Los 3 últimos años de avance tecnológico han sido una revolución de tal magnitud que rivalizará en los libros de historia con la revolución que supuso internet hace casi 20 años. Y hay 3 áreas que están revolucionando nuestro mundo de una forma que va a cambiarlo todo, aunque aún no seamos conscientes de cuánto ni estemos seguros si va a ser del todo positivo o negativo para nuestras sociedades.

La primera de esas áreas es la conducción autónoma. El coche que conduce solo ya existe, no es un invento que llegará. Los Tesla que fabrica Elon Musk ya están circulando por todo el mundo en determinadas circunstancias sin que sus conductores hagan nada, y los coches completamente autónomos (sin conductor presente) ya circulan por muchos estados de USA haciendo pruebas (cientos de miles de kilómetros) mientras esperan a que la legislación se adapte a ellos.

Y no va a afectar solo a los coches: va a afectar a los camiones, los autobuses, las furgonetas de reparto, los aviones… Y sí, va a suponer miles de puestos de trabajo que van a ir desapareciendo en la próxima década de forma exponencial, así como una reducción drástica del número de accidentes y de víctimas en la carretera.

Nuestros hijos de menos de 10 años nunca se sacarán el carnet de conducir, y les parecerá ridículo que antes estuviéramos las 3 horas de un viaje moviendo un volante con los ojos fijos en la carretera.

Otro aspecto revolucionario es la aparición del blockchain en general y del Bitcoin en particular. El blockchain representa la eliminación definitiva de la necesidad de nodos centrales para la comprobación de todo tipo de cosas, la mayor parte de las cuales ahora confiamos a los gobiernos. La más evidente de ellas es la moneda.

Hay que entender que no confiamos en las monedas (euros, dólares…) por la supervisión del Estado: si así fuera, Venezuela no habría conocido la hiperinflación que sufre. Confiamos en las monedas porque consideramos que los demás van a aceptarla como pago por bienes y servicios, haya Estado de por medio o no.

El bitcoin sigue subiendo porque una cantidad enorme de personas confía en que otros aceptarán sus Bitcoins cuando quieran gastarlo en cualquier cosa. Una vez el Bitcoin pasó el examen inicial, el momento hype, una vez que los usuarios vieron que otros usuarios iban a aceptar sus Bitcoins, su consolidación se hizo imparable.

Y cantidades ingentes de dinero negro (si, eso es lo que ha sostenido y hecho crecer el Bitcoin) fueron convirtiéndose en Bitcoins y han consolidado una moneda alternativa, independiente de los Gobiernos, que cuenta con la solidez del oro, la confianza de cualquier otra moneda y la seguridad de un entorno basado en blockchain en el que todo el mundo supervisa las operaciones de todos los demás.

Cuando uno imagina a Pablo Escobar escondiendo millones de dólares en miles de casas por toda Colombia sabe que si hubiera podido meter todo ese dinero en un pendrive, lo habría hecho. Pero el caso es que, con dinero negro de por medio o no, el bitcoin ha conseguido lo que parecía imposible: una moneda bajo el control de todos y de nadie al mismo tiempo que ha alcanzado suficiente popularidad como para convertirse en una moneda de confianza.

Por último, y probablemente el avance tecnológico más importante, estos últimos años hemos asistido a la explosión de la Inteligencia Artificial (IA). Nuestra interacción con ella, aunque cercana, es aún discreta: Siri y los asistentes personales de los móviles, o los bots que tomamos por humanos en muchos chats online de grandes compañías.

Pero la inteligencia artificial ya está adentrándose en los grandes centros neurálgicos de nuestra sociedad: la banca, las aseguradoras, los mercados financieros, la gestión de grandes cantidades de información (big data)… Su evolución está siendo asombrosa, e incluso grandes divulgadores científicos como Stephen Hawking consideran que puede ser “el peor error de la humanidad”, y creen que puede llegar a acabar con la raza humana (sic).

Mientras aguardamos a que eso ocurra o no, lo que sí sabemos es que la IA va a ir adentrándose cada vez más en nuestras vidas. Y esta, a diferencia del Bitcoin o de la conducción autónoma, va a tardar más en ‘hacerse ver’, pero no porque no esté ahí.

Hoy por hoy la IA trabaja fuera de los focos, fundamentalmente encargándose de gestionar cualquier tipo de información que se encuentre en cantidades inasumibles para el ser humano y que tenga mucho valor (información financiera sobre todo), y solo sale a la superficie de vez en cuando para hacernos reír un rato en forma de app o similar. Pero en pocos años se encargará de gestionar nuestros calendarios, administrar nuestros coches y hogares y tratar de resolver nuestros problemas antes de que nos encontremos con ellos.

Estas innovaciones van a cambiar radicalmente nuestro mundo mucho más de lo que ya lo ha hecho internet, y ello va a traer a decenas de catastrofistas que anunciarán, como Hawking, el fin de los tiempos por tal o cual innovación, o los empleos que van a destruirse por tal invento, o cómo antes todo era más humano, cuando todo esto eran campos…

Cuando les vean o les escuchen, recuerden cómo Edison electrocutaba elefantes para convencer al mundo de lo peligrosa que era la corriente alterna que hoy circula por el interior de todas las paredes de nuestra casa.

Disfruten el futuro.