Para citarse con Pedro Lozano (Zaragoza, 1989) hay que entrar en su agenda virtual, ver las horas disponibles y, sencillamente, seleccionar una de ellas para fijar una videoconferencia (bueno, él las llama «Cafés con fantasía»). La aureola que envuelve al socio fundador de Imascono tiene ese punto de revolución tecnológica antes siquiera de conocerle.

La visión de apuntar a universos inexplorados requiere de ese punto de rebeldía: no querer hacer lo establecido y cambiar los patrones. Lozano lo hizo ya en segundo de carrera, en 2008, frustrado por el encorsetamiento académico, creando Imascono inicialmente para el diseño de camisetas y con la vocación de que los diseñadores pudieran expresarse sin cortapisas. En 2010 quería desarrollar la web para la marca de ropa y ahí apareció su socio, Héctor Paz. «Los astros se alinean en algunos momentos y en 2010 hicieron que se encontraran dos personas jóvenes con ganas de comerse el mundo», explica Pedro.

Deben seguir queriendo comérselo, porque desde entonces no han parado y hoy Imascono poco o nada tiene que ver con ese big bang que los impulsó. Hoy Pedro no habla de camisetas, sino del metaverso, de realidad aumentada y de lo que será la Internet en unos años. Es difícil distinguir entre visionarios y locos; es posible que ambas características vayan juntas y se opte por una u otra dependiendo del éxito de la visión y/o locura. En el caso de Pedro, de primeras, no se aprecia ni lo uno ni lo otro: parece el chico bueno de clase hasta que le miras los pies y ves una zapatilla de cada color. Formal y desenfadado, un Zuckerberg aragonés.

EL CAMBIO LLEGÓ POR TWITTER

Un mensaje de Twitter puede cambiar el rumbo de una empresa. En el caso de Imascono, así fue. Y venía nada menos que de Disney. «Éramos unos pipiolos de 25 años y de repente estábamos envueltos en un proyecto  que triplicaba o cuadruplicaba la dimensión de lo que habíamos hecho hasta entonces», explica Pedro. El sueño de cualquier millenial: trabajar con la matriz de Marvel y Star Wars, en un proyecto innovador y creativo, con partners como Telefónica y la figura de Ferrán Adrià.

«Competíamos con agencias multinacionales que trabajaban con Disney habitualmente y contaban con equipos de centenares de personas, mientras que nosotros éramos 10 o 12«, recuerda. La propia Disney reconoció que no creían que pudieran cumplir los plazos, pero se ganaron su confianza. El proyecto fue un antes y un después para Imascono: «Dejamos atrás esa sensación de sentirnos más pequeños y vimos que lo importante es la calidad y la creatividad«, señala. De hecho, «el tamaño incluso jugó a nuestro favor, construimos en una semana un prototipo de app viable, que Disney y Telefónica pudieron tocar», explica Pedro.

Con la reválida superada con nota, Imascono ha logrado hacerse un nombre en el ámbito del metaverso y las tecnologías de realidad aumentada, soluciones que van a más y que serán las responsables de que la manera de relacionarse de las empresas con sus clientes y empleados no vuelva a ser la misma en los próximos años. «Si algo tiene el metaverso y la realidad extendida es ese efecto wow«, destaca Pedro. Aplicado al marketing, por ejemplo, expande todo lo visto hasta ahora y fluye paralelo a las nuevas demandas sociales. «Lo que queremos las personas y usuarios es vivir experiencias que nos conecten con las marcas», opina. De ahí surgieron conceptos que en ocasiones se han tomado como peyorativos porque realmente iban un paso más allá y ahora ya están con nosotros. La gamificación es el mejor ejemplo.

ALCANZAR LA EMOTIVIDAD

Lo gamy funciona porque «gracias a las tecnologías interactivas podemos lograr que los usuarios sean realmente el centro«, apunta el socio de Imascono. Y ya sobrepasa la mera curiosidad por lo nuevo, alcanzando un hito que todas las artes necesitaron para ser consideradas mainstream: la emotividad. «Hemos logrado realizar experiencias emotivas, conectando emoción y tecnología«, remarca.

Pero estas tecnologías pueden ir más allá del marketing y otro de los ámbitos con más desarrollo es la educación. En Imascono ya han trabajado, por ejemplo, en una aplicación para veterinaria, disponible en 7 idiomas y distribuida por todo el mundo. En el sector industrial será clave lo que Pedro llama «operario aumentado», tecnologías que facilitarán la comprensión y el aprendizaje en los puestos de trabajo, sin necesidad de que tenga que ocuparse un formador.

La compañía aragonesa está en ese alambre que la innovación supone: elegir aquellos proyectos que realmente tienen potencial, que rompen con el futuro haciéndolo presente. Hasta ahora no han equivocado el paso; como ejemplo está su app educativa Chromville, con presencia en más de 120 países y más de 1 millón de descargas desde lugares remotos como Corea del Sur o Kazajistán. No está mal para dos «pipiolos» a los que no se les quitan las ganas de comerse el mundo.