Ni Roma ni Nápoles. La pasta en Aragón viene de Daroca y tiene nombre propio: Pastas Romero. Esta es la historia de una saga familiar que ha sabido superar los retos empresariales a lo largo de 95 años, apostando por la innovación y, sobre todo, que se ha mantenido fiel a sus orígenes darocenses, con el fin de salvaguardar en la localidad aragonesa la producción y los puestos de trabajo, ahora que tanto se habla del reto demográfico en la Comunidad.

Todo empezó con Manuel Romero, un turolense que llegó a Daroca por motivos familiares en los años 20 del pasado siglo. Allí la familia ya tenía un pequeño taller artesanal de pasta, que permitió a Romero conocer el oficio de fideero y empezar a trabajar en una pequeña fábrica de fideos que había en Daroca.

Manuel Romero Marqués, fundador de la empresa / Pastas Romero

Fue en 1926 cuando logró establecerse por su cuenta, fundando su propia empresa con el nombre de «La competidora: Pastas para sopa», el gérmen de la actual Pastas Romero. Está claro que, por aquella época, aunque el consumo de pasta era común, no estaba tan influenciado por las recetas italianas y se utilizaba fundamentalmente en forma de fideos para enriquecer los caldos tradicionales.

La primera empresa era modesta, un pequeño taller con sistemas de producción muy artesanales que permitían obtener una reducida producción diaria. En los años 30, como consecuencia del incremento de la demanda de pastas alimenticias, Manuel Romero se embarca en la construcción de una nueva fábrica, introduciendo tecnologías más acordes con los tiempos.

«La Competidora», así se llamó la empresa en sus orígenes / Pastas Romero

TIEMPOS DUROS

No obstante, los inicios fueron muy duros: «En la primera época y durante los años de la Guerra Civil trabajaban con gran dificultad, debido a la escasez de harina, electricidad y medios de trabajo«, explica el actual director general de la compañía, Francisco Romero.

En 1943, el fundador adquiere la primera línea de producción semiautomática, apostando fuertemente por desarrollo tecnológico. Este sería el último gran avance de Manuel Romero, y en 1950, la empresa pasó a manos de sus hijos Manuel y José.

No eran tiempos fáciles en España durante la posguerra, una situación con la que tuvieron que lidiar ambos hermanos para intentar que la compañía siguiera a flote. Poco a poco se fue consolidando y, en 1969, en vista a los movimientos estratéticos que tenían las principales compañías italianas de pasta, la familia se plantea la necesidad de levantar una nueva planta productiva más moderna.

En ese momento, existía la posibilidad de construir la nueva fábrica en Zaragoza, un emplazamiento que estaba mejor dotado en infraestructuras, comunicaciones y más cercano a los consumidores. A pesar de que la propuesta era viable desde el punto de vista económico y comercial, se decidió mantener la planta productiva en Daroca, dada la fuerte identificación con el pueblo y el deseo de mantener los puestos de trabajo.

«Se pasó del secado tradicional estático a la fabricación en contínuo», explica Francisco Romero. Estas modernizaciones supusieron, según el actual director general de la compañía, «los pilares que dieron origen a lo que es actualmente Pastas Romero».

Como explica el empresario, «en aquella época había cientos de pequeñas fábricas de pasta que no suìeron ver este cambio que llegana de manos de la tecnología y, al cabo de poco tiempo, tuvieron que cerrar».

Si el gran logro de la primera generación, encarnada por Manuel, fue fundar una compañía y mantenerla en una época difícil, el de la segunda, personificada por sus hijos Manuel y José, fue ponerse a la última y no correr la misma suerte que las compañías que no apostaron por la innovación.

PENSAR EN GRANDE

Francisco Romero es la tercera generación de la empresa familiar. Su apuesta en los años 90 fue llegar a acuerdos con las grandes superficies, que cada vez tenían más fuerza en el mercado, desplazando a los tradicionales almacenistas / mayoristas. Asimismo, se apostó por la internacionalización y fueron creciendo las exportaciones.

El crecimiento de la empresa se ha basado en la apuesta por innovar década tras década / Pastas Romero

A lo largo de las siguientes décadas, Pastas Romero ha ido creciendo con nuevas líneas de fabricación más automáticas y de más capacidad. Como explica el ceo de la empresa, «de las primeras prensas automáticas de 300 kg / hora se ha pasado a 4.000 kg / hora de producción, con siete líneas de fabricación de distintas capacidades.

Ya en 2017, con la cuarta generación familiar ya incorporada a la empresa con Javier Romero, y viendo que con las instalaciones existentes no tenían más posibilidades de crecer, se decidió construir una nueva planta en las inmediaciones, para así permitir el crecimiento de la empresa en el futuro.

Esta nueva fábrica, llamada Romero II, se terminó a inicios de 2020 y sus instalaciones han permitido aumentar la capacidad de producción en un 30%, «pero además dan la posibilidad de seguir creciendo -apunta Francisco Romero- hasta las 100.000 tm / año».

Cuando se le pregunta el por qué siempre se ha mantenido la producción en Daroca, Romero lo explica de una forma muy sencilla: «Así fue el deseo del fundador Manuel Romero y las siguientes generaciones lo hemos respetado».

Francisco Romero, actual director general de la empresa aragonesa / Pastas Romero

Hoy, Pastas Romero es una de las grandes empresas familiares aragonesas, que nunca ha abandonado sus orígenes y contribuye a la fijación de población en Daroca. Con más de 100 empleados, su facturación alcanza los 37,5 millones de euros y exporta el 20% de una producción, que actualmente se sitúa en torno a las 57.000 toneladas.

Y, como no podía ser de otra manera, la principal materia prima que utilizan, la sémola de trigo duro, procede fundamentalmente de Aragón, compitiendo de tú a tú con las grandes compañías de pasta de Italia.