España y Aragón están viviendo momentos muy graves. La actual crisis sanitaria ha dejado por el momento en España 26.478 y en Aragón 815 fallecidos. Cifras que además se han puesto en duda y que podrían incluso ser mayores.

Esto es una desgracia y una calamidad. No es posible recoger en unas líneas editoriales el dolor, la angustia, la soledad y la tristeza que miles de compatriotas han sufrido estos días.


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Todas y cada una de las cifras representan a una persona, ninguna es una cifra vacía o un número más. Detrás de esas cifras se encuentran personas de toda índole. Y también hay sanitarios.

Este colectivo tiene -si cabe, aunque es difícil- un dolor mayor en la desgracia que han vivido cada uno de los fallecidos. Un colectivo que ha sufrido que cerca de 50.000 profesionales se han contagiado en toda España. Un contagio provocado porque las administraciones públicas no han sabido dotarles de los equipos de protección adecuados. Es decir, alguien hizo mal su trabajo, y no fueron los sanitarios.

No fueron ellos, porque con sus miedos –como pudimos comprobar en las páginas de HOY ARAGÓN a través de una carta escrita por una profesional sanitaria– fueron a trabajar, fueron a hacer lo que mejor saben hacer: darlo todo por salvar a sus pacientes. Los sanitarios solo le deben pleitesía a sus pacientes, sean agricultores, jóvenes, de clase media… Ese es el estímulo que ellos tienen: sus pacientes.

Por eso mismo, las declaraciones de la Consejera de Sanidad del Gobierno de Aragón, Pilar Ventura, afirmando que «se permitió» a los sanitarios fabricar sus equipos porque era «un estímulo» no tienen justificación alguna. Pedir perdón no reduce el dolor de unas palabras que nunca debían haber salido de su boca.


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Lo que dijo, es lo que piensa, ha dicho que fue un error, no que no lo pensará, y si lo piensa -porque lo dijo- la sanidad aragonesa tiene un problema. Ningún dirigente puede pensar que entre las políticas de recursos humanos se encuentre una política tan macabra como tener que hacer tus propios equipos de protección, sabiendo que no son  100 por 100 seguros y te pueden llevar al contagio.

«Lo que dijo, es lo que piensa, ha dicho que fue un error, no que no lo pensará, y si lo piensa -porque lo dijo- la sanidad aragonesa tiene un problema»

Pedir perdón por decir algo que piensas es cometer ahora un ejercicio de cinismo. Empeora la cosa, su perdón tiene un valor residual. Pidió perdón «solo» para tapar la tormenta política que han creado sus palabras. Esa no es la penitencia de unas palabras gravísimas, y son gravísimas porque es lo que piensa.

Lo razonable sería el cese inmediato de la Consejera de Sanidad por sus palabras inadmisibles que han generado una malestar más que comprensible en los colegios profesionales y sindicatos médicos. La dignidad del colectivo sanitario vale mil veces más que preservar un puesto político de un dirigente con tan poca empatía con el sufrimiento sanitario en la pandemia.