«Todo es mentira, salvo alguna cosa». Esta frase de Rajoy cuando fue cuestionado sobre los papeles de Bárcenas, resume la dolorosa situación política, económica y moral de España.

Dice el Gobierno que hemos salido de la crisis y la economía va como un tiro, aún siendo el único país europeo que permanece en el Protocolo de Déficit Excesivo.

Nos dice que no se pueden subir las pensiones, que suponen un 9,4% de los Presupuestos de 2018, mientras sólo los intereses de la deuda -sin devolución del capital- suponen el 20,1% del total del presupuesto.

Para cada euro de crecimiento, necesitamos endeudarnos en dos. Eso no conduce a la recuperación, conduce a la suspensión de pagos.

«En seis años, el Gobierno de Rajoy ha endeudado a los españoles en 646.378 millones de euros»

Con todo lo que los españoles hemos sufrido en esta crisis, lo peor está por llegar. El día que el BCE suba los intereses, que los subirá, España está quebrada. Pero, como bien sabe Montoro, lo que importa de los presupuestos ciencia ficción es aprobarlos; para lo demás, está la deuda. Patada y adelante.

¿Y todo esto para sostener el qué? Un exceso político-burocrático, que sangra a la nación, cuya máxima expresión es el Estado de las Autonomías, con un sobrecoste de entre 75.000 y 90.000 millones al año en los servicios que prestan.


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Creadas para dar alimento y prebendas a miles de afiliados a los partidos, muchos de ellos una panda de indocumentados incapaces de ganarse un sueldo suficiente en la vida civil -si no lo creen, miren las declaraciones de ingresos previos y patrimonio de los representantes de partidos recién llegados-.

Lo único que se les exige es obediencia al jefe de filas, “tragar” que me explicaron a mí una vez, para que los ponga en una lista que los votantes ratifican, pero que nunca eligen.

Se inventan licenciaturas, máster, doctorados y lo que haga falta.

Qué más da: lo único que tienen que hacer es calentar el escaño y apretar el botón que les marca el jefe de partido, que para eso los ha puesto en una lista. Democracia lo llaman; mentira, es Estado de Partidos, la integración de las masas en el Estado, el ideal fascista.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, los líderes del bipartidismo / EFE

Mienten sin descanso. Afirman que hay que invertir en Educación y presupuestan un 3,8% del total de los Presupuestos; que hay que invertir en I+D+i e invierten sólo el 30% de lo presupuestado en el año anterior; que todos los españoles somos iguales y los que vivimos en algunas CCAA tenemos una penalización fiscal respecto a otras, amén de prestaciones sanitarias, educativas y sociales diferentes; en algunas ni se puede estudiar o trabajar en español.

Mienten con eufemismos; llaman “factor de sostenibilidad de las pensiones” a repartir la misma paellera entre los comensales que haya, da igual si son cinco como si son cinco mil, a lo que toquen.

Nos hablan de separación de poderes refiriéndose a la Justicia cuando la Justicia lo que debe ser es independiente del resto de los poderes. Los que deben separarse son el poder ejecutivo del legislativo; que los ciudadanos elijamos Presidente directamente, a doble vuelta por mayoría absoluta, y en elecciones separadas diputados de distrito representantes de los ciudadanos, no de los partidos. Pero de eso no nos hablan.

«Democracia lo llaman; mentira, es Estado de Partidos»

Creíamos que teníamos derecho a la libertad de expresión y ahora descubrimos que te pueden condenar por hacer pública una opinión contraria a lo política y obligatoriamente correcto, especialmente en temas muy politizados como violencia, inmigración, memoria histórica, minorías y un largo etcétera.

O te pueden llevar al juzgado por pintar un cartel de fiestas con el dibujo de un obispo bebido. Creíamos que teníamos derechos laborales y resulta que eran derechos otorgados, lo mismo que los teníamos nos los están quitando. La Constitución no ha garantizado esos derechos; ella sigue vigente, nuestros derechos no.

Nos dicen que para cambiar las cosas hay que votar. Mentira también; es un Estado de Partidos, las votaciones -no son elecciones porque no se elige a nadie, sólo se ratifican listas- legitiman el sistema, no lo cambian.


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A la vista está después de las últimas elecciones: los partidos que han llegado nuevos han entrado al reparto de poder del 78, pretenden un nuevo consenso que les entregue su trozo del pastel.

Su mayor temor, la de todos ellos, viejos y nuevos, es la abstención consciente porque perderían la legitimidad. Lo único que se puede hacer para no participar de la mentira, dejarlos desnudos.