¿Es verdad que Zaragoza tuvo un castillo? No del todo. Aunque recibió ese nombre, el castillo Palomar era, más bien, una casa de la burguesía zaragozana que se construyó en forma de fortaleza. Hoy en día, de aquella historia solo queda un nombre, el del parque del Castillo Palomar, situado en un montículo del barrio de las Delicias.

Sobre la construcción y el devenir de este imponente edificio siempre han rondando historias, recogidas hace varios años en el libro ‘Delicias, mitos y leyendas urbanas’. Gran parte de las imágenes de esta recopilación se centran en la torre de los Palomar, una finca de 974 hectáreas en cuya parte más elevada se edificó una casa en forma de castillo.

Detrás de todo esto estaban Narciso Palomar y Cebrián y Rafaela Mendivil y Fúrida, un matrimonio de la alta alcurnia zaragozana que se hizo con el terreno en 1877. Él, industrial harinero, nunca llegó a ver su casa terminada, ya que falleció en 1885 cuando las obras todavía estaban en marcha. Incluso después, una vez concluida por completo, la vivienda estuvo habitada de forma intermitente y se empleaba más para fiestas.

Sobre su año concreto de finalización no se tienen datos, ni tampoco muchos detalles de su interior. Sí se conoce que el edificio se mandó construir en estilo neomudéjar y que su fachada principal se orientaba a la avenida de Navarra, mirando a la actual Estación Delicias.

Con los años, quienes fueron heredando esta propiedad se fueron desentendiendo de la misma hasta que el castillo Palomar cayó en el abandono. A mediados de los 60 del siglo pasado los techos se vinieron abajo y diez años después el edificio se demolió por completo para construir allí un parque con una superficie de 3,5 hectáreas.

Este es el origen del castillo Palomar que hoy conocemos en Zaragoza, un parque con espacios deportivos, zonas infantiles, un bar con terraza y un colegio público (el Ana Mayayo) dentro del mismo. Pero la extensión de la torre de los Palomar era mayor, por lo que sobre estos terrenos también se asientan actualmente parte de las viviendas del barrio de la Bombarda-Monsalud.

CAMINOS QUE LLEVABAN A TODAS PARTES

Además de tener su propio castillo, de las Delicias se decía que salían caminos que llevaban a todas partes. Al menos sí estaba orientado hacia Navarra, Logroño, Soria y Madrid. De hecho, algunas de sus calles, como el camino de la Mosquetera o el de Terminillo, entonces de tierra y hoy de asfalto, ya responden a ese nombre. 

Pero lo que de verdad marcó un antes y un después en este distrito zaragozano fue la llegada del tren y la construcción de una estación, la del Portillo (entonces llamada la del Campo Sepulcro). El siglo XIX daba sus últimos coletazos y esta infraestructura dejaba en el barrio un sabor agridulce, aportando la peor parte un paso a nivel que recordaba a sus vecinos que estaban fuera de la ciudad. 

Décadas más tarde, llegó la industria, la modernidad, la democracia y las gasolineras. Había dos, la de los Enlaces, todavía en pie, y otra en plena avenida Madrid, en la plaza Huesca, donde hasta hace unos años todavía se podía encontrar un surtidor abandonado. Los tiempos evolucionaban pero, como se indica en el libro ‘Delicias, mitos y leyendas urbanas’, en los 70 todavía se podían ver rebaños de ovejas cruzando por los semáforos del final de la avenida de Madrid.

Quizás por sus conexiones con las salidas de Zaragoza, Delicias siempre ha sido una torre de Babel, con gente llegada entonces de toda España y ahora de todo el mundo. No en vano siempre ha sido uno de los barrios más populosos de la ciudad y actualmente ostenta el primer puesto, con casi 110.000 habitantes. Hoy en día, el distrito es uno de los más extensos de Zaragoza y también de los más dispares. Lo componen un total de diez barrios muy distintos entre sí, desde la Bombarda-Monsalud, hasta Delicias, Ciudad Jardín o Parque Roma.