Hacía ya seis días que estaba en paradero desconocido. El dueño de un bar de la calle Bretón, en Zaragoza, había dado aviso al 091 que había encontrado en el baño una pulsera de localización rota e informó a la Policía Nacional del nombre de su titular. En ese momento se dio el aviso a todas las unidades. «Busca y captura para un hombre por un delito de quebrantamiento. Es peligroso y multi reincidente. Ya ha tenido algún intento previo de quebrantamiento de la orden de alejamiento», notificaban desde la sala del 091.

Casi una semana después y todavía no se había dado con un hombre potencialmente peligroso. Desde el Centro de Control Cometa, que monitoriza 365 días al año las pulseras de localización, ya se había dado el aviso, también a su ex pareja, que podía encontrarse en una situación de peligro extremo. «Hablamos de una persona que no estaba localizada y podía hace cualquier cosa, teniendo en cuenta que ya antes lo había intentado«, explica un Policía Nacional que trabaja precisamente en la sala del 091. Hace unos días había pasado la descripción de esta persona y lo que no imaginaba es que iba a acabar deteniéndola.

Según la nota policial, al fugado le constan una decena de antecedentes policiales, entre los que destaca la reincidencia en la orden de alejamiento hacia su ex pareja, la cual ya quebrantó a finales del mes de marzo. Era martes por la tarde, y este policía nacional, que estaba fuera de servicio, salía del gimnasio y paró a comprar algunas cosas en un centro comercial de la ciudad. A partir de ahí se produjo una escena de película. «Yo soy muy bueno para las caras y me quedé mirándole mientras me decía ¡Es él!».

«¡GOOD MORNING, MY BROTHER!»

Este agente, que prefiere mantenerse en el anonimato, fue a saludar como hace siempre a un mendigo de origen nigeriano. «Siempre le digo, ¡good morning, my brother! O algo en inglés por inercia», recuerda. Pero ese día no estaba y en su lugar había otra persona. «No sé si estaba pidiendo o esperando a alguien o algo. El caso es que me quedé observando mientras pasaba y me dije: ¿es él?«, añade. Y si que era él, la persona que días días atrás se había arrancado la pulsera telemática. «Habíamos intentado llamarle desde la sala de 091 pero no cogía el teléfono. Podíamos figurarnos que nada bueno iba a hacer», relata este policía nacional.

En ese momento se puso sin que pudiera verle y llamó a un patrulla. «Al ver el coche se metió dentro del centro comercial; yo les hice una señal a los compañeros y entre detrás de él», dice. «Si no lo sigo, le perdemos», pensó. Así que ambos corrieron y en un momento, en unas escaleras, le alcanzó y lo tiró al suelo para inmovilizarlo. «Forcejeamos y me llevé algún golpe en la mano, pero al final lo inmovilicé», comenta este agente a HOY ARAGÓN.

Al salir, el policía le miró y le dijo: «Eres tú, ¿verdad?». Y el fugado asintió con la cabeza. «Solo hice mi trabajo. Si llega a llevar mascarilla quizá no lo habría reconocido, pero el caso es que las caras siempre se me quedan», relata. Gracias a esa memoria fotográfica y a una reacción casi inmediata, este hombre, de 56 años y con antecedentes, pudo ser detenido y se le ha poner la pulsera localizadora. Ahora, gracias a este agente, habrá una mujer que respirará más tranquila.