En mi primera incursión en esta tribuna, me parece sano hacer una declaración de intenciones de lo que pretende ser. Sin ánimo de dogmatizar, sino de poner encima de la mesa algunas cuestiones de forma y fondo.

Esta columna será ecléctica, sin duda. Variedad sin temática definida, desde una perspectiva personal. Puede ser empresa, pero también tecnología, política, filosofía, cine o experiencias vitales. Quizá bendecir lo último de Cercas o el lanzamiento del nuevo disco de Los Planetas. O esa pieza de música clásica que te emociona cuando la escuchas en el momento adecuado. Podría ser cualquier cosa.

Intentaré huir de los purismos y del adoctrinamiento. De las pocas cosas que tengo claras después de algunos años en este mundo atrozmente convulso y ambiguo es que la pureza es una merma. La riqueza se encuentra en explorar lo desconocido, entender el mestizaje, aprender a sumar para luego multiplicar.

Algo que me preocupa especialmente es no caer en la rotundidad, habrá muchas reflexiones en escala de grises y no menos cabos sueltos. Si alguna vez me desvío de este objetivo, espero de ustedes que me den un toque de atención. Tampoco esperen equidistancia, porque esta columna estará bien trufada de sesgos. Dejará entrever una pequeña porción de mi visión del mundo, luego no digan que no avisamos. El mapa poco tiene que ver con el territorio.

En mi defensa anticipada diré que me tengo por una persona razonable y razonada, y por ese motivo me es absurdo discutir para ver quién lleva más razón. Piensen en los debates eternos sobre política, fútbol o religión, para cerciorar que es muy difícil convencer ni convencernos. Asumo que cada uno tiene su propia verdad, y está bien que así sea.

Con todo, espero conseguir una ventana abierta donde entre el aire fresco del debate sano y la discrepancia. Un buen amigo me dijo una vez que donde todos piensan lo mismo, nadie piensa demasiado. Vayamos perfilando el camino, veamos dónde nos lleva. Probablemente, el viaje es más importante que el destino.