En un periodo con tantas incógnitas, tomar el pulso a la opinión de los directivos aragoneses puede dar indicios de cómo se comportarán las empresas en este 2021 marcado por la pandemia. En la XI Convención de Directivos de ADEA, celebrada en diciembre, se pusieron de manifiesto algunas de las cuestiones que serán clave en los próximos meses, tanto desde el punto de vista político como empresarial: el acceso de los jóvenes al empleo, el reto de la transición energética y la inevitable digitalización hasta cotas máximas.


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A las puertas de la publicación de una nueva encuesta de ADEA, el presidente de la Asociación de Directivos y Ejecutivos de Aragón, Salvador Arenere, da las pautas de cómo se enfrenta el sector empresarial a la realidad desafiante de 2021.

¿Puede adelantar algún detalle de la valoración que tienen los directivos aragoneses de la situación económica actual?

Analizando las primeras valoraciones, detectamos una preocupación creciente por la situación económica, si bien hay sectores que se han comportado bien. Las dos ventajas de Aragón son la industria, con una presencia en el PIB por encima de la media española, y el sector agroindustrial, que está creciendo y lo va a seguir haciendo, aunque es verdad que se está viendo especialmente afectado por la situación generada por el Brexit.

18.962 ERTEs en 2020 en Aragón. ¿Es una tendencia que va a continuar en 2021?

La mayor presencia de los ERTEs se está dando en los sectores del turismo, la hostelería y el comercio. En lo que respecta a la automoción, creo que los ERTEs se han resuelto mayoritariamente con la vuelta al trabajo. No obstante, las cifras de ventas de vehículos no son buenas. En Aragón se han comportado mejor que en la media española, pero lo que se fabrica aquí se vende en muchos mercados, y uno de ellos es el británico, por ejemplo, con el problema añadido del levantamiento de aduanas.

En todo caso, el sector de la automoción ha ido perdiendo presencia en el PIB aragonés y la interdependencia es menor gracias a la diversificación de nuestra economía.


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Respecto a estos cambios en el tejido productivo, ¿es la pandemia una oportunidad para acelerarlos?

La crisis de 2008 trajo consigo una reacción en las empresas aragonesas: el esfuerzo por crecer en exportaciones. Esto ha tenido sus resultados y la presencia en el exterior ha sido un valor al alza.

A día de hoy, uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento es el agroindustrial, pero hay un peligro en que exista un excesivo peso del sector porcino con los procesos que conlleva de tratamiento de purines, etc. Es una cuestión que debe gestionarse con mucho cuidado.

«Cuando tu principal activo es el patrimonio turístico, éste no puede verse menoscabado por determinados proyectos»

Sin duda, otro sector que va a crecer por los proyectos en ciernes es el de energías renovables. Aquí también hay un peligro importante: que se focalicen en exceso las inversiones en zonas turísticas. Teruel ha hecho un gran esfuerzo durante años por generar una oferta importante y cuando tu principal activo es el patrimonio turístico, éste no puede verse menoscabado por determinados proyectos.

¿La gestión política está a la altura en la gestión económica de la pandemia? ¿Cuáles son las principales demandas de los directivos?

En Aragón se inició la gestión desde el consenso, lo cual era oportuno. En ADEA creamos un consejo multidisciplinar de empresarios, profesionales sanitarios e investigadores. Enviamos nuestras propuestas a las distintas administraciones y tengo que decir que el órgano que más interés mostró fue la Vicepresidencia del Gobierno de Aragón de Arturo Aliaga.

El consenso inicial era importante, pero no hay que dejar de llamar la atención en la situación que se generó en verano con la recogida de la fruta. Vivimos momentos en los que Aragón registraba el 50% de los contagios de todo el país, cuando somos menos del 3% de la población. Algo no se hizo bien, y ha tenido un reflejo en fechas posteriores. En enero estamos todavía con cifras de contagios superiores a las que deberían corresponder. La gestión hubiera podido ser mejor.


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La reciente Convención de ADEA puso el acento en la situación de los jóvenes. ¿Qué estímulos deberían concretarse para que no estemos ante una generación perdida?

Nosotros no teníamos previsto inicialmente centrar el congreso en los jóvenes, pero la pandemia puso en evidencia la gravedad, con un paro superior al 40%, y la ausencia del tema en el debate político nos impulsó a hacerlo.

Desde ADEA vamos a poner en marcha que los alumnos de los dos últimos cursos de carrera puedan hacer prácticas ya en empresas. Primero, para que conozcan de manera didáctica antes de acabar los estudios qué es una empresa, el esfuerzo que tiene que hacer el empresario para salir adelante y mantener los empleos. Eso debe conocerlo el estudiante.

Estamos trabajando para ponernos en contacto con las dos universidades aragonesas para llegar acuerdos y que ADEA sea el enlace entre los universitarios y la empresa. Esto permitiría reducir el paro generado por los jóvenes que finalizan los estudios y no encuentran empleo.

«Las nuevas oportunidades las aprovechará el territorio que esté preparado para ellas»

Pero más importante que lo anterior es la orientación: falta asesorar al alumno antes de que elija una carrera. Si se analizan las profesiones más demandadas en los próximos años, muy relacionadas con contenidos digitales, robótica, etc., no se corresponden con el mapa de titulaciones existentes. Los centros educativos deben adecuar sus contenidos, renovarse internamente, porque las nuevas oportunidades las aprovechará el territorio que esté preparado para ellas.

¿Qué están preparando en ADEA para este año?

Vamos a centrarnos en dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, vamos a tratar los sectores perjudicados por la pandemia y la crisis económica. El primero de ellos, con el que ya estamos trabajando, va a ser la sanidad privada.


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