El Pirinero aragonés experimentó el pasado mes de febrero un episodio que ha llamado la atención de los investigadores: polvo en suspensión procedente del Sáhara cubrió de color rojizo la nieve en zonas como el valle de Benasque. Se trató de un evento singular y muy intenso y, hoy,  el Instituto Pirenaico de Ecología (IPECSIC) ha podido medir su magnitud y distribución geográfica.

Los resultados muestran que el Pirineo aragonés aparece como una de las zonas más afectadas, con registros de entre 16 y 33 gramos de polvo por metro cuadrado en el valle de Benasque, 17 g/m2 en Astún, 12 g/m2 en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, entre 8 y 9 g/m2 en Ena y Almudévar, 7 g/m2 en Zaragoza, y valores entre 2 y 5 g/m2 en el Pirineo navarro, Cataluña y Baleares.

En suma, solo este episodio ha supuesto más del 80% de polvo depositado en toda la Península durante 2021. Para los investigadores, se trata “sin duda de un fenómeno extraordinario del que no constan precedentes cercanos” y cuyas consecuencias están pendientes de evaluación, aunque la fusión acelerada de la nieve podría ser la más inmediata.

El polvo sahariano es un tipo de aerosol de origen natural que no se debe confundir con la arena. Es polvo mineral que procede del norte de África cuyas partículas son de tamaño mucho más pequeño. Los procesos de emisión de estas partículas son más o menos complejos, y se producen desde la microescala (por ejemplo, a partir de pequeños torbellinos de polvo) hasta la macroescala (afectando a extensiones de centenares a miles de kilómetros cuadrados).

RESPONSABLE DE LAS «LLUVIAS DE SANGRE»

En general, cada vez que la península recibe una masa de aire que contiene polvo sahariano, este permanece en el aire unos tres o cuatro días, tras los cuales una nueva masa de aire que reemplaza a la anterior limpia la atmósfera de este tipo de aerosol. En algunas ocasiones, la simultaneidad de polvo sahariano y precipitaciones provoca las famosas “lluvias de barro” o “lluvias de sangre” que el pasado invierno dejaron estampas cuando menos llamativas sobre la nieve del Pirineo.

“La geografía de nuestro país es tan singular que favorece un fenómeno curioso”, comenta Jorge Pey, investigador de ARAID en el Instituto Pirenaico de Ecología y líder del proyecto POSHAPHI. “La zona que registra mayores tasas de deposición de polvo sahariano es una de las zonas en las que la frecuencia de oleadas de polvo es menor: los Pirineos. Esta cordillera, con picos de más de 3.000 metros de altura, actúa como una barrera natural que favorece el lavado de la atmósfera en ambos lados. En su vertiente sur se lava de contaminantes emitidos o transportados desde el sur, como por ejemplo el polvo sahariano», añade.