médico era catedrático en la Universidad de Zaragoza, donde, durante su etapa de decano, modernizó la Facultad de Medicina. Con él llegaron los primeros laboratorios, un aula para lecciones clínicas y un quirófano modélico hasta entrados los años 50.

El aspecto actual del edificio no hace honor a su solera. La clínica fue declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés en 2009 y en 2015 se sometió a una reforma exterior para evitar desprendimientos. Desde entonces, cuando Urbanismo exigió a los propietarios una actuación urgente por motivos de seguridad, el edificio no se ha vuelto a tocar.

La basura se acumula en los huecos que quedan entre las verjas y la puerta, y el abandono se puede ver desde la misma calle Lagasca. La última información que se conoce sobre este singular inmueble es que se está a la espera de su rehabilitación dentro de un proyecto para construir una torre de viviendas en la parte posterior.


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Mientras tanto la emblemática clínica del doctor Lozano, la única residencia burguesa modernista que queda en pie en el paseo Sagasta de Zaragoza, sigue en desuso y sumida en un inexplicable abandono.