Era un momento convulso con sucesivos cambios. España seguía en su creciente letargo de finales del S. XIX. El año 1873 sacudía a la sociedad española con el adiós del rey Amadeo de Saboya para abrazar la llegada de la I República.

España aún se desperezaba cuando el mejor exponente de la novela realista española, Benito Pérez Galdós, empuñaba su escritura para darle forma a ‘sus’ Episodios Nacionales.


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En total cuarenta y seis novelas históricas redactadas entre 1872 y 1912 para relatar lo sucedido en el territorio nacional desde 1805 hasta 1880. Y por todo lo que vivió la ciudad de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia, Pérez Galdós le dedicó el sexto libro de su primera serie.

El novelista mezclaba los hechos –sangrientos, heróicos e inolvidables– del asedio francés sobre la ciudad del Ebro. Galdós narra mediante la mezcla de ficción en los personajes con la crudeza de la realidad vivida los hechos de la Zaragoza de 1808.

El protagonista de los Episodios Nacionales, Gabriel de Araceli, se adentra en una Zaragoza reconocible -pese a los 200 años de ‘distancia’- donde relata toda la destrucción humana y material de la conocida, por aquel entonces, como la ‘Florencia de España‘.

El novelista español cuenta con todo detalle la destrucción de las solariegas viviendas de la burguesía, del Hospital o del pésimo estado del monasterio de Santa Engracia, entre otros.


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La novela es capaz de resumirse en un texto que ya es eterno en la historia de la ciudad de Zaragoza: «Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abrirase vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde».

Y es aquí donde la novela de Benito Pérez Galdós relata a la perfección el espíritu de toda una ciudad, y el valor de los zaragozanos. En los ya extintos billetes verdes de mil pesetas quedó impreso la última frase del párrafo citado para deleite de toda España. Y orgullo de toda una ciudad.