En los doce años que lleva abierta la guardería de Sástago, Marta Sanz es la primera persona que la elige para realizar sus prácticas formativas. Tiene 25 años y para ella poder vivir de nuevo en su pueblo es un lujo. No entiende cómo hasta ahora nadie más ha querido completar su formación allí. “Todos han preferido hacer las prácticas en un centro cualquiera con tal de vivir en Zaragoza”, asegura.

Pero para ella, la vida en la capital está sobrevalorada. “A mí me gusta el pueblo y la tranquilidad y no echo nada de menos vivir en Zaragoza”, asegura. Hasta hace unos meses, residía en un piso de su familia en la ciudad, mientras estudiaba el Grado Superior de Educación Infantil». Pero llegó el momento de elegir guardería para las prácticas y Marta no se lo pensó dos veces. 

Reconoce que entre semana, sobre todo en invierno, el pueblo está prácticamente muerto y muchas veces, aunque quisiera salir a tomarse algo, no podría. Pero para los jóvenes que, al contrario que ella, se fueron de Sástago para estudiar y no han vuelto, tiene un mensaje claro: “La vida de lunes a viernes es igual de tranquila en el pueblo que en la ciudad y no se echa nada en falta”, asegura. “Siempre animo a cualquiera a que regrese porque, al fin y al cabo, aquí está tu casa de toda la vida y tu familia”, añade. “Nos tuvimos que ir por obligación, porque aquí no se podía seguir estudiando, pero ahora no hay motivo para no volver”, sentencia.

Sástago tiene una población de unas 1.800 personas y, aunque no sea un pueblo demasiado grande, hay prácticamente de todo. “Tenemos supermercado, tres panaderías, un taller mecánico, un estanco, peluquería, farmacia y varios bares”, enumera Marta. Los servicios básicos están cubiertos, sin necesidad de tener que desplazarse para las compras del día a día.

Pero la asignatura pendiente sigue siendo, como en muchas otras zonas del medio rural aragonés, la cobertura de móvil y la conexión a internet. “Durante el confinamiento tenía que conectarme a clases online y no podía. Para abrir un simple correo electrónico esperaba cinco minutos”, relata Marta, que finalmente optó por comprar una tarjeta de móvil con datos ilimitados para poder navegar algo mejor.

Pese a estos pequeños contratiempos, Marta no cambiaría por nada poder seguir viviendo en Sástago. “Si pudiera, abriría aquí mi propia guardería sin dudarlo. Tengo incluso pensado el nombre que le pondría desde los tres años”, asegura esta amante de los niños. Pero de este sueño a la realidad hay un buen trecho ya que la población infantil en el pueblo no es tan elevada como para necesitar otro centro de este tipo.

El actual es del Ayuntamiento y a él acuden niños de 1 a 3 años. Al principio del curso, había cuatro inscritos pero actualmente la cifra ha subido a nueve. Un volumen ya considerable que ha hecho que la estancia de Marta durante sus meses de prácticas haya sido un gran apoyo para Carmen, la encargada del centro.

Pero las prácticas de Marta finalizan en unas semanas y, aunque no se quiere ir del pueblo por nada del mundo, ya está pensando en las posibles alternativas. “Intentaré que me contraten para el servicio de ludoteca de Sástago en verano y de cara a septiembre, quiero empezar la carrera de Magisterio de Infantil en Huesca”, explica.

Tan pocas ganas tiene de volver a vivir en una ciudad y dejar atrás su Sástago del alma que incluso se planteaba cursar sus estudios a distancia. “Ha sido mi madre la que me ha insistido en lo contrario”, reconoce. Aun así, esté donde esté, Sástago siempre la verá volver cada fin de semana y siempre que tenga unos días libres.