El 29 de junio de 1707 fue un día negro para Aragón. El rey Felipe V de Borbón impuso el Decreto de Nueva Planta que en la práctica supuso el fin del Reino de Aragón y de su entramado jurídico, al eliminar todas las instituciones propias del reino, además de los históricos Fueros de Aragón, pasando a ser una provincia regida por las leyes castellanas, dominantes a partir de ese momento en los territorios de la monarquía hispánica.


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Aragón, un reino con personalidad propia desde el siglo IX, y alma mater de la Corona de Aragón, fue castigada por este rey castellano a causa de la Guerra de Sucesión, acabando con nuestras instituciones y con todos los hechos diferenciales que marcaban la personalidad y el ser de los aragoneses.

LA GUERRA DE SUCESIÓN, EL PRINCIPIO DEL FIN DEL REINO DE ARAGÓN

Decretos de Nueva Planta

La muerte de Carlos II provocó la guerra de Sucesión que desembocó en los Decretos de Nueva Planta / HA

Todo comenzó cuando Carlos II de Habsburgo murió un 1 de noviembre de 1700. Dada su malo estado de salud y su incapacidad para tener hijos, el monarca español había nombrado heredero a José Fernando de Baviera, aunque este murió en 1699 con tan solo seis años. Tras este infortunado hecho, Carlos II, El Hechizado, hizo un nuevo testamento nombrando a Felipe de Anjou, nieto del rey Luis XIV de Francia y de María Teresa de Austria, hermanastra del propio rey español.

Al morir el monarca, los territorios de la Monarquía Hispánica se convirtieron en el tablero de juego en el que las grandes potencias europeas jugaron sus cartas para defender sus intereses. Por un lado, Francia apostaba por un monarca Borbón para crear una alianza entre los dos países. Por otro, los estados a los que horrorizaba la idea de tener una España gobernada por los Borbones y aliada de la Francia del Rey Sol, y que preferían que los Habsburgo siguieran en el trono español.

Tras la muerte de Carlos II, subió al trono su heredero, Carlos de Anjou, coronado como Felipe V. En territorio español, hay que destacar que los distintos Estados que conformaban la Monarquía Hispánica habían jurado lealtad a Felipe V. El 17 de septiembre llegó a jurar los Fueros del Reino de Aragón. Pero pese a ese juramento, en Aragón, al igual que en el resto de territorios de la Corona de Aragónhabía grandes dudas sobre si el nuevo monarca trataría de imponer un modelo absolutista y centralista como el que se regía en Francia, en detrimento de las instituciones y del orden jurídico de la Corona de Aragón, muy diferentes de las vigentes en Castilla.


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Pero gran parte de Europa no recibió de buen grado la coronación de Felipe V. El 7 de septiembre de 1701, con la firma del Tratado de La Haya, nació la Gran Alianza, una gran coalición antiborbónica que estaba formada por Austria, Inglaterra, los Países Bajos, Prusia y buena parte de los estados alemanes. Dos años más tarde, se unirían a la alianza Portugal y el Ducado de Saboya. En 1702, la coalición declaró la guerra a Luis XIV y Felipe V, con batallas en las fronteras de Francia con los estados circundantes. Pero la guerra llegó pronto también a España. En ese contexto, los estados que conformaban la Corona de Aragón decidieron apostar por el archiduque Carlos de Habsburgo, Carlos III, como monarca, mientras que Castilla mantuvo su fidelidad a Felipe V. En Aragón, ciudades como Jaca y Tarazona se mantuvieron en el lado de Felipe V de Borbón.

LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA

Tras varios años de guerra, el 25 de abril de 1707 los ejércitos borbónicos vencieron a los austracistas en la batalla de Almansa, en Albacete. Con esa batalla, las tropas de Felipe V se hicieron con el control de los reinos de Aragón y de Valencia El 26 de mayo entraban en la capital aragonesa las tropas de Felipe V al mando del duque de Orleans, y un mes después, el monarca, basándose en el derecho de conquista y en la ruptura del juramento de fidelidad de los dos reinos, declaró el Decreto de Nueva Planta en el que se abolían los «fueros, privilegios, prácticas y costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragón y de Valencia«.

Con la aprobación de estos decretos, Aragón dejó de ser un reino con personalidad y ordenamiento jurídico propio, a ser una provincia de la Corona española. Los decretos de Nueva Planta ponían fin a un sistema político basado en el pactismo entre el propio reino y sus reyes, acabando con instituciones de siglos de historia y por supuesto, los Fueros de Aragón. Incluso entre los felipistas aragoneses cundió el desasosiego ante estos decretos, e intentaron convencer al monarca sobre la inconveniencia de acabar con el sistema jurídico de los reinos de Aragón. Pero nada pudieron hacer.

En 1710, las tropas de los austracistas vencieron a las borbónicas en una batalla en Zaragoza, recuperaron el control del reino, y durante cuatro meses, el Archiduque Carlos reinstauró las instituciones y los fueros aragoneses. Pero con el triunfo definitivo de Felipe V, el rey firmó un nuevo decreto, de fecha 13 de abril de 1711, que suprimió de nuevo los fueros e instituciones aragonesas. Este decreto fue exclusivo para el Reino de Aragón, y suavizó algo los efectos del Decreto anterior. Porque aunque mantuvo la supresión de las instituciones y cargos como la Diputación del Reino, las Cortes de Aragón, la Audiencia de Zaragoza, el Consejo Supremo de Aragón,  o el Justicia de Aragón, permitió mantener el derecho civil, siempre que no entrara en conflicto con los intereses de la Corona.


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Como sustituto, se creó la figura del corregidor (un cargo que existía solo en Castilla) al frente de cada uno de los trece corregimientos en que se dividió al viejo reino. El resto de cargos locales y territoriales serían designados a partir de ahora directamente por la Corona, o por sus representantes. También surgieron nuevas instituciones, como la Real Audiencia de Zaragoza (en sustitución de la Audiencia), o el capitán general, que sustituiría la figura del virrey de Aragón. Con ese decreto, Aragón dejaba de ser un reino para convertirse en una provincia de la Monarquía Española, despojado de sus derechos, libertades, y de una personalidad forjada durante siglos en base a sus fueros, a sus instituciones, y al pactismo entre monarca y reino.