La historia de la Compañía de María, en Zaragoza, nace de la voluntad y la entrega de unas jóvenes que, guiadas por el ejemplo de Santa Juana, consiguen traer la Orden a nuestra ciudad.

A Zaragoza, la Compañía llega en un momento conflictivo, la peste y la rebelión del principado de Cataluña de 1640, que tanto afectó a Aragón, mantuvo a la mayor parte de la población bajo el yugo del hambre.

Este fue el escenario perfecto para aquellas mujeres que con valentía, decisión, convicción y fe en su destino dejaron su vida pasada para seguir la estela de la fundadora de la Orden de la Compañía de María, Santa Juana.

La ubicación del Beaterio, Iglesia, Convento y Colegio de “La Enseñanza” entre 1697 y 1928 fue el actual tramo final de la calle San Jorge. Allí empezó todo.

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Nueve fueron las jóvenes dispuestas a comprometerse en un apostolado que mejorase la vida de las niñas que vagabundeaban por las calles, entre ellas las hermanas María y Agustina Gordo. El 15 de septiembre de 1697 se constituyeron en Beaterio.

El padre Martínez fue el responsable de redactar las reglas y ordenanzas que lo rigieron siguiendo los principios de la Compañía de María.

«Mujeres que con valentía, decisión, convicción y fe dejaron su vida para seguir la estela de la fundadora de la Orden de la Compañía de María»

Tras quince años de Beaterio, Felipe V, conocedor de la labor de las beatas, decidió establecer un refugio para atender a veinticinco huérfanas de guerra, hijas de militares de sus ejércitos.

En 1712 fundó para ellas el “Real Refugio de Niñas Huérfanas” colocado bajo su patrocinio y renta. Las beatas aceptaron ya que con el terminaban en parte sus estrecheces económicas y no limitaba su idea de convertirse algún día en Convento de la Compañía de María.

En 1744 y gracias a la insistencia de las beatas y la intervención del prelado Ignacio Añoa y Busto, el Beaterio se transformó en Convento de la Compañía de María.

Su fundación fue concedida al Colegio de Tudela del cual llegó, entre otras religiosas, Francisca Croy que asumió la dirección. La comunidad fue creciendo siempre integrada en la ciudad, sufriendo y disfrutando de las mismas circunstancias que el resto de sus habitantes.

La llegada del nuevo siglo trajo la guerra y con ella los dos asedios que entre 1808 y 1809 soportó la ciudad y la Comunidad de la Compañía.

Más de cincuenta bombas impactaron en la iglesia pero las religiosas consiguieron cumplir con su misión y mantuvieron tanto las huérfanas del rey como el instituto de enseñanza pública. El final de la guerra supuso el declive del Real Colegio de Huérfanas. La ciudad destrozada y las arcas del país vacías provocaron la desaparición de esta Institución que nos unió a la Corona española desde 1712 hasta 1835.


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El liberalismo aportó momentos especialmente conflictivos para las órdenes religiosas. Por un lado y desde el punto de vista económico las desamortizaciones, por otro las oleadas de un cada vez más violento anticlericalismo.

Pero no afectó la labor educativa de nuestro Colegio, en 1885 las alumnas externas alcanzaron la cifra de 300 y las profesoras impartían clases gratuitas con una dedicación que admiraba a los padres de la Compañía de Jesús.

El Colegio creció y era necesario ampliar unas instalaciones que se quedaban pequeñas. Tan querido es este Colegio en Zaragoza que las religiosas tienen que abrir un medio-pensionado para cubrir la demanda de plazas y anexionar un edificio contiguo.

«La ciudad destrozada y las arcas del país vacías provocaron la desaparición de esta Institución que les unió a la Corona española desde 1712 hasta 1835″

La Compañía, atenta a todas las innovaciones no dejara atrás las que provienen de la ciencia, el alumbrado eléctrico entra en el Colegio en 1897, pero 1898 trae la oscuridad al país. La pérdida de las últimas colonias, los enfrentamientos sociales y las convulsiones nacionales e internacionales inauguran un siglo XX lleno de conflictos y cambios. Toda una prueba para nuestro Colegio siempre pegado a la tierra y a sus gentes.

El ideal educativo laico comienza a plantearse unido siempre al principio de progreso y gratuidad dejando a un lado el esfuerzo de la Compañía de María por educar e instruir a una población femenina abandonada y arrinconada durante siglos.

En 1903, y con la finalidad de poder seguir manteniendo la gratuidad de la enseñanza para las que no podían pagar, se instituyeron unas clases de “adorno” pagadas.

El colegio debe crecer y cambia de ubicación. Regino Borobio diseñó el edificio del nuevo Colegio que se construyó entre 1925 y 1928 en el céntrico espacio que hoy ocupa. Es un edificio funcional, de gran valor arquitectónico en el que se buscó buena iluminación y capacidad de las aulas.

Nuestro Colegio contaba ya con un edificio nuevo y unas alumnas y padres, que como hoy, se comprometen en nuestra labor educativa.

Así se manifestó en 1933 cuando los padres asumieron la defensa del Colegio consiguiendo que bajo el principio de “Mutua Cultural” pudieran seguir las clases. Años duros, difíciles y tristes llegaron.

Desde septiembre de 1936 a mayo de 1939 el Colegio, a pesar de mantener sus clases, desempeñó funciones de Hospital Militar. El hambre y la miseria que asolaron la posguerra española no impidieron el crecimiento del alumnado cada vez más numeroso.

El Colegio también creció, en 1953 se inauguró la iglesia que todavía hoy sigue siendo referente entre nuestros alumnos. El desarrollismo español precipitó la oferta de estudios y la Compañía de María imbuida siempre del espíritu de Santa Juana evolucionó con los tiempos, a la par que ellos, uniéndose y demostrando que la educación es una actividad viva y vivida.

En cascada irán llegando las autorizaciones para el Bachillerato elemental 1960, la coeducación en 1979, la Integración Educativa de Disminuidos en 1985, el régimen de Concertación General en 1986 y en el curso 94-95 la autorización para adelantar el primer Ciclo de Educación Secundaria Obligatoria…

Hoy seguimos dando servicio a la sociedad zaragozana, cambiar, ampliar nuestros horizontes, superar dificultades, formar chicos y chicas sigue siendo nuestro motor de vida, nuestra razón de ser y nuestro futuro sin olvidar nuestro origen y nuestra pasión educar.

*Mercedes Lasaosa es profesora