La subida de los precios de la energía está comprometiendo seriamente a algunas empresas, pero también va a suponer un golpe para muchos ciudadanos, especialmente ahora que se acerca el invierno. En ese sentido, Zaragoza ya ha dado grandes pasos para poder aprovechar la enegía fotovoltaica a través de los barrios solares. En ese contexto, la Universidad de Zaragoza está estudiando además la posibilidad de aprovechar las azoteas de la ciudad en tres ámbitos: autoabastecimiento energético, recogida de agua y producción de alimentos.

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Investigadores del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA), de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza y del Centro Universitario de la Defensa, han estudiado hasta qué punto nuestros entornos urbanos están preparados para alcanzar dichas condiciones de autoabastecimiento y autosuficiencia.

El estudio se ha focalizado en un barrio, El Rabal, cartografiando su morfología, midiendo la inclinación de los tejados y su orientación, así como las zonas de sombra y el nivel de irradiancia solar. El uso de los Sistemas de Información Geográfica ha sido clave para combinar espacialmente estas variables y determinar qué superficie de tejado de cada edificio es adecuada para producir alimentos, por medio de invernaderos, y energía fotovoltaica.

Además, el modelo considera no solo las cubiertas de los edificios, sino los usos que bajo estas se encuentran, permitiendo discutir la producción de cada tejado en base a la cantidad de metros cuadrados (y por extensión, de personas) a los que estos sirven.

LA AUTOSUFICIENCIA TOTAL NO PODRÁ CONSEGUIRSE

La cartografía que se ha obtenido de El Rabal pone de manifiesto un potencial heterogéneo que, aun así, permite identificar patrones espaciales de producción, ya que el potencial está determinado, no solo por las características del edificio, sino también por la intensidad del entorno construido. Aunque los resultados preliminares parecen indicar que la autosuficiencia total no podrá conseguirse, y será desigual entre los tejidos urbanos, sí indica que puede ser relevante como una estrategia complementaria a otras.

Los resultados obtenidos muestran diferencias entre edificios, pero, sobre todo, entre morfologías urbanas. Las áreas industriales tienen el mayor potencial (2,51 kg de tomate/m2, 48,09 kWh de energía fotovoltaica/m2/año y 0,16 l de agua de lluvia/m2).

El estudio se ha centrado en el barrio zaragozano de El Rabal / Unizar

En el caso de las áreas residenciales, las más compactas son las que presentan mayor potencial. En general, la producción de energía fotovoltaica es la más eficiente, ya que la pluviosidad es escasa e irregular en esta zona del valle del Ebro y los invernaderos para la producción de alimentos requieren tejados planos.

El trabajo realizado en Zaragoza ha sido llevado a cabo por un equipo de multidisciplinar de investigadores, liderado por Jorge Sierra-Pérez, investigador y experto en el desarrollo de métodos para el diseño y evaluación de productos y servicios sostenibles de los entornos urbanos

También ha estado formado por Antonio Luis Montealegre Gracia, especialista en Sistemas de Información Geográfica y Teledetección aplicados al medioambiente; Sergio García-Pérez, experto en análisis espacial aplicado a la regeneración urbana; Silvia Guillén Lambea, cuya investigación se centra en la eficiencia energética de los edificios y el desarrollo de actuales y nuevas fuentes de energía para la reducción del impacto ambiental; y Marta Monzón Chavarrías, experta en ciudad construida y rehabilitación energética y acústica de edificios.