Previo al impacto de la crisis COVID-19, este país daba comienzo una nueva andadura legislativa que dejaba bien a las claras que la época previa de permanente campaña electoral, en la que la mayoría de las fuerzas políticas habían estado desde la moción de censura al último gobierno del PP, tocaba a su fin.


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Llegaba el momento de los “baños de realidad” que tanto aquellas fuerzas políticas que sostenían al actual gobierno como quienes prestaron su apoyo a la elección del actual Presidente del Gobierno de España, así como el conjunto de las fuerzas políticas de la oposición, tendrían que gestionar.

Ya no cabía la posibilidad de que ninguna fuerza política siguiera en permanente campaña electoral cuando realmente el escenario había cambiado, por fin contábamos con un gobierno y una oposición parlamentaria con plena capacidad de actuar.

El escenario de salida señalaba una evidente tensión política, en la que las posibilidades de acuerdos entre los dos espacios políticos resultaba difícil, con un serio problema de crisis territorial, en un cada vez mayor alejamiento de los ciudadanos y polarización política de la sociedad (la desinformación y las falsas noticias han ayudado muy mucho a ello), junto a una cierta tensión institucional, sobre todo a la hora de elegir ciertos puestos relevantes en las más altas instituciones del Estado.

Esta “normalidad” tan nuestra, ha sufrido de pronto el impacto de un agente que -carente de ideología, de una bandera, de un partido, de lobbies- ha sido capaz de generar la mayor crisis sanitaria hasta el presente conocida, pero a la vez incidiendo en dicha “normalidad” política.

Estamos ante una pandemia, y por tanto a todos nos llueve por igual, el COVID-19 no distingue y nos iguala en sus efectos que cómo podemos observar son terribles.

«El impacto de un agente que -carente de ideología, de una bandera, de un partido, de lobbies- ha sido capaz de generar la mayor crisis sanitaria»

El impacto del virus está ya generando una crisis sanitaria, pero en un futuro no muy lejano se prevé una nueva crisis económica y social. La CEOE estima que el PIB caerá este año entre un 5% y un 9%, los datos de pérdida de afiliación a la Seguridad Social son dramáticos con alrededor de 833.979 afiliados y a lista de personas inscritas en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) aumentó en 302.265.

Es decir junto a las tensiones ya existentes en la normalidad a la que me he hecho mención se  unen la crisis sanitaria, económica y social. Hay un lema que nuestra sociedad, y seguramente que habrá otros más, no deja de pronunciar que es “Saldremos Juntos”, me cuestiono si nuestros partidos políticos y sus diferentes liderazgos están en esta dinámica de resilencia y de unidad.

Aragón puede ser un buen ejemplo en el que fijar esa búsqueda de la unidad y los apoyos posibles para salir de esta crisis multidimensional que debe ser gestionada desde un liderazgo de escucha y trabajo común.


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Cabe recordar que en Aragón se han firmado acuerdos de naturaleza socioeconómica, que han supuesto la puesta en común y participación de empresarios y sindicatos en la toma de decisiones y la gestión de la actividad y el futuro económico de la comunidad autónoma, sin que el cambio de color político en el gobierno de la comunidad alterará dichos acuerdos firmados en el año 1989.

«En Aragón se han firmado acuerdos de naturaleza socioeconómica que han supuesto la puesta en común de empresarios y sindicatos en la toma de decisiones»

También, el Acuerdo del Pacto del Agua en 1992, que se fundamentó sobre el consenso y con la aprobación unánime parlamentaria y que ha conllevado la puesta en marcha de numerosos proyectos vinculados a tan preciado bien básico para todos, sin olvidar otros “pactos menores” como el acuerdo DGA con el Ayuntamiento de Zaragoza este pasado mes de marzo para desbloquear la situación entre las dos instituciones aragonesas e impulsar las cuestiones pendientes.

Nuestra tierra es un espacio de pactos y de acuerdos, en los que se anteponen a las ambiciones egoístas políticas el objetivo que nos une a todos en esta tierra, sería muy subrayable que nuestra clase política aragonesa pudiera enseñar esta experiencia histórica a aquellos que deben ejercer el liderazgo.

O al menos que éstos pudieran reflexionar sobre cómo algunos somos capaces de asentar nuestra idea de futuro y prosperidad en la unidad de acción política, social y económica sin distinción y desavenencia alguna.