La última aparición del presunto asesino de la joven nicaragüense Katia Altamirano en una sala de vistas de la Audiencia Provincial cayendose y dormido delante del juez ha vuelto a traer a las portadas un asunto que llevaba años coleando entre las notas de actualidad. En el último Informe del Plan Nacional Sobre Drogas de 2016 ya se encontraban resultados interesantes. Por ejemplo, que el 30 por ciento de los reclusos en España fuma cannabis a diario, y el 45 por ciento está «enganchado» a los tranquilizantes sin receta médica.


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«Reciben una dosis, por ejemplo, de trankimaciones. Es un ansiolítico que relaja, que les ‘coloca’, con el que están tranquilos. Van guardando y consumen una parte para traficar dentro con otra«, explica Mariano Felipe, responsable de una asociación que se encarga de ayudar a los presos cuando salen de prisión. Lo cierto es que el consumo dentro llegó a tal extremo que la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias puso en marcha una campaña para prevenir el tráfico dentro de las cárceles y evitar que se introduzca con este lema: «Si pasas droga en prisión, tu próxima visita podría ser el cementerio». 

«El problema del consumo dentro son esos acopios de pastillas por la falta de personal sanitario», explican fuentes cercanas al Centro Penitenciario de Zuera. «Quiero decir, por ejemplo, que al no haber personal los repartos se reducen, y en un reparto a un recluso el viernes le dan lo de todo el fin de semana. Ahí se junta con varias pastillas que consume a su antojo o con las que trafica», relatan estas fuentes. Eso, dicen a HOY ARAGÓN, podría haber sido lo que le pasó al único acusado por la muerte de Katia Altamirano. «Llegó un lunes al juzgado demasiado puesto de pastillas que tienen su receta pero que tomadas a la vez te dejan mal», afirman.

«¿Hay droga en prisión? Sí, y eso es una evidencia. ¿Hay colaboración? Es difícil que alguien pase una gran cantidad sin que otros le ayuden», afirma Felipe. el sindicato de Funcionarios de Prisiones ‘Tu abandono me puede matar’, lo achacan a la falta de medios, en especial en las entradas y cacheos. «Una autorización judicial para una radiografía es complicado, y no disponemos de perros o sistemas para ver otras cosas que no sea metálicas», afirman.

«LOS PILLAN CUANDO SE ‘DESEMPETAN’ EN LA CELDA»

Estas fuentes consultadas aseguran que la droga que se introduce en prisión es sobre todo para el tráfico. «Esa droga viene ya pagada fuera y se vende entre los reclusos. Los visitantes o presos una vez dentro se ‘empetan’, se meten la sustancia por algún orificio de su cuerpo, especialmente vagina y ano, y la pasan», relatan.

Los funcionario suelen captar estos pases una vez dentro, por chivatazos de otros reclusos o cuando se ‘desempetan’ en sus celdas. «Hay que anunciar cacheos en celdas y es complejo, pero uno de los momentos en los que los pillamos en cuando se sacan la droga de dentro de su cuerpo y que les han pasado en una visita», dicen estas mismas fuentes.