La construcción y explotación de la nueva Romareda parece que está cada vez más cerca por el buen hacer del Ayuntamiento de Zaragoza. Los trámites urbanísticos que dependían del consistorio han salido adelante y sólo falta conocer quiénes serán los interesados en obtener el contrato de construcción y explotación mediante una licitación pública, con transparencia y concurrencia. Sin embargo, los palos en las ruedas siempre salen a relucir entre el ruido de la campaña electoral de cara al próximo 28 de mayo. Las dudas sobre la judicialización o la sombra de asuntos jurídicos por resolver fruto del puro interés partidista provocaría el fin del proyecto. Esta es la pura realidad.

Desde hace meses, cuando por parte del PSOE y de parte de la izquierda se ponía en duda el proyecto de construcción de un nuevo estadio, o incluso la duda sobre el plan deportivo de Jorge Mas y el resto de inversores como hizo públicamente en un tuit Javier Lambán, los propietarios del Real Zaragoza sopesaron la idea de mandar todo a tomar viento. ¿Para qué aguantar los insultos o desprecios de cuatro políticos de una ciudad mientras están dispuestos a invertir más de 140 millones en un estadio o incluso a sanear las cuentas de un club histórico? Que en ese camino hacen negocio buscando una rentabilidad, claro. Como haría cualquiera.

La verdad es que las piedras en el camino o las zancadillas mal intencionadas de parte de la política, especialmente del PSOE y su gestión en la oposición de Zaragoza, provocan que incluso el propio Jorge Mas planteara echar por tierra el proyecto que tiene para el club. Más de una llamada ha recibido Javier Lambán de los inversores y propietarios del club a raíz de su tuit dudando del proyecto deportivo, para avisarle de que no están aquí por amor al arte, y mucho menos para ver como la política de peor nivel echa al traste semejante proyecto para poner en el mapa a la ciudad y al Real Zaragoza. Estos inversores que cuentan con negocios e inversiones millonarias por medio mundo no son ni los ‘Agapitos’ que apadrinó el PSOE ni los ‘Mariano Casasnovas’ de turno. Su experiencia en la gestión de inversiones y en la parcela deportiva con proyectos de clubes está más que contrastada.

De hecho, la llegada al Real Zaragoza del multimillonario americano Jorge Mas y un grupo de inversores, que son propietarios de varios fondos de inversión internacionales, es la mejor noticia para Zaragoza de los últimos años. Estos inversores, y ya propietarios, buscan dar dimensión internacional a un proyecto muerto y ahogado en deuda pero con una afición mayúscula. Porque las inversiones de Amazon, Becton Dickinson u otras de multinacionales en Zaragoza son magníficas y generan cientos de empleos de alto valor añadido, pero la construcción de un proyecto deportivo para el Real Zaragoza (si cuaja de cara a la próxima temporada) y la construcción de un gran estadio para eventos y acontecimientos deportivos será la mejor inversión de las próximas décadas.

Son inversores de prestigio internacional que se fijan en una ciudad mediana de España, en la que siempre nos quejamos de que casi nunca pasa nada con peso a nivel nacional, donde prometen ayudar financieramente la construcción de la Nueva Romareda, lo que aliviará el gasto público; y nos da conexión con otros clubes líderes en sus ciudades donde estos inversores participan, como Miami, Lens o Bogotá; y abren la vía para crear una marca económica ‘Zaragoza’ y ‘Aragón’ en los fondos de inversión que controlan.

Convendría dejarse de política de discurso fácil y de entorpecer grandes proyectos siempre y cuando se cumpla la legalidad y haya máxima transparencia en su adjudicación y explotación. Sea el negocio que sea. Desde la inversión en la unión de estaciones o el desarrollo de un proyecto millonario como Becton Dickinson. Hagamos que aquellos que apuestan por invertir puedan hacerlo. ¿O queremos que cierren la puerta de Zaragoza y Aragón para que terminen yéndose a otro lugar?