En lo profundo de la historia de Zaragoza yace una joya arquitectónica conocida como el Palacio de Larrinaga, un edificio de principios del siglo XX que se alza majestuosamente sobre los cimientos de un romance inolvidable. Este palacio, ubicado en la avenida de Miguel Servet, es el testimonio tangible del amor entre Miguel Larrinaga, un naviero vasco, y Asunción Clavero, originaria de Albalate del Arzobispo, en Teruel.

El romance floreció en la basílica del Pilar, durante una misa, y culminó en un matrimonio que los llevó a Liverpool, donde Miguel se dirigía a su naviera. Allí, criaron a tres hijos y siempre mantuvieron el anhelo de regresar a Zaragoza como un gesto de agradecimiento por el sacrificio de Asunción al abandonar su tierra natal.

Como testimonio de su amor, Miguel encargó la construcción de un palacio para ser su refugio. Para este ambicioso proyecto, confió en el renombrado arquitecto tarazonense Félix Navarro, conocido por sus obras maestras como el Mercado Central y el monumento al Justicia.

La construcción del Palacio de Larrinaga se llevó a cabo entre 1901 y 1918 en un terreno de más de 100.000 metros cuadrados. El resultado fue una estructura de 676 metros cuadrados con una altura de 14 metros, construida con piedra, mármol, ladrillo y materiales innovadores de la época como acero, hierro y vidrio. En ese entonces, la ubicación era periférica en Zaragoza, y Miguel deseaba que el palacio mirara hacia Albalate, permitiendo a Asunción imaginar su hogar ancestral, aunque estuviera a 80 kilómetros de distancia.

Sin embargo, el destino tenía otros aviones. Asunción falleció a los 65 años en Liverpool, antes de que la pareja pudiera vivir en su palacio soñado. Este trágico giro llevó a Miguel a vender el edificio y todo su contenido, incluyendo los muebles. Diez años después, Miguel también partió, y ambos descansaron en el cementerio de la ciudad británica.

El Palacio de Larrinaga cambió de manos varias veces a lo largo de los años. Primero, fue utilizado para albergar una fábrica de ascensores por los directivos de Giesa. Luego, la orden religiosa de los Marianistas se hizo con el edificio, pero en 1988, debido a problemas de mantenimiento, decidió venderlo.

Para evitar que cayera en manos privadas, se ofreció al Ayuntamiento de Zaragoza para convertirlo en una residencia de invitados ilustres, aunque no se alcanzó un acuerdo. Finalmente, en 1993, la Fundación Ibercaja adquirió la propiedad.

Después de exhaustivas restauraciones dirigidas por los arquitectos Luis Franco y Mariano Pemán, el Palacio de Larrinaga se convirtió en la sede del Patronato Cultural de Ibercaja. También alberga el Centro de Documentación de la entidad en Zaragoza y varias bibliotecas adquiridas por el banco. Aunque actualmente está cerrado temporalmente por renovación, se organizan visitas guiadas para descubrir el interior de este impresionante edificio.

El Palacio de Larrinaga, también conocido como Villa Asunción según el deseo de Miguel, es un testamento perdurable de un amor que trasciende el tiempo y un ejemplo excepcional de la arquitectura neorrenacentista en Zaragoza. Su historia, aunque agridulce, continúa intrigando a quienes se aventuran a descubrir sus secretos.