Según narra la tradición, la Basílica del Pilar se alza en el mismo lugar en el que la Virgen María se apareció al apóstol Santiago un 2 de enero del año 40 de nuestra era. En torno a la columna en el que la Virgen se apoyó, se erigió una capilla en su honor que con el tiempo se convertiría en el Pilar que rigió la vida de la ciudad durante siglos, convirtiéndose en su símbolo más internacional.


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Si el entorno de la plaza del Pilar es el centro político y religioso desde la fundación de la ciudad por los romanos, el templo dedicado a Santa María del Pilar ha sido uno de los centros en torno a los cuales ha girado la vida de los zaragozanos desde su construcción. Según se narra en un manuscrito de 1297 de los Moralia,  sive Expositio in Job de Gregorio Magno, tras la aparición de María, Santiago y los siete primero convertidos levantaron una pequeña capilla para acoger la columna, siguiendo los deseos de la Virgen.

Al margen de este testimonio del siglo XIII; sí que hay documentos del siglo IX que afirman que durante la dominación musulmana, en Saraqusta existía una iglesia mozárabe dedicado a Santa María en torno a la cual vivía una de las comunidades cristianas de la ciudad. Este templo debió de existir también en época visigoda, ya que los gobernantes islámicos no autorizaban construir iglesias nuevas. Tan solo permitían que siguiesen funcionando las que ya existían antes de la conquista islámica.

El propio Jerónimo Zurita, Cronista Mayor del Reino, afirmó en uno de sus textos que aún estando bajo el yugo de los moros, la iglesia de Santa María era el templo más venerado de toda España.

Tras la conquista de la ciudad por el rey Alfonso I El Batallador en 1118, y tras convertirse en capital del reino de Aragón, la vieja iglesia mozárabe (las crónicas afirman que el edificio amenazaba ruina seguramente por la escasez de medios económicos de los cristianos que vivían en la Saraqusta musulmana), se reparó para acoger a la diócesis de Zaragoza, hasta que se produjo la transformación de la vieja mezquita en la nueva seo de la capital aragonesa.

Tras recibir numerosas donaciones de nobles, papas y reyes, finalmente sobre el viejo templo mozárabe se construyó un nuevo templo románico, finalizado en el siglo XIII. De aquel viejo templo queda únicamente un tímpano que se integró en la fachada del templo barroco que podemos ver en la actualidad.

EL TEMPLO GÓTICO-MUDÉJAR

En 1293, y ante el mal estado del templo románico, la ciudad decide sustituirlo por una iglesia más moderna y amplia que reflejase las nuevas modas constructivas. Por aquellos años, en 1299, hay una declaración de los Jurados del Concejo de Zaragoza que concedía indulgencias a los peregrinos que aportaran limosnas.

En 1434 se produjo un incendio que provocó graves daños en el templo, destruyendo incluso la la capilla de la Virgen. Fue en ese momento cuando se comenzó la construcción del nuevo templo en estilo gótico mudéjar. Las obras se prolongaron hasta 1518.  Ese edificio contaban con un coro y con un retablo que por suerte todavía se conserva: el alta mayor construido por Damián Forment.  Esta imagen del templo gótico-mudéjar es el que más ha perdurado en la memoria colectiva de la ciudad por haber aparecido en obras como la Vista de Zaragoza de Juan Bautista Martínez del Mazo (Museo del Prado). Hecha de ladrillo, su exterior responde a los mismos criterios de otras iglesias mudéjares zaragozanas.

Basílica del Pilar

El Pilar gótico – mudéjar se contempla en esta vista de Zaragoza de Juan Bautista Martínez del Mazo

A finales del siglo XVII, surgió la necesidad de construir un nuevo templo en estilo barroco para dar respuesta a la devoción popular y al crecimiento de la ciudad. Las obras del templo comenzaron en el último tercio del siglo, recibiendo un fuerte impulso de manos del virrey Juan José de Austria. El rey Carlos II también participó en la financiación de las obras.  En 1674, el Cabildo Metropolitano asumió las obras del nuevo templo, y lo ascendió al rango de catedral. Desde ese momento, Zaragoza tendría dos catedrales: la Seo, y el Pilar.

En 1750, Ventura Rodríguez revisó el proyecto para introducir cambios y adaptarlo al estilo neoclásico que comenzaba a imperar en la época. Dentro de sus aportaciones, destacan especialmente la creación de la Santa Capilla, el templete que acoge en la actualidad la imagen de la Virgen y el Pilar que la sustenta. De esa época es también el famoso Coreto de la Virgen, cuya bóveda fue pintada por Francisco de Goya en 1772.

ESTO ES MÁS LARGO QUE LAS OBRAS DEL PILAR

Aún así, las obras no acabaron en aquella época. De hecho, la popular frase ‘Esto es más largo que las obras del Pilar‘ hace referencia a la extensión de las obras a lo largo de los siglos. De hecho, el Pilar no se terminó hasta 280 años después, cuando en 1961 finalizaron las obras de las dos torres situadas a la ribera del Ebro, construidas por el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro bajo el patronazgo de Leonor Ruíz Sala y Francisco de Borja y Urzáiz.

Antes de esa conclusión, debieron erigirse en los siglos XIX y XX la gran cúpula central, el resto de cúpulas que se distribuyen por la cubierta (la última se levantó en 1872), las linternas, y las dos torres que enmarcan la actual plaza del Pilar. A partir de 1950 se procedió a la ornamentación exterior con los pórticos de las puertas, columnas corintias, o el nicho sobre el que el escultor Pablo Serrano esculpió su Venida de la Virgen en 1969, o las esculturas que rematan la fachada de la plaza del Pilar que representan a santos aragoneses, ejecutados por Antonio Torres Clavero y Félix Burriel Martín.


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Y aunque pueda parecer que el Pilar está acabado, lo cierto es que todavía faltan por decorar varias cúpulas de su interior. El último proyecto para pintar una de esas bóvedas fue impulsado por la Fundación Arte y Gastronomía para que Antonio López. Finalmente, el cabildo metropolitano rechazó la propuesta al considerar que no era adecuado para la basílica, por lo que la idea quedó en agua de borrajas.