La información que publicó HOY ARAGÓN, de la inminente creación de la comarca 33, ha generado un gran número de comentarios de los lectores. Y ni uno solo favorable.

Ese resultado es coherente con mi experiencia personal: no conozco a nadie de mi círculo familiar o de amistades que esté a favor de ese escalón administrativo, que todos consideran superfluo, sino radicalmente en contra.

¿Podemos concluir que hay una mayoría de aragoneses contrarios a las comarcas? Yo así lo creo, aunque no hay encuestas ni sondeos que lo confirmen. No sé por qué no las hay. Por si acaso, quizás.

En cualquier caso, ¿quién representa en las Cortes de Aragón a todos esos aragoneses, muchos o pocos, que somos contrarios a las comarcas?: absolutamente nadie.

Esa misma cuestión, la falta de representación política, se puede extender a otras cuestiones capitales, como es la articulación territorial del Estado y la distribución del poder político, uno de los asuntos más importantes, por encima incluso, creo, del debate entre monarquía y república.

¿Quién representa en las Cortes de Aragón a todos esos aragoneses, muchos o pocos, que somos contrarios a las comarcas?: absolutamente nadie.

En otras palabras, ¿qué piensan los españoles de las autonomías? ¿Están a favor o en contra?

La reciente publicación de la 39ª oleada del Real Instituto Elcano ha aportado algunos resultados no del todo sorprendentes: un 36% de los españoles son contrarios a las autonomías (o no las quieren en absoluto o las quieren recortadas de competencias), frente a un 34% partidario del actual status quo.

Quienes desean mayores competencias autonómicas o que incluso pudieran alcanzar la independencia suman un 23%.

Como siempre, surge la duda sobre la representatividad de la muestra, 1.003 personas entrevistadas. Y por supuesto, hay que valorar el momento en que se ha realizado el sondeo, en plena crisis catalana.

No obstante, lo importante de las encuestas, dicen, es la tendencia. Y ésta, analizando pasadas oleadas del Instituto Elcano y barómetros del CIS, es clara.

Los sucesivos barómetros del CIS analizan de forma sistemática la «Preferencia entre diferentes alternativas de organización territorial del Estado en España». Pues bien, el último barómetro ofrece algunos datos diferentes: un 27,4% de españoles serían contrarios a las autonomías o partidarios de un recorte de competencias frente a un 37,8 partidario de la actual distribución competencial.

El muestreo del CIS (2.476 entrevistas) es mayor que el del RIE.

Un 27,4% de españoles serían contrarios a las autonomías o partidarios de un recorte de competencias, según el CIS

El cruce de estos datos con el recuerdo de voto de los entrevistados arroja algún resultado sorprendente: tanto entre los votantes del PP como de Ciudadanos es mayor el número de quienes no quieren autonomías o las quieren con menos competencias que quienes quieren mantener la actual distribución competencial.

Y especialmente significativo es el caso del PP, donde hay una mayoría absoluta de sus votantes (el 50,6%) que no quieren autonomías o las quieren recortadas.

Más aún, entre los votantes populares ya son más quienes quieren un Estado unitario sin autonomías (34,7%) que quienes quieren el sistema actual (34,5%)

No quiero entrar en otras consideraciones sobre la distribución territorial. Hay figuras destacadas de la política (Vidal Quadras), de la opinión pública (Amando de Miguel, Jesús Laínz) o de la divulgación histórica (Stanley G. Payne) que se han manifestado en contra de las autonomías de forma reiterada.

El debate que quiero suscitar es el de la representatividad que ofrecen los partidos políticos españoles a sus votantes. ¿Qué partido representa hoy en el Congreso de los Diputados a todos esos españoles (entre una cuarta y una tercera parte del censo según los sondeos) que quieren menos autonomías o no las quieren en absoluto?

¿Qué representación está ofreciendo, por ejemplo, el Partido Popular a sus votantes, cuando más de la mitad de éstos no quieren autonomías o las quieren recortadas? ¿Qué representación está ofreciendo Ciudadanos cuando entre sus votantes hay más partidarios de recortar las autonomías que de mantenerlas?

Evidentemente hay una diferencia constatada y medida entre lo que quieren los votantes y lo que defienden los partidos. Una diferencia que no sería descabellado interpretar como una deficiencia democrática, una evidente falta de sintonía entre las élites políticas y sus bases.

¿Cuánto tiempo puede mantenerse esa falta de representación política y, sobre todo, cómo puede corregirse?

Está claro que los partidos políticos, mediante sus «procedimientos democráticos» de organización interna -léase congresos- (art. 6 de la Constitución), deberían sustituir a sus dirigentes por otros que sintonicen con el ideario y deseos de su militancia y electores.

Algo que, hoy por hoy, se me antoja improbable. O los votantes deberán empezar a seleccionar de forma más exigente (más meditada) en quien delegan su representación política.