«Seis individuos han entrado en mi negocio esta tarde a plena luz del día«, así contaba Bea en redes sociales lo que le acababa de suceder. Lleva cinco años y medio al frente de un negocio de ‘Escape Room’ en la céntrica calle de Predicadores, en el barrio de San Pablo de Zaragoza.


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«Habían destrozado macetas que puse en la puerta principal de Predicadores pero forzar la puerta de emergencia en la trasera de la calle Casta Álvarez y entrar…», relata la dueña de este negocio. Al oír los ruidos en la zona trasera del local se encontró, según relata a HOY ARAGÓN, a seis jóvenes que, tras intentar sujetar a uno, acabaron huyendo. «Me rompieron las gafas tras tirarme al suelo y golpearme y escaparon. Les perseguí por los alrededores hasta que se separaron en dos grupos», recuerda Bea.

«SIGUEN ESTANDO AHÍ»

Esta zaragozana cuya familia sobrevive gracias a un negocio que, según relata, no va mal, denunció este hecho a la Policía. «Los agentes se personaron allí y les conté lo sucedido. Pasaron dos días y no tuve noticias. Días después me di una vuelta por la zona para ver si por casualidad me los encontraba y así pasó», cuenta Bea.

Ella pudo identificar a dos de ellos que, junto a otros menores, estaban en una plaza cercana a su negocio. «Avisé de nuevo a los agentes, que volvieron al lugar identificaron a los jóvenes, la mayoría menores de edad, incluso alguno menor de 14 años«, recuerda.

Así quedó, según esta empresaria de Zaragoza, porque la Policía le explicó que no podían hacer más en ese momento. Bea presentó un parte de lesiones e imágenes de la puerta reventada. «Soy autónoma y cumplo con todas mis obligaciones en pandemia además de pagar religiosamente los impuestos. La Policía no me da ninguna esperanza por el hecho de ser menores, por eso vivo con ansiedad y con un espray de pimienta en la mano. Esto no es vida».


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Denuncia que estos jóvenes siguen estando ahí y teme que pueda volver a repetirse algo similar con otro resultado. «El día que sucedió seguí trabajando por que tenía grupos concertados y terminé sobre las once de la noche. Ellos siguen ahí, pero yo tengo que seguir adelante con mi negocio», se sincera Bea. «No puedo condicionar mi negocio y mi vida a esto que sucedió pero inevitablemente vivo con un nudo en el estómago», añade.