Ángel González y José Vicedo trabajan en el servicio de ‘Quitapintadas’ de FCC (Fomento de Construcciones y Contratas), empresa concesionaria del servicio de limpieza pública y recogida de residuos de Zaragoza. Aunque el nombre se reduce a una sola tarea, la de limpiar grafitis callejeros, su labor va mucho más allá. Estos dos operarios, que llevan 15 años prestando este servicio, se ocupan de desinfectar las calles de Zaragoza, ya sea de orín de perro o de persona, de los excrementos de las palomas y otros pájaros, o, más recientemente, de covid-19.

Y es que con la pandemia les tocó, como en el resto de servicios de FCC, adaptarse a la situación y colaborar donde se pudiera. En su caso, de la noche a la mañana se enfundaron en un EPI y se pusieron a desinfectar las zonas más críticas, como paradas de autobús y de tranvía o accesos a residencias, centros de salud y hospitales. “En un primer momento no sabíamos dónde nos estábamos metiendo pero después nos fuimos dando cuenta de la gravedad de la situación”, recuerda Ángel. 

Para él, ponerse un EPI no fue solo incómodo por la falta de movilidad, sino también por lo que significaba. “Vivimos situaciones muy duras, escuchando continuamente sirenas de ambulancias y otros episodios que fueron minando moralmente”, asegura. También encontraron el lado bueno de una ciudadanía agradecida que les aplaudía si eran las ocho de la tarde y estaban en la calle trabajando. Incluso se encontraban dibujos pegados en las papeleras hechos por niños. “He visto muy de cerca la pandemia y me he sentido útil”, añade Ángel, que lleva desde los 21 años trabajando en FCC.

Situaciones pandémicas aparte, la labor cotidiana de operarios como Ángel y José consiste en rociar con una solución acuosa a base de hipoclorito las zonas más afectadas de las calles. Durante su jornada, hay algunos puntos negros por los que pasan un día a la semana. La mayoría de estos son zonas donde se concentra gente joven por las noches que orina en la vía pública. Según explican, también hay que hacer más hincapié en los lugares donde hay muchas palomas y otros pájaros, que deyectan (es decir, sueltan) sus excrementos sin ningún reparo.

 

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Cada operario tiene su zona asignada y hay turnos de mañana y de tarde, formando una rueda de desinfección que prácticamente nunca para. En el caso de José, ahora abarca varios barrios como Torrero, Casablanca, parte de Las Delicias, Romareda o la Bombarda. Con su furgoneta va siguiendo en el plano la ruta y marcando la zona por la que ha pasado con su lanza de agua a presión. En su radio de acción hay varios puntos clave, como unas escaleras un tanto escondidas de la calle de Julián Sanz Ibáñez, núcleo de reunión juvenil; o Juan II, donde las palomas dejan su rastro sin piedad.

Para realizar esta labor, entre sus herramientas de trabajo llevan un motor auxiliar con una lanza a presión. Emplean lejía, salfumán, amoniaco, jabón desengrasante y todo aquello que sea necesario para acabar con las manchas de las calles de Zaragoza. También llevan cemento, que se usa para quitar las pintadas de las paredes. “Una vez retirada la pintura se adecenta la pared con tinte y cemento para dejarla lo más parecido posible a como estaba sin el grafiti”, explica Ángel. “Cada una lleva un rato, según cómo sea grande, y hay que tener mucha paciencia”, añade.

Entre las zonas donde más trabajo tienen como ‘quitapintadas’ están los alrededores de los colegios y de los parques, así como las afueras de la ciudad. “Todos hemos sido jóvenes…”, apunta Ángel, tratando de razonar por qué aparecen más grafitis en estos lugares. Por suerte, según puede comprobar en su día a día este operario de FCC, cada vez son menos los grafitis a los que les toca plantar cara en las calles de Zaragoza.

*Nota del editor: Este reportaje está elaborado en colaboración con FCC para exponer y ensalzar la labor de sus operarios en los distintos servicios en la ciudad de Zaragoza