La pandemia está poniendo en jaque a sectores productivos que no deberían verse afectados, pero que indirectamente sufren el impacto de la crisis. Un claro ejemplo es el de la Alfalfa, donde Aragón es líder al aportar el 55% de la producción nacional. En su formato desecado, la alfalfa es fundamentalmente vendida en el extranjero: las exportaciones suponen en torno al 80% de la producción, principalmente a Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y China.


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La campaña 2020/2021, a punto de finalizar, ha sido excelente. Según indica la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada (AEFA), la producción aproximada será de 1.450.000 toneladas, lo que supone un crecimiento del 3% respecto a la campaña anterior.

El problema viene con la distribución. Como denuncian desde la organización que congrega a los productores, la pandemia ha traído consigo el colapso del transporte marítimo de mercancías: «Nuestro sector está sufriendo cancelaciones de barcos, problemas de equipos y de espacio en buques, lo que está condicionando la entrega a nuestros clientes internacionales», apuntan desde la asociación.

La situación es tan grave que «condicionará notablemente la salida de la crisis económica en Europa derivada de la pandemia», consideran. En la actualidad hay disponibles pocos contenedores y están mal repartidos, almacenados en puertos que no los necesitan, cuando en otros existe una gran necesidad no pueden contar con ellos.

El sector reclama que se tomen medidas, dado que la situación puede condicionar las ventas internacionales. Sobre todo si continúa la escasez de equipos y la escalada en los costes de los fletes marítimos.