Okupación de inmuebles, poca iluminación en las calles, solares que son escombreras, edificios abandonados y locales vacíos son los ingredientes de la decadencia del sector Zamoray-Pignatelli. Los vecinos de esta área del Casco Antiguo de Zaragoza (en el barrio de San Pablo o el Gancho) están hartos de una situación insostenibleEn la lucha por dar una solución global a un problema global trabajan tanto asociaciones de vecinos como de comerciantes, que están en continuas conversaciones con el Ayuntamiento de Zaragoza

Una de estas entidades es Calles Dignas, plataforma vecinal surgida hace tres años y constituida en asociación hace uno. Es la que está detrás de las pancartas que desde hace una semana se pueden ver en los balcones de las calles de este sector de Zaragoza. “Por un barrio rehabilitado y habitado” es el eslogan de esta campaña que se mantendrá sine die, hasta que el problema se solucione.

Es la manifestación visual de una serie de peticiones que se han elevado a Urbanismo y que atienden mejor, desde su punto de vista, a la situación de decadencia de la zona. “Queremos volver a llamar la atención sobre el barrio. Se han llevado a cabo mejoras en temas de seguridad con buenos resultados, como la instalación de cámaras de vigilancia, pero hace falta una actuación más global”, explica Víctor Gené, representante de Calles Dignas. “El barrio necesita que se invierta en edificios y se rehabiliten los que están abandonados. Lo mismo en los solares, que están en muy malas condiciones y donde se podrían construir viviendas. Con esto se conseguiría que viniera gente diversa a vivir, de distinta clase social y procedencia. En ningún barrio es bueno que haya poca mezcla tanto a nivel social como económico y en este, siempre ha habido una mayoría de vecinos con  pocos recursos”, añade.

En este sentido, el área de Urbanismo ha planteado un Plan Especial de Protección y Mejora (PEPM) de Zamoray-Pignatelli, cuyo fin es la regeneración y la rehabilitación urbanística y arquitectónica de la zona, favoreciendo una mejora de los espacios libres, equipamientos públicos y edificios privados que ahí se emplazan. Actualmente, se está modificando la estructura de las acciones dentro de dicho plan, según la demanda vecinal de comenzar la intervención no desde la iglesia de Santiago, como se establecía en un principio, sino desde dentro del barrio. “La zona más próxima a César Augusto no es la prioritaria”, asegura Gené.

Otros puntos de la reivindicación de Calles Dignas son la adquisición por parte del Ayuntamiento de cuatro solares abandonados en las calles de Pignatelli, Cerezo, Zamoray y Agustina de Aragón para construir viviendas; que se habilite un local de la calle Zamoray para usos múltiples de los vecinos; y que los grandes tenedores (Sareb y Coral Holmes, en este caso) cedan dos fincas de la calle Pignatelli para rehabilitar los edificios y que pasen a formar parte del fondo de vivienda municipal.

Pancartas en los balcones de varias calles del sector Zamoray-Pignatelli como protesta. / HOY ARAGÓN

El Ayuntamiento se ha mostrado receptivo con las peticiones y el consejero del ramo reconoce la precariedad de la situación. “La realidad es que todos los vecinos se quejan y lo hacen con razón”, asume Víctor Serrano, consejero de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza, a HOY ARAGÓN. “La modificación del plan de intervención en el sector Zamoray-Pignatelli ya se está tramitando para aprobarlo cuanto antes”, añade. Para este año, según indican desde Urbanismo, se cuenta con dos millones de euros de presupuesto, que se destinarán a la regeneración de la zona. Siguiendo también sugerencias vecinales, desde el Consistorio se ha hablado con Endesa para que, cuando se lleven a cabo las obras, se soterren los cables de la luz. “De esta manera se evita que se produzcan empalmes ilegales”, matiza el consejero.

«SE OLVIDAN DEL ASPECTO SOCIAL»

Para Eddy Castro, presidente de la Asociación Vecinal Lanuza Casco Viejo estas acciones que propone el Ayuntamiento no son suficientes. “Se centran en materia urbanística pero se olvidan del aspecto social. No contemplan un acompañamiento para todo el movimiento de personas que va a implicar el plan”, denuncia. “¿Dónde se va a reubicar a los vecinos mientras se ejecute todo? ¿Qué acciones sociales se van a organizar para dinamizar la zona?”, se pregunta Castro.

Procedente de Guatemala, llegó a Zaragoza hace 16 años y vive en la calle Boggiero desde hace 15. Eddy Castro ha visto y vivido cómo ha ido evolucionando el barrio y lamenta la estigmatización que se está haciendo de él. “Hay problemas de ocupación y drogas pero no es la única zona de la ciudad donde pasa esto”, explica. “Desde mi punto de vista, la situación ha ido a mejor, gracias a programas sociales, a la colaboración de las instituciones municipales y a un plan integral del Casco Histórico que ahora se quieren cargar”, comenta, en relación al proyecto actual de Urbanismo, que solo se centraría en este aspecto.

A la decadencia de calles y casas se suma que en esta zona el comercio ha dejado de existir. “Tener calles sin tiendas dificulta que se asiente más población en el barrio. Son zonas poco transitadas, poco iluminadas y, al final, peligrosas”, asegura Gené, de Calles Dignas.  

Uno de los pocos locales que quedan abiertos en la zona. / HOY ARAGÓN

Para tratar de recuperar la vida en estas calles, hace dos años la iniciativa El Ganchillo Social, ya desintegrada, realizó una labor de investigación en el sector Pignatelli para averiguar qué había pasado con el comercio en la zona. Noelia Bribián fue una de las encargadas del proyecto. “La decadencia empezó en los años 80 y, a partir de los 90, fue el declive. Una de las principales causas señaladas es la dejadez administrativa hacia el barrio, lleno de casas viejas y deterioradas. Además, se adquirieron muchas propiedades por parte de empresas que no las están cuidando. Eso impide la propia vida de la calle y del barrio porque la sensación que da una casa en ruinas y un local vacío impacta negativamente”, explica.

Aunque el informe no es reciente, la situación no ha mejorado. “Había panaderías que cerraron y ya no se han vuelto a abrir. Y así con otros negocios que se fueron yendo a otras zonas para hacer piña. Por ejemplo, una papelería que se trasladó a Conde Aranda y otra tienda que había en la esquina de Pignatelli con Ramón y Cajal también se mudó”, comenta Bribián.

Con esta situación, los agentes sociales de la zona se sienten impotentes. “Aunque intentemos animar a la gente para que se asiente aquí es imposible. No van a venir familias o personas jóvenes con una situación problemática en el barrio”, lamenta Gené. Además, augura que lo peor está por llegar: “Durante el otoño y el invierno se da una especie de calma chica porque el frío no invita a salir de casa. Pero ahora, el buen tiempo hace que se viva más en la calle, lo que incrementa los problemas”.

En cuanto a la hostelería, El Pajarcico, El Casinico, El Clara, El Millán o El Mesón del Pimiento son algunos de los bares que durante años fueron referentes en la ciudad. Lo fueron en los 60-70, cuando la zona estaba llena de comercios. Había carnicerías, relojerías, zapaterías… Nada que ver con la situación actual, cuando hay quienes prefieren dar un rodeo para no pasar por la calle Pignatelli y aledañas. Quién lo diría, tratándose de vías peatonales, cómodas y agradables para el paseo. Pero las situaciones que se viven en algunos sitios clave del sector, con peleas, discusiones, agresiones o robos, no acompañan y juegan en contra del deseo vecinal de devolver al barrio su popularidad y buen ambiente del pasado.