Está más abajo incluso de la planta de destinada al trastero y desde donde hace 15 años los vecinos del bloque podían bajar a este búnker. Pensado en su día para soportar la dureza del estallido de una bomba aérea o de potenciales armamentos con efecto nuclear. «Cuando era niño bajaba sin problemas hasta esta parte de la casa y corríamos por sus pasillos cada día«, relata Santiago Gonzalo, inquilino de este bloque de viviendas en Paseo Constitución. El bloque se construyó, cuenta Santiago, en 1941, y el arquitecto pensó que tenía que construir también un refugio. «Recién terminada la Guerra Civil en España creyeron que, ante el comienzo de una nueva guerra mundial, Alemania podría entrar en España por la fuerza, incluso bombardear sus ciudades», relata Santiago.

Algunos pasillos de este búnker abovedado y hormigonado para poder resistir las bombas que pudiesen caer desde el cielo eran tan largos, relata este vecino, que podían comunicar varios números de la misma calle. «Hasta cinco o seis números de portales llegan a estar comunicados, aunque algunos de ellos ya han sido cerrados por seguridad», dice Gonzalo. A este búnker se accede a través de una escalera que se desliza tras una puerta metálica y no demasiado ancha. «Es como una puerta de sótano que, una vez abierta, destapa algo tan inaudito como inusual», dice Santiago. En una oscuridad total, antes iluminado por la luz de los trasteros, pero ahora completamente ciego, el que se adentra en estas galerías antibombas debe ir con una linterna, o la luz de un teléfono móvil. 

EL EJEMPLO DE SUIZA

Son muchos los pasos subterráneos que la historia ha querido que todavía resistan al paso de los siglos en Aragón. Las antiguas ‘fresqueras’ en torno a los mercados que también sirvieron de refugio en la Guerra Civil o los búnkeres como la conocida como ‘Línea P’ que levantó Franco en los Pirineos aragoneses entre los años 1944 y 1959. Son vestigios del subsuelo que recordamos ahora que en Europa hay un conflicto armado por la invasión de Rusia a Ucrania. Sin embargo, este búnker, en pleno Paseo Constitución, a escasos metros del Paseo de Independencia, fue construido por el arquitecto Beltrán, según recuerdan los vecinos, para proteger a los que allí vivían de un posible ataque. 

Un búnker comunitario que, en España, es muy poco habitual pero que en países como Suiza a nadie le llama la atención. La Ley Federal de 1971 prevé que cada suizo debe disponer de una plaza que ofrezca una protección eficaz, tanto para bombas clásicas, como para las atómicas, químicas y bacteriológicas. Son construcciones obligatorias que también sirven para proteger de terremotos, deslizamientos de tierra o aludes. Dicho de otro modo, si llegase el Apocalipsis, puede que los único supervivientes fuesen los vecinos de estos bloques de Paseo Constitución y los suizos.

Mientras tanto, en el centro de la capital aragonesa, como nos cuenta Santiago Gonzalo, seguiremos teniendo esa construcción única que esperemos que sus vecinos nunca necesiten. “Es sin duda un tesoro escondido que llevamos años guardando y con el que han convivido en este bloque varias generaciones, y las que seguirán, si es que quieren conservarlo”, sentencia Santiago.