El sábado los compromisarios del PP dirán qué candidato les gusta más para dirigir el partido. Y ser el cabeza de cartel en las próximas elecciones generales.

Hasta ahí podemos leer. Tan solo eso, todo lo demás son suposiciones; pero si me lo permiten, eso voy a hacer yo también: un suponer. Bueno, mejor dos, uno antes y otro después del Congreso.

Aquí tienen el primero, el ‘del antes’: el qué ha pasado y el qué va a pasar en un futuro próximo, tan próximo como que me refiero a mañana.


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Aunque se empeñen algunos periodistas y los pesimistas de todos los días, las primarias van a ser buenas para el PP, primero porque todas las primarias lo son (dan publicidad, animan a la participación, reactivan mensajes y líderes, etc) y su único riesgo, el de la fragmentación postelectoral, se minimizará, gracias a un pacificador mes de agosto de por medio y aunque solo sea por la proximidad de las elecciones locales y autonómicas.

«Todas las primarias son positivas y su único riesgo, el de la fragmentación postelectoral, se minimizará»

El momento era perfecto, el juego empezó y así va “minuto y resultado”:

0-0. Empieza el partido. Soraya reivindicó su experiencia de gestión y se postuló como la mejor posicionada para recuperar la Moncloa; de hecho, en el último barómetro del CIS de la era Rajoy se situaba como la mejor valorada entre todos los ministros (con el 83.7%). Casado, por su parte, buscó y reivindicó muchas de las ideas perdidas y pidió la vuelta a la casa común de la Derecha a Ortega Lara y a los desencantados.

1-0. Votan los militantes. Con estas y otras fortalezas se presentaron a los militantes y Soraya también gustó dentro del partido y no solo fuera, como algunos decían. Y Casado encontró aquellas ideas olvidadas y muchos desencantados, como María San Gil, icono del PP más comprometido, le dieron su mano. Ambos ganaron, dejando atrás a Cospedal, y en el olvido a otros que no sabíamos si venían por parte del novio o de la novia. Pero Soraya consiguió más votos y eso le permitió decir aquello de “he sido la más votada” y lo demás son “pactos de perdedores”.

1-1. Sigue la campaña. Pero ese argumento no servía, esto son unas primarias a dos vueltas, así que a Casado no se le borró su sonrisa y empezó a dominar en la posesión del balón. Vendía ideas, mostraba ilusión y se rodeaba de jóvenes descontaminados que aún no han tenido que escribir en el BOE o, como en Pamplona, de quienes, con gritos y amenazas, le atacaban por la política que el PP representa; ambas cosas le beneficiaban. Y por si fuera poco, no contaba con el mejor apoyo que podría tener: el de Zapatero, tan querido en el PP, que mostraba su preferencia por Soraya. Con ese apoyo desde fuera y acompañada por Montoro desde dentro (sí, el que daba la cara por las facturas del process), ¡qué podía hacer así su jefe de campaña!


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1-2. Buscando apoyos. Y así Casado llamaba a la puerta de quienes habían quedado en el camino buscando su influencia de voto, fundamental para ganar en una segunda vuelta. Y lo conseguía gracias a que es el que menos “fobias” presenta frente a Cospedal o Soraya. Ello lo muestra el hecho de que ha sido el que en más comunidades autónomas ha quedado en segundo lugar y el que en menos ha perdido (ha sido 1º en siete, 2º en ocho y 3º en dos) mientras que Soraya ha sido 1º en ocho, 2º en 2 y 3º en siete y Cospedal fue 1º en tres, 2º en seis y 3º en ocho. Y ello es importante cuando el sistema es de doble vuelta, pues si en la primera los electores suelen votar “a favor de”, en la segunda, los que han perdido a su precandidato en el camino, pueden votar “en contra de”.

2-2. Preparando el Congreso. Pero Soraya no se ha dormido y dice contar con la mayoría de los electores gracias, quizá, a su victoria en territorios con un gran número de compromisarios, como Andalucía, donde ganó con un 55% y desde donde acuden 475 compromisarios. Los mismos que entre Madrid, Baleares, Cataluña o Murcia; territorios donde Casado ha ganado holgadamente, con el 57%, 48%, 52% y 58%, respectivamente. 

Y así termina el primer partido, en empate.

Y mañana se juega la segunda vuelta, la definitiva y en mi quiniela pongo una X (¡ojo, que 3.082 es un número par!). Y si no acaba en empate será por poco. Y tanto quien gane como la forma en que lo haga serán determinantes en el futuro del PP, en España y… en Aragón.

Mañana lo sabremos, y se lo contaremos.