Lo anunció Salvador Arenere en los Premios ADEA celebrados hace unos días. La Asociación de Directivos y Ejecutivos de Aragón tendrá nuevo presidente, tras 17 años, a partir del mes de enero, y éste será Fernando Rodrigo, que hasta ahora ostentaba la Vicepresidencia y ha formado parte de la Junta Directiva de la organización desde 2011.


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HOY ARAGÓN ha querido conocer en profundidad al que va a ser la cabeza visible de una de las organizaciones empresariales más relevantes de la Comunidad, que ha crecido notablemente con el paso de los años y que organiza multitud de encuentros, jornadas y estudios, no sólo en Zaragoza, sino en todo el territorio aragonés.

Fernando Rodrigo, licenciado en Económicas y Derecho, y Máster IESE, ha desarrollado su trayectoria profesional, entre otros lugares, en el Gobierno de Aragón como economista del Presidente bajo diferentes gobiernos, y como director de gabinete del Consejero de Agricultura y Medio Ambiente, etapa en la que también fue consejero en el Instituto Aragonés de Fomento.

Posteriormente fue director general de Nurel y Brilen (Grupo SAMCA) y consejero del Real Zaragoza. Actualmente es director del family office YOLMENCE.

PREGUNTA. Hace 11 años entró a formar parte de la junta directiva de ADEA, ¿en qué ha cambiado la organización en este tiempo?

RESPUESTA. Cuando yo me incorporé en 2011, ADEA ya tenía los genes y la idiosincrasia que tiene ahora. Quizá lo que le faltaba era experimentar este periodo de crecimiento y convertirse en lo que es hoy: una referencia dentro de lo que sería la organización civil.

Yo no he visto que ADEA haya experimentado un gran cambio más allá de los objetivos que en aquel momento Salvador y todo su equipo nos planteamos. El cambio sustancial fue pasar de una pequeña organización que era el Club de Marketing a ser una asociación muy dinámica, organizando actos y eventos de gran aceptación no sólo por parte de ejecutivos y directivos, sino también por parte del público en general.

En ADEA hacemos gala siempre de nuestra independencia: todo el mundo que pueda aportar, que tenga una visión sobre la economía o cualquier aspecto de la empresa que permita a los directivos y ejecutivos obtener información útil para la toma de decisiones, tiene cabida en nuestra organización, sean de la ideología que sean.

Este carácter abierto se ha visto reflejado en algunos de los invitados que han participado en los foros de ADEA. Por ejemplo, el presidente de ERC, Oriol Junqueras. ¿Qué sacan de positivo en estos encuentros?

En el caso de Oriol Junqueras no fue pacífico. Hubo gente que cuestionó esa oportunidad en ADEA de explicarse. Personalmente, yo a Oriol le dije que en la parte de las ideas, en el pensamiento político e incluso en el planteamiento económico no podíamos estar en posiciones más distantes, lo cual no quita para que dos personas educadas puedan hablar.

«A Oriol Junqueras le dije que no podíamos estar en posiciones más distantes, lo cual no quita para que dos personas educadas puedan hablar»

¿En todos estos años, qué ha aprendido de Salvador Arenere?

Salvador es una persona yo creo que única, una auténtica locomotora que sabe liderar equipos y contagiar a la gente de sus ideas, y hace que todo el mundo a su alrededor se ponga a trabajar para hacerlas realidad. De él valoro mucho también su independencia, una de las señas de identidad de su impronta personas que creo que es algo que tenemos que mantener. En el aspecto personal, Salvador tiene una virtud que yo valoro mucho en las personas que es la fidelidad. Es una persona con la que se puede contar.

Fernando Rodrigo ha formado parte de la junta directiva de ADEA desde 2011 / ADEA

Con esa visión global con la que contáis en ADEA de la situación empresarial, ¿cómo definiría la situación económica actual?

Es una evidencia que nos encontramos en un momento de gran incertidumbre económica forzada por la situación bélica en Ucrania, aunque no hemos de olvidar que incluso antes de que Putin comenzara a hacer maniobras subversivas cerca de la frontera ucraniana, en Europa ya estábamos sufriendo unos primeros episodios de tensiones inflacionistas y cuellos de botella.

Los propios vaticinios que están realizando todos los observadores económicos apuntan una línea de desaceleración económica clara el año que viene. Si los consensos en España y Aragón hablan de un crecimiento este año en torno al 4% o 4,5%, para 2023 es de crecer la cuarta parte, en el entorno del 1%. Las estimaciones del servicio de estudios del BBVA hablan para Aragón hasta por debajo de ese 1%. Es una caída muy seria en un momento en el que estábamos empezando a resurgir y a recuperar la actividad económica tras el parón de la pandemia.


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Dicho esto, yo soy más optimista que la mayoría del entorno. Antes del verano, antes de irnos de vacaciones, parecía que iban a ser las últimas de nuestra vida y después iba a venir un auténtico hecatombe. Estamos a final de año y no ha sido así.

¿En qué difiere esta crisis a la de 2008?

Es muy diferente a las crisis que habíamos conocido. Por ejemplo, no está castigando al empleo. Cuando hablo con muchos empresarios, lo que percibo es una preocupación por escenario macro pero, cuando les preguntas por ellos, dicen que les está yendo relativamente bien.

Son momentos difíciles, pero no son momentos trágicos. Esta crisis no nos ha pillado en una situación tan vulnerable como en la que estábamos en 2008: las empresas estaban súper endeudadas; los bancos, llenos de activos tóxicos; y las familias acababan de endeudarse para adquirir activos inmobiliarios a precios récord.

Hoy la banca española está saneada, las empresas están mucho más patrimonializadas y autofinanciadas, y el endeudamiento de las familias no ha ido a peor. Estamos preparados más que antes para afrontar un momento de dificultad.

«Percibo una preocupación de los empresarios por el escenario macro pero, cuando les preguntas por ellos, dicen que les está yendo relativamente bien»

¿Y cuál es el principal motivo de preocupación de los empresarios?

En contra del estereotipo que se pueda tener de ellos, están muy preocupados por los trabajadores y las familias que están sufriendo, quizás más que nadie, por la pérdida de renta disponible debido al incremento de precios de los bienes básicos y la energía.

El objetivo es cómo trasladar y mejorar su situación sin que ello genere una segunda ronda de inflación, que es lo que nadie quiere. Se llame pacto de rentas o capitalismo social, el trasfondo es que aquí no puede haber un colectivo que salga terriblemente mal parado.

Precios de materias primas, costes energéticos… ¿cuáles son los inputs que recibís de los empresarios respecto a estas cuestiones que están ralentizando su actividad?

Son causas de carácter coyuntural que afectan a las empresas, pero la mayor parte de estos problemas derivan de circunstancias que, en mayor o menor medida, se pueden corregir.

En el tema de la energía, la guerra de Ucrania y la presión de Putin con el gas ha llegado en un momento en el que Europa y particularmente España se encuentran en un momento de transición. Ahí nosotros hemos tenido un problema de planificación al haber empezado a cerrar centrales térmicas antes de tener una alternativa real.


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Más allá de estas cuestiones, la situación ha enfatizado más la importancia de que nuestro modelo de producción avance hacia una transición verde. Lo que tenemos que hacer es acelerarlo y conseguir que sea una realidad cuanto antes.

«Hemos tenido un problema de planificación al haber empezado a cerrar centrales térmicas antes de tener una alternativa real»

Pero, insisto, son cuestiones coyunturales. La preocupación fundamental de los empresarios obedece a causas que están mucho más imbricadas en el sistema productivo español: somos uno de los países que menos productividad tiene en Europa.

Esa productividad sólo se puede conseguir de dos formas: la mejora de nuestro capital físico -tecnología, digitalización, renovación de los equipos…-, y la mejora de nuestro capital humano.

A este respecto, ¿cómo es posible que el paro juvenil siga siendo muy alto comparado con la media europea y, al tiempo, las empresas alerten sobre la falta de mano de obra?

Es algo que es inexplicable y nuestra sociedad en su conjunto debería reflexionar profundamente sobre por qué, teniendo una tasa de paro del 9% en Aragón, a las empresas les falten trabajadores para poder desarrollar sus funciones. No estamos hablando de qué falte personal para el sector turístico o el de la construcción. Falta personal cualificado en muchísimas áreas y los empresarios se quejan permanente y amargamente de ello.

Tenemos un problema al que en este país no somos capaces de ponerle solución: la conexión entre nuestro sistema educativo y las necesidades de nuestra economía, con un distanciamiento importante entre la formación de los alumnos y lo que requieren las empresas, y con una falta de colaboración con el mundo de la universidad y la formación profesional.

Me consta que todo el mundo, particularmente las instituciones educativas, están haciendo todo lo posible, pero es evidente que es un esfuerzo insuficiente. En el hecho de que en nuestro país haya existido esta alternancia política entre el centro-derecha y la centro-izquierda, y que cuando hayan llegado al poder cambien la ley de educación desde luego no ayuda a que tengamos un modelo estable sobre el que poder construir.

«Tenemos un problema al que en este país no somos capaces de ponerle solución: la conexión entre nuestro sistema educativo y las necesidades de nuestra economía»

Es un drama que una tercera parte de nuestros jóvenes menores de 25 años no tengan trabajo. Tenemos que integrar el sistema educativo en las necesidades de empleo. Para los chavales es frustrante estudiar y luego darse cuenta de que no tienen una salida profesional.

Relacionado con esto, ¿qué opinión le merecen las ayudas sociales que existen para las situaciones de desempleo?

Tenemos un problema en su definición. Quede claro que no estoy criticando que se ayude a las personas sin empleo o sin recursos, pero es evidente que hay un efecto colateral en estas ayudas que está desincentivando el trabajo.

Todos los que estamos en el mundo de la economía, sin excepción, hemos encontrado casos de personas que te dicen que les interesa que les despidas para poder cobrar ayudas y luego te solicitan «trabajillos» bajo mano porque les sale mejor.


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Esto es una realidad. O cortamos radicalmente la economía sumergida o reestudiamos los incentivos de ayuda a los colectivos vulnerables, porque no sólo les están ayudando, también están desincentivando a personas que podrían formar parte del tejido productivo a que se integren en él.