Llevamos más de un mes de confinamiento, y cada vez, la situación me recuerda más a la película “The Turin Horse”, última obra maestra de Béla Tarr, uno de los mejores cineastas de las últimas décadas.

Al comienzo de dicha película se preguntan por el destino que ha sufrido el caballo al que Nietzsche abrazó en la plaza Carlo Alberto de Turín, en el último instante de su vida como filósofo, justo antes de sucumbir a la locura.


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Durante casi dos horas y media, asistimos al fin de la existencia del cochero y su hija, que viven recluidos en su casa, ante lo que parece ser el fin del mundo. El silencio y la monotonía lo inundan todo, un silencio que tan sólo se rompe por la aparición de un extraño personaje, que expone las verdades incómodas.

En estos tiempos de angustia, encerrados entre cuatro paredes, uno necesita conocer esas verdades, por muy incómodas y terribles que resulten. Pero entre tanto “experto” burócrata que asesora a este gobierno incompetente, y sus medios afines, cada vez más sectarios, su blanqueamiento de la realidad se hace insoportable.

El único refugio que nos queda, son algunos medios digitales y las redes sociales, en especial Twitter, dónde uno puede encontrar las opiniones de algunos especialistas e investigadores, que hacen gala de tener espíritu crítico, y todavía no se abrazan, de manera humillante, a los brazos del poder.

«Entre tanto “experto” burócrata que asesora a este gobierno incompetente, y sus medios afines, cada vez más sectarios, su blanqueamiento de la realidad se hace insoportable»

Dicha libertad de información molesta a los que mandan y lanzan a Tezanos y su CIS, a preguntar de manera capciosa a los ciudadanos, para intentar justificar la imposición de una única fuente “oficial”, e imponer la censura a los demás. Quieren montar su propio  NO-DO.

Pero para su desgracia, y sobretodo la nuestra, se han tomado demasiadas decisiones desde el gobierno, que no superan un mínimo análisis crítico y han provocado que en estos momentos, seamos el país del mundo, con mayor número de fallecidos por millón de habitantes.

Empezando por su negligencia al no prohibir cualquier acto multitudinario el fin de semana del 8M, para así poder celebrar sus manifestaciones feministas por toda España. La falta de equipos de protección individual para los sanitarios. La escasez de tests. La descoordinación en la entrega del material.

Las medidas económicas propuestas, que no tranquilizan a nadie. La falta de información. La negación sistemática de la realidad. Y lo que es peor si cabe, no ser capaces de contar a los muertos.

Con tanta incompetencia, es imposible que logren su propósito de silenciar las quejas y lamentos de una sociedad que cada vez está más harta de las noticias que le llegan.


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La crisis sanitaria terminará, no sabemos cuándo, probablemente dure varios meses, tal vez demasiados, pero para entonces la debacle económica puede resultar insalvable, si antes no se toman decisiones acertadas.

«Con tanta incompetencia, es imposible que logren su propósito de silenciar las quejas y lamentos de una sociedad que cada vez está más harta»

La obligación de todo gobierno es gestionar, que consiste en saber rodearse de los mejores. Y los mejores no son los burócratas del ministerio de turno, si no los técnicos y expertos independientes, que no necesitan del ejecutivo para ser reconocidos y respetados por sus colegas.

No es el momento de tomar medidas populistas que compren votos a futuro, a cambio de la ruina de todo un país. Ni tampoco más pactos de La Moncloa. La mediocre clase política actual, carece de la capacidad de liderazgo que España necesita.

Es tiempo de reunir a los profesionales más preparados, ponerlos al frente de esta crisis, y que propongan soluciones imaginativas y viables, que permitan salir de esta terrible coyuntura,  lo menos perjudicados que sea posible. 

La arrogancia y la excesiva voluntad de poder, no ayudan en situaciones de crisis tan duras. No hay nada más peligroso que un tonto con poder. Y no es necesario recordar, quién está al frente del gobierno en estos momentos. Esperemos no terminar abrazados al caballo de Turín.