Dórico. Amor en contra de.

En Aragón somos muy de consensos si son en contra de algo o alguien, un clamor oponiéndonos al trasvase o a que nos distraigan los bienes de Sijena: millón trecientas mil personas, una sola voz. Toca olimpiadas “Pirineus catalans”, nos tendrán enfrente.

Del universo trasvase es delicioso escuchar a políticos locales denunciar a los nacionales contrarios cuando anuncian movimientos de agua, de cuenca a cuenca y tiro porque me la penca. Delicioso por inconsistente, como el algodón de azúcar; PP y PSOE se han turnado en el poder amagando resucitar el trasvase, este muerto está muy vivo. Ahora lo anuncia Vox y al bipartidismo le falta tiempo para encender el ventilador. Error, en vez de mierda esparce programa electoral, hágase según Espinosa de los Monteros. VOX, como Podemos, politiquea sin complejos, piensa en sus electores.  Los del centro les hacen el juego.

Con el otro clamor, Sijena, me vienen a la cabeza las ruinas romanas que florecieron hace veinte años en lo que hubiera sido un aparcamiento subterráneo en Paseo Independencia. De la sorpresa pasamos al dilema, y luego a la inacción. Finalmente se decidió echar tierra sobre el asunto, literalmente. Ni parquin ni ruinas, Salomón cortando al bebé en dos, joderos ambas madres. Como buen cuñado que soy creo que perdimos un sugerente bulevar: “pasee sobre una calle de cristal con vistas cenitales a la ciudad romana”, un icono urbanístico y turístico tan visual como nuestra manera de consumir información en la era Instagram. Que me distraigo. A veces sueño que recuperados los bienes de Sijena los sepultamos también con las ruinas romanas a los pies de El Corte Inglés de Independencia. No los veremos nosotros pero nadie se los llevará. Pero qué sabré yo.

Jónico. Francisco Franco Moschino.

Sigo por los aledaños. Cada vez que cruzo la Plaza Santa Engracia pienso  que, a) las cacatúas que hacen guardia en la terraza de San Siro están mejor liofilizadas que Jordi Hurtado y b), ojalá hubieran montado el memorial de las víctimas del Covid hace 45 años. Cómo hubiera disfrutado con mis micro-machines por esa especie scalextric fúnebre que adorna nuestra milla de oro. Franco dijo “si no puedes ser elegante, sé extravagante”. Yo completo: “si la extravagancia tampoco funciona, prueba a ser normalito”. Con lo fácil que hubiera sido colocar un monolito de piedra con su placa. El Franco de la frase es Moschino, no Francisco.

Corintio. Zaragocita.

Se cierra el curso político en las Cortes. Aburrimiento. El “epicentro de la vida política aragonesa” es el Ayuntamiento de Zaragoza, que me perdonen o no me lean en Huesca y Teruel. Nuestro Sálvame no pasa por la Aljafería o el Pignatelli, la pomada está en la Plaza del Pilar. No sé por qué. Los alcaldes de Zaragoza siempre han sido más roceros que los jefazos autonómicos: incluso Rudi alcaldesa eclipsó a Rudi presidenta. Hay más circo en un primer edil comprando gomina o resistiéndose a colgar una bandera que en un presidente huyendo por la gatera del mayor tufo de “nuestra joven democracia”.

Yo el Ayuntamiento me lo pongo de fondo, como a Jorge Javier y Belén Esteban. Soy más de un careo Herrarte – Cubero que del debate del estado de la comunidad (que se ha revelado como un documental de la dos a las dos). Propongo un repaso de Conchita poligrafista a las sociedades municipales. Qué quieren que les diga: es mi zaragocita.