Los dos abuelos que huyen de la guerra abierta en Ucrania por la invasión de Rusia, abandonando su casa y lo poco que tienen es una historia tan real como lo cuenta Lilia, la nieta de estos dos ancianos. «Salieron hace dos días con lo puesto. Apagaron la luz y el gas y cogieron una mochila, agua y el abrigo», relata Lilia desde ZaragozaEn esa mochila, Luzmilag, de 72 años y Olekzander, de 74, llevan medicinas para paliar los dolores de piernas y espaldas que sufre Olekzander. «Mi abuelo tiene que estar más tumbado que en pie por los dolores de piernas que sufre. Está siendo un viaje duro para ellos«, explica esta joven zaragozana. Ternópil, una pequeña localidad ucraniana al oeste del país, donde vivían estos ancianos, estaba acogiendo a ucranianos de otros puntos del país.«Estaban solos y unos vecinos les ofrecieron la posibilidad de salir de la ciudad en coche», dice Lilia.

Finalmente, por insistencia de su hija, que vive en Soria, cerraron su casa de toda la vida y se fueron hace dos días. «Han llegado a Rumania entre la nieve y el frío, soportando dolores y un camino de más de tres días en coche y otra parte más caminando. Todavía deben viajar a Viena, donde cogerán un avión hasta Madrid, y luego en Zaragoza pediremos asilo para ellos», afirma Lilia. 

DE TRABAJAR PARA RUSOS A HUIR DE ELLOS

Se da la circunstancia de que Olekzander, de 74 años, ha dedicado su vida a trabajar en la industria textil de la antigua Unión Soviética, haciendo todo tipo de trajes y diseños para el gobierno y ejército ruso. Hoy, con una pensión de apenas 80 euros mensuales, ve cómo su casa es atacada por el mismo país para el que trabajó toda su vida.

Los dos ancianos huidos de Ucrania, en una foto del archivo familiar / Cedida

«Es así de contradictorio pero es una realidad que viven muchos ucranianos», afirma la nieta de Olekzander. A los 80 euros de pensión de Olekzander se unen los poco más de 50 que cobra su mujer. Por suerte su casa fue cedida por la antigua URSS por ser trabajadores del antiguo Gobierno Soviético. «Les dieron una pequeña vivienda social, y lo que pagan son los gastos de luz, gas y agua que tienen en esa casa«, explica Lilia.

Ahora, su hija y su nieta siguen atentamente cada noticia que les llega de este matrimonio de septuagenarios. «Aunque ya estén fuera de Ucrania, son mayores y tienen muchos problemas físicos. No es un viaje que puedan hacer fácilmente y probablemente no estén descansando ni comiendo como deberían», relata Lilia desde Zaragoza. Gracias al dinero que les mandaron desde España esperan llegar a Madrid en los próximos días y empezar de cero con su familia en otro país, dejando atrás su vida. «Mi madre está triste pero también muy nerviosa. Ya no pensamos en su casa o lo que tienen, sino en que lleguen sanos y salvos». En los próximos días conoceremos el desenlace de un viaje que truncó el día a día de estos dos ancianos. Tuvieron que dejar todos sus recuerdos y salir huyendo de su casa sin entender todavía el por qué de una guerra que ya ha truncado demasiadas vidas.