Tras más de seis semanas confinados por el coronavirus, empezamos a soñar con el 2 de mayo, fecha en la que, si nada se tuerce, se nos aplicará una suerte de tercer grado para, de manera limitada y con las debidas medidas de seguridad, disfrutar de cortos paseos y algo de deporte al aire libre.


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Pero ese rayo de esperanza no basta para ocultar el profundo desánimo que cunde entre numerosas capas de la sociedad, preocupadas por la ausencia de un plan claro, no solo para luchar contra la pandemia, sino para reactivar la economía y la sociedad -rehúyo conscientemente la palabra “normalidad”- cuando pase la emergencia sanitaria. Sin empleo y consumo no quedarán contribuyentes que nutran las arcas públicas para hacer frente a las necesidades que se avecinan.

Una buena parte del sector industrial lucha para reactivar sus cadenas de suministro, imprescindibles para reanudar la fabricación, mientras se enfrenta a demoras y al encarecimiento en el precio de compra de sus componentes, mayoritariamente importados de China.

La industria productora de bienes de consumo ve inviable la reanudación de su actividad mientras no reabran sus distribuidores, los comercios. Y todos ellos reclaman unas directrices claras por parte de Sanidad para realizar tests a sus empleados: ¿Son necesarios? ¿Qué tipo de tests, en qué circunstancias, cada cuánto tiempo, quién los debe proveer?

El comercio y la hostelería necesitan un plan de recuperación que vaya más allá de los cuatro meses de suspensión del alquiler a devolver en dos años, y los autónomos, algo más que la sustitución del régimen de estimación objetiva (módulos) por la estimación directa a la hora de tributar.

El campo necesita un plan de acción urgente para recoger las cosechas y atender a la ganadería. De lo contrario, no será posible garantizar el abastecimiento alimentario a medio plazo si, como se prevé, llega otra oleada de COVID-19 con los primeros fríos del otoño.

«El comercio y la hostelería necesitan un plan de recuperación que vaya más allá de los cuatro meses de suspensión del alquiler a devolver en dos años»

La patronal del sector turístico, que representa el 15% del PIB en España (tres veces más que la automoción) y que se enfrenta a un año en blanco, trabaja ya con el Gobierno para definir un protocolo sanitario que, sin duda, representará una reestructuración total del sector, pues se basará en un modelo que huya de la masificación y utilice la tecnología para garantizar la salud y la seguridad del turista.

¿Y las familias? Al miedo al desempleo y a la pérdida de ingresos se une la angustia por una reincorporación al trabajo presencial sin la certeza de que los colegios reabran y alguien se ocupe de los menores.


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Algunos tememos que esta situación pueda suponer un paso atrás en la igualdad efectiva, si, como indica la estadística, son las mujeres quienes se acogen mayoritariamente a las excedencias y a la reducción de jornada por cuidado de menores, truncando así sus posibilidades de promoción en la empresa.

Por más que sea responsabilidad del Gobierno y no de los ciudadanos diseñar de una vez un plan para el desconfinamiento y para la posterior reconstrucción económica, me atrevo a sugerir algunas propuestas:

1. Transmitan mensajes claros a la sociedad española, dejen de aburrirnos con peroratas interminables: explíquennos con claridad en qué medida el desconfinamiento depende de la realización de tests masivos a la población, para qué sirve cada modalidad de test, en qué circunstancia conviene recurrir a cada uno, qué grado de fiabilidad tiene el resultado de cada modalidad y cómo, cuándo y dónde se van a realizar. Parece de sentido común que si hay dificultades en su abastecimiento, la preferencia la tengan los sanitarios, las fuerzas del orden público y aquellos trabajadores que están en contacto directo con el público, dejemos de distraernos con futbolistas y deportistas.

2. Escuchen a los expertos, a los de verdad, hay excelentes técnicos tanto en el sector público como en el privado: involucren a los Colegios Profesionales Sanitarios en el asesoramiento para la toma de decisiones en materia sanitaria, incluyendo cómo vamos a reemplazar a esos profesionales que necesitarán vacaciones tras la primera oleada de la epidemia; o el aprovechamiento de los médicos de atención primaria y de los farmacéuticos como primera vía para transmitir mensajes claros a la población y frenar el contagio.

«Dejen de aburrirnos con peroratas interminables: explíquennos con claridad en qué medida el desconfinamiento depende de la realización de tests masivos a la población»

Hace falta un plan global para sanidad, educación, investigación, industria, comercio, turismo, agricultura, ganadería y atención a las personas vulnerables, que a partir de ahora, lo serán aún más. Huyan de veleidades intervencionistas y escuchen a los agentes sociales para elaborar planes realistas y consensuados.

3. Entre las numerosas lecciones que podemos extraer de esta crisis es que hace falta un plan de reindustrialización que nos permita diversificar nuestras fuentes de suministro para no depender en exclusiva de China, no solo en cuanto a productos sanitarios, sino también en relación con los componentes básicos con los que funciona nuestra industria. Trabajen con la patronal en ese plan.


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4. Y finalmente, señores del Gobierno, me atrevería a recomendar que apliquen el benchmarking, esa herramienta que tan bien conocen las empresas y consistente en observar qué se cuece en su sector, qué hace su competencia, cómo han resuelto un problema similar los líderes, para extraer buenas prácticas extrapolables.

Nuestro Gobierno ha fracasado estrepitosamente en previsión, ignorando todas las señales (de China, de Italia, de las empresas tecnológicas asiáticas que el 12 de febrero forzaron la cancelación del MWC de Barcelona) y las llamadas a hacer acopio de material sanitario por parte de la OMS y de la UE.

Mientras, otros países con menos recursos lo hicieron mejor, reaccionando con rapidez (ahí están los datos de Portugal o Grecia). Pero es el momento de aprender la lección y volver la vista hacia los países que están levantando cabeza: China está inyectando ingentes cantidades de dinero para prevenir una segunda oleada de contagios y para reactivar la economía, lanzando planes de inversión en infraestructuras que creen empleo y adoptando medidas para proteger a sus empresas.

Alemania ha evitado el confinamiento masivo de la población y su plan sanitario ha funcionado mucho mejor; igual es el momento de replantearse la inversión en Sanidad y de premiar a los sanitarios garantizándoles empleo de calidad, sueldos dignos y medios suficientes.

Dejen de improvisar, involucren a los agentes sociales en la definición de un plan y comuníquenlo de forma clara y sencilla. Sólo falta que esta semana nos comuniquen que no habrá deporte ni paseo a partir del día 2 para hundir aún más nuestra ya debilitada confianza en nuestra clase política, toda ella.

*Valle García de Novales es abogada