El terrorismo es un fenómeno complejo cuyo análisis requiere de una tranquilidad emocional que se ve perturbada cuando tiene lugar un atentado. Es difícil liberarse de la indignación que la barbarie causa en los sentimientos humanos. Sin embargo, hay que mantener la serenidad para poder afrontar los desafíos con una reacción correcta, proporcionada, y de acuerdo a las leyes democráticas y los derechos humanos.

La tentación de denominar guerra a lo que son ataques terroristas es entrar en el juego de lo que los terroristas pretenden. Los fracasos militares en Afganistán e Irak, en la lucha contra el terrorismo, así lo demuestran. La llamada “guerra al terror”, causante de las invasiones de esos dos países, no ha hecho sino incrementar la actividad terrorista. Por lo tanto, parece lógico poner en duda nuevas operaciones militares para combatir terrorismo.

«La tentación de denominar guerra a lo que son ataques terroristas es entrar en el juego de lo que los terroristas pretenden»

El terrorismo es un medio para conseguir algo y no un fin en sí mismo. Ese medio es el empleo de violencia física o psíquica que produzca terror en la población. Para ello necesita no solo víctimas, también ha de encontrar un vehículo que haga llegar al resto de la población el efecto de sus acciones.

Ese conductor de la propaganda, de la que depende, son los medios de comunicación social de masas. Todo el mundo puede ver, escuchar y leer repetidamente las imágenes de la destrucción, el horror de la muerte y las consecuencias de no pertenecer al bando de sus autores. La última característica del terrorismo es su capacidad desestabilizadora. Los terroristas tienen bien presente que la violencia provoca reacciones irracionales que llevan a romper la estabilidad emocional de sociedades, gobiernos y Estados.

Nadie permanece impasible ante la irracionalidad de un atentado como el de Manchester. Habría entonces que reflexionar acerca de estos tres factores: miedo, comunicación y desestabilización. Habría que trabajar en la línea de racionalizar el miedo, limitar el acceso a la propaganda y buscar consensos políticos contra la desestabilización.

El terrorismo trata de extender el terror al mayor número posible de ciudadanos, elige víctimas inocentes y no acepta límites en su acción violenta. El terrorismo es antidemocrático porque no tiene en cuenta ni las urnas ni la opinión pública; es una herramienta, un arma psicológica para derribar; necesita de la propaganda para llevar al público su contenido ideológico, político, religioso o nacional.

«El terrorismo es un arma psicológica para derribar y necesita de la propaganda para llevar al público su contenido ideológico, político, religioso o nacional»

El fenómeno terrorista es multicausal: conflictos étnicos, religiosos, ideológicos, pobreza, desigualdad, ausencia de democracia, debilidad gubernamental y corrupción. La revolución científico-tecnológica de la globalización ha permitido el acceso a los terroristas al transporte rápido y barato, y al uso de Internet, que les facilita la movilidad y la comunicación.

Para que el trabajo contra el terrorismo resulte eficaz hay que estudiar sus causas, no solo sus consecuencias. En mi último libro, Guerras en África y Oriente Medio. Causas y consecuencias, estudio, entre otros asuntos relacionados con los conflictos armados, el terrorismo del autodenominado Estado Islámico.

Para acabar con el terrorismo hay que priorizar la actividad policial que incluye inteligencia, información, seguimiento, detención y entrega a la justicia. Para ello es necesaria la colaboración coordinada a nivel internacional y la vigilancia continua de los focos de propaganda y recluta, con especial atención a las redes sociales. Pero también es necesario modificar los factores estructurales y culturales que conducen a la violencia.

* Javier Jiménez Olmos es doctor en Paz y Seguridad Internacional. Coronel del Ejército del Aire en la Reserva.