Las tres comarcas que conforman el Pirineo Aragonés son una fuente inagotable para hacer escapadas y disfrutar de paisajes impresionantes y pueblos bucólicos. Sus valles esconden rincones en los que perderse, y siempre hay algo nuevo para descubrir.


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Porque además de los pueblos y de los parajes más turísticos, el Pirineo tiene zonas prácticamente desconocidas, muchas veces en entornos que un día tuvieron vida, y que hoy están deshabitados.  Hoy te proponemos recorrer algunas de esas zonas que tienen pueblos deshabitados y que merece la pena recorrer.

JÁNOVAS

La iglesia de San Miguel domina el caserío de Jánovas / GA

Jánovas es la historia de tantos y tantos pueblos aragoneses que tuvieron que ser abandonados para construir un embalse con las aguas del río Ara. Por suerte, el embalse de Jánovas nunca llegó a construirse, aunque los habitantes de este valle pirenaico del Sobrarbe cercano al Parque Nacional de Ordesa y Monteperdido sí que tuvieron que abandonar sus hogares.  En 2008 comenzó el proceso de reversión a sus antiguos dueños o a sus herederos de los bienes expropiados.

Jánovas era la localidad más grande del valle, llegó a tener incluso un batán (el único que se conserva en activo en la actualidad, reubicado en la cercana Fiscal), además de la iglesia de San Miguel (del siglo XVI) , o un puente colgante del año 1.881  (es el único puente colgante del siglo XIX, que se mantiene en España y en los países del entorno). El caserío está conformado por las típicas construcciones montañesas, con piedra, balconadas y grandes chimeneas troncocónicas.

Además de ver el propio pueblo, que ahora empieza a reconstruirse, desde Jánovas se pueden realizar varias marchas senderistas. Una de las principales es la del Congosto del río Ara, un atractivo itinerario de ida y vuelta por el mismo sendero que recorre el curso del río siguiendo el PR HU-40. Este recorrido de 5 k y 3 horas en total es bastante fácil de realizar, aunque en el cruce de algunos barrancos hay que tener cuidados (en algunos puntos hay cadenas para ayudar a pasar).

LA GARCIPOLLERA

Pueblos despoblados

Santa María de Iguacel es una de las joyas del románico aragonés / Turismo de Aragón

La Garcipollera, o valle de las Cebollas, es un valle que está prácticamente deshabitado y que está situado en el  Valle del Aragón, muy cerca de Jaca. Para acceder al valle, hay que coger un desvío en Castiello de Jaca. Desde allí, se abre un pequeño valle transversal horadado por el río Ijuez. El valle está casi deshabitado porque a mediados del siglo pasado el Estado lo expropió para reforestarlo y evitar de esta manera la colmatación del vaso del embalse de Yesa.

De esta manera, los habitantes de Villanovilla, Bescós y Acín, tuvieron que emigrar, dejando el valle en silencio. Entonces se creó allí una Reserva Nacional de Caza y se introdujeron ciervos procedentes de Toledo, y de hecho, en el entorno de este valle está la población de venados más importante de todo el país. Se puede recorrer el valle en coche, aunque lo más recomendable es realizar la marcha andado desde Castiello por la carretera rodeada de pinares, zarzas y endrinos. Lo primero que nos encontraremos será Bescós, una antigua localidad en la que la Diputación General de Aragón tiene una granja experimental.

La carretera continua hasta Villanovilla, el único pueblo que todavía mantiene vida, y que ha sido rehabilitado manteniendo sus fachadas de piedra y sus tejados de pizarra. Aquí encontraréis el único restaurante de todo el valle. Y desde Villanovilla, podemos seguir hasta la ermita de Santa María de Iguacel. Una encantadora ermita que es una joya del románico aragonés, construida en el año 1072. Situada en medio de la naturaleza, en torno a la ermita hay mesas con bancos para poder hacer un picnic con el que recuperar fuerzas antes de emprender el camino de vuelta por este valle del Pirineo Central.

AINIELLE

Pueblos abandonados del Pirineo Aragónes

El despoblado de Ainielle, desde el aire / Jorge Martínez

Nuestra siguiente propuesta para conocer alguno de los pueblos abandonados nos lleva hasta Ainielle, un antiguo pueblo del Pirineo que pertenece al municipio de Biescas, en el Sobrepuerto. Esta localidad está situada a 1.355 metros de altitud, y tenía la particularidad de que era uno de los lugares habitados más altos del Pirineo. Alcanzó su máxima población en los años 20 del siglo XX, cuando alcanzó los 83 habitantes.

Pero lamentablemente, está deshabitado desde el año 1971, cuando el último habitante de Ainielle abandonó Casa O Rufo, la que fue la última casa poblada. El pueblo volvió a la vida, al menos literariamente hablando, y acaparó noticias en los medios, cuando el escritor leonés Julio Llamazares ambientó en esta población su novela ‘La Lluvia amarilla’.


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El pueblo, invadido por la maleza, está dividido en dos pequeños barrios, presidido por la iglesia de San Juan Evangelista, una iglesia románica en origen, aunque sufrió varias reformas posteriores. La escuela fue rehabilitada en los años 90, aunque poco después fue destruida en un incendio. Desde el núcleo, totalmente derruido, se puede tomar el camino que baja al fondo de un barranco, donde encontraremos el  restaurado molino de Ainielle. Para llegar a este pueblo deshabitado, hay que seguir una ruta de unas tres horas de duración y con un desnivel de 450 metros que comienza desde la iglesia mozárabe de Oliván.