Gustavo Entrala es uno de esos españoles que lo ha sido casi todo. Y que todo el mundo lo reconoce. En definitiva, un profeta en su tierra y fuera de ella. La Fundación Ibercaja ha acogido en el Patio de la Infanta una jornada del ‘ciclo empantallados’, una verdadera escuela de padres.


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En el mundo tecnológico y digital, Gustavo Entrala ha trabajado con las principales marcas del mundo en diferentes sectores, desde el bancario, alimentación, etc. En su agenda están los teléfonos de los principales directivos del mundo de la publicidad: Repsol, Bankinter o el propio Estado del Vaticano.

Tanto es así que fue el español que ayudó al Papa Benedicto XVI a escribir su primer tuit, un tuit que es el sueño de cualquier gestor de cuentas, en dos horas tuvo 26.000 retuits y más de 8.000 personas lo indicaron como ‘favorito’.

Uno de los debates que más le preocupa es el reto al que se enfrentan muchas familias sobre algo que nuestros padres no pueden aconsejarnos: El uso de la tecnología. No pueden aconsejarnos porque es algo que nos ha tocado vivir a nosotros, no hay precedente, no hay instrucciones, quizás lo que sí hay, es lo que recomienda Gustavo: sentido común.

El experto Gustavo Entrala, un apasionado de la tecnología que alerta de sus riesgos / Cedida

“Un padre que tenga instalado en su casa un sistema de control parental no puede quedarse tranquilo”. Esta afirmación suena inquietante pero lo ha dicho usted mismo. ¿Por qué motivo?

Porque el control parental es una especie de venda que, efectivamente, asegura algunas medidas como que a determinadas horas tus hijos no se puedan conectar a internet o limitar la pornografía. Esto da una tranquilidad similar a la que da llevar el cinturón de seguridad en el coche, pero luego hay que saber quién conduce, a donde vamos o si puede haber un comportamiento errático de otros conductores.

Quiero decir que en la vida uno no controla todas las circunstancias, y en internet con las pantallas pasa exactamente lo mismo. Además, los niños tienen acceso a dispositivos móviles de compañeros de clase, encuentran la forma de saltarse los filtros…

Es una medida prudente para una familia, pero esto no debe llevar a que los padres dejen de hablar con sus hijos, de estar atentos, de saber lo que ven y de educarles, en definitiva.

¿Es posible estar tranquilo en un entorno digital tan cambiante?

Es verdad que hay personas que tienen mucha facilidad para estar tranquilos y otros que no la tienen, depende un poco de cada uno, de su madurez y de sus experiencias. Pero en esta cuestión de la tecnología, el nivel de alarma se va reduciendo paulatinamente por parte de los padres. Van asimilando lo que hay, y al final, lo que los padres e hijos usan no es tan diferente. Tampoco los comportamientos.

Según un reciente estudio realizado en familias, los padres se juzgan así mismos como los usuarios más ansiosos frente a la tecnología. Así que en la medida que ésta adquiera una presencia habitual, sentiremos menos ansiedad.


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Hay padres que aseguran que nos sentimos indefensos. Si le pidiera tres claves para educar digitalmente a los hijos, ¿cuáles serían?

Una clave sería tener en cuenta el impacto que puede tener un uso abusivo de las pantallas en el ámbito de la salud, en términos de sueño y ansiedad. Todos necesitamos salir a la calle, coger aire… si esto no lo hacemos haremos una generación de gente joven muy metida en si misma, que ha salido poco, ha jugado menos y sin muchos amigos.

En definitiva, hay que estar atentos a la hora de nivelar el consumo tecnológico con el consumo de la vida. Tampoco pasa nada por preguntar a los hijos lo que no se sabe ni se entiende… Les recomendaría una visión curiosa ante la tecnología, practicándola frente a los más pequeños, que sin duda conocen más que los mayores.

Esto puede enriquecer la visión de los padres. Porque a veces tapan su inseguridad haciendo creer a los hijos que saben mucho más que ellos, pero un padre para educar no necesita autoridad sobre la tecnología. Les diría que entiendan lo que hacen, sean curiosos, pregunten… sin olvidar que su papel como educador es insustituible, a la hora de transmitir valores, también a través de la tecnología. Por último, que sea una herramienta que una a la familia y no la disperse. Muchas veces es motivo de conflicto con los hijos, pero puede ser una gran manera de compartir y motivar aficiones.

Existe la otra versión. El alto porcentaje de padres que aseguran estar al corriente de lo que ven sus hijos en las pantallas. Eso, dicen, les da tranquilidad. ¿Es solo una pose?

Yo creo que hay fases y edades. Según en la que estén, puede ser natural que los padres tengan un control sobre lo que sus hijos ven en internet. En ese caso, tienen que saber pedir permiso a la hora de ver y el qué, pero cuando los hijos empiezan a tener criterio propio y autonomía, me parece que entre los padres se va más una actitud de seguimiento detallado de la realidad de los hijos.

Personalmente pienso que hasta un punto a veces ridículo, como si ellos fueran los que viven la vida de los hijos. Es un arte diferenciar en que momentos les das autonomía y en otros no, pero es importante que haya un equilibrio.

«Todos necesitamos salir a la calle, coger aire… si esto no lo hacemos haremos una generación de gente joven muy metida en si misma»

Dice que es necesario crear una cultura digital familiar. ¿Qué significa exactamente?

La tecnología es todo un reto, que combina factores positivos con otros menos positivos en términos de adicción, consumos inapropiados o de aislamiento personal. Pero es un reto para todos. Todos estamos expuestos a los riesgos. Las normas y hábitos en el uso de la tecnología deben ser compartidos y construidos en familia. Si en las comidas, por ejemplo, no se usan las pantallas, es un criterio que deberían utilizar todos. En definitiva, consiste en tener un plan familiar en el uso de la tecnología y desde ‘Empantallados’ ofrecemos muchas herramientas para poder diseñarlo.


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¿A qué edad le compraría un móvil a su hijo?

Nunca me habían hecho esta pregunta. Yo creo que familiarizaría a mis hijos con la tecnología muy pronto, para que no lo vean como algo malo o pernicioso, sino como una herramienta que deben aprender a usar desde pequeños, acompañándolos en los pasos iniciales. Pero, sinceramente, tal y como se esta viendo en diferentes estudios científicos, lo que supone el uso de la tecnología en edades tempranas, yo procuraría retrasar al máximo la entrega del primer teléfono. Quizás lo haría entre los 14 y 15 años.

Hay una corriente a favor de la limitación total de pantallas en los hogares. ¿Pero es la más segura?

¿Esto qué significa, qué no haya wifi en casa? Suena radical. Con ello también eliminarías la posibilidad de ver la televisión digital y más. Si hay personas que deciden hacerlo, me parece muy licito, pero no creo que hoy sea posible una limitación total.

El ciberacoso, las relaciones desconocidas, el acceso ilimitado de información… Hay peligros en el entorno digital actual. ¿Le puede pasar a cualquiera?

Hay que distinguir entre ellos. Es fácil que una persona caiga en la adicción, y más según qué condiciones temperamentales tenga la persona. Esto supone un riesgo más amplio que las relaciones con desconocidos, mas evitables con un comportamiento formado. En el caso del acoso, se ha dado siempre, pero ahora cuenta con instrumentos más perniciosos, porque el bulliyng puede darse en la escuela y fuera de ella. En este sentido, creo que hay mucho que hacer todavía para que no exista una frontera entre el colegio y el hogar. Si se da una situación de este tipo, hay que afrontarla entre todos.

«Procuraría retrasar al máximo la entrega del primer teléfono. Quizás lo haría entre los 14 y 15 años»

Confesó que estuvo enganchado a las pantallas durante un tiempo. No hace falta entrar en detalles pero, ¿qué le llevo a reconocerlo y decidirse a salir?

Esto pasó en el año 2014. En ese tiempo tenía una agencia de publicidad digital muy potente y estaba muy activo en redes y adquirí mucha notoriedad por mi trabajo con el Papa. Tenía la sensación de ir por delante en muchas tareas tecnológicas, con lo cual fui una de esas primeras personas que se enganchó a las cuentas de Twitter y Facebook a través del teléfono, al like y al retweet. Unas navidades mi padre me dijo que no sabia que me pasaba pero que no estaba, que estaba más pendiente del teléfono que de la familia.

Aquello me tocó mucho y esa misma Navidad decidí tomar una serie de medidas personales: no usar el teléfono en comidas, cenas y encuentros con la familia y a apagar por la noche el dispositivo y desconectar. Esto me ha ayudado mucho y también a centrarme más en mi productividad profesional, y no tanto en el halago o en el comentario que te hacen. Me preocupo más por producir bien, importándome más la opinión de quien paga por ese trabajo y lo recibe.