Parecía impensable que la guerra regresara a Europa. Pero con las bombas cayendo en las ciudades de Ucrania desde el pasado mes de febrero, la preocupación por el Viejo Continente ante unos hechos que parecían parte de la historia se ha extendido como la pólvora. No hace tantas décadas, Europa estaba sumida en una espiral de violencia y destrucción por culpa de la II Guerra Mundial.


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Unos pocos años antes, España era el escenario de su particular contienda, la Guerra Civil Española. Y aunque no queden restos apenas de aquellos bombardeos, lo cierto es que esa misma angustia que hoy viven los ciudadanos ucranios, corriendo a los refugios cada vez que suenan las alarmas, la vivieron los zaragozanos cada vez que la aviación republicana bombardeaba la ciudad. De hecho, la capital aragonesa, al igual que decenas de poblaciones de todo el país de uno y otro bando, fue atacada desde el aire en varias ocasiones. Una de las más graves se produjo en mayo de 1937, cuando un bombardeo provocó un centenar de muertos en el entorno de la calle Don Jaime I.

CUATRO BOMBAS

De aquellos bombardeos nada queda por suerte, salvo las bombas sin explotar que cayeron sobre la Basílica del Pilar al poco de comenzar la guerra. En la madrugada del 3 de agosto de 1936, concretamente poco después de las dos y media, un Fokker trimotor de las Líneas Aéreas Postales Españolas militarizado por la República descargó cuatro bombas sobre la Basílica del Pilar. Numerosos testigos afirman que oyeron el zumbido de los aviones al sobrevolar la ciudad,, y el inconfundible silbido de las bombas al caer.

Al hacer contacto con su objetivo, ninguna de ellas explotó. Dos de las bombas penetraron en el interior del templo, cayendo enfrente de la Santa Capilla que aloja la imagen de Nuestra Señora del Pilar. La tercera de las bombas cayó sobre el pavimento de la plaza. Y la cuarta, cayó sobre el Ebro. Las que cayeron en el interior de la Basílica, tras atravesar la techumbre, dañaron un extremo de la bóveda del Coreto de la Virgen, pintada por Francisco de Goya.

Para el bando sublevado, y para gran parte de la población zaragozana, el hecho de que no explotaran se debió a un milagro de la Virgen. También hay quien dice que fue un acto de propaganda del bando franquista, que simuló un ataque republicano y descargó sobre la basílica varias bombas sin carga como una forma de propaganda anti-republicana.

Más allá de la propaganda de la época, el hecho de que no explotaran se pudo deber a un error técnico, a que las bombas estuvieran mal montadas, o que el material estuviera anticuado, ya que el bombardeo se produjo al inicio de la contienda. También hay quien afirma que se debió a un fallo humano (por inexperiencia, o porque el piloto no quería ser partícipe de la voladora del Pilar), ya que el avión que las lanzó volaba demasiado bajo (parece ser que las bombas estaban diseñadas para explotar si se lanzaban por encima de los 500 metros).


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Como recuerdo de aquel bombardeo, dos de las bombas caídas están expuestas en uno de los pilares que enmarcan la Santa Capilla, rodeadas de varias banderas hispanoamericanas, y junto a una placa que reza «Dos de las tres bombas arrojadas sobre el S.T.M. del Pilar el 3 de agosto de 1936». Y si miramos hacia arriba, todavía pueden verse los boquetes que produjeron las bombas al entrar en el interior del Pilar.

En el exterior de la basílica, sobre el pavimento de la plaza, hay una pequeña cruz en el lugar en el que cayó la tercera de las bombas. Testigos de la época aseguran que cuando la bomba se clavó en el suelo de pie, el boquete que se abrió entre los adoquines tenía forma de cruz.