No sé si como ciudad somos conscientes de que Zaragoza tiene un serio problema con el centro. Hace unos días, a las 18:00 de la tarde de un jueves, con una temperatura más que agradable, el entorno de Plaza de Aragón e Independencia estaba plácidamente tranquilo. Había gente, evidentemente, pero nada que ver con la vida que debería tener una gran capital a esas horas. Para muchos, esa situación puede pasar desapercibida, o incluso puede ser que no se le dé importancia. Pero la tiene, y es síntoma inequívoco de que al centro de Zaragoza le falta vida, más allá de las mareas humanas que recorren Independencia o la calle Alfonso los fines de semana, en las que estas vías se convierten en un gran paseodromo.

EL CENTRO DE ZARAGOZA, VACÍO DESDE HACE DÉCADAS

Zaragoza

El histórico Coso, una tarde entre semana a las 17:00 horas / HA

Hace muchos años ya que el centro de Zaragoza se ha ido vaciando de actividad (salvo de la hostelera, por suerte, que se mantiene, e incluso se incrementa a pesar de las restricciones sufridas por el COVID-19). Esa salida de actividad del centro a la periferia provocada en nuestra ciudad por instituciones de todo signo y color político es algo que también ha pasado en otras ciudades, es evidente. Pero la diferencia es que en otras grandes capitales, había sobre exceso de actividad en el centro urbano, o se han buscado nuevas actividades para sustituir a lo que se sacaba, ya sea por iniciativa pública o privada. Aquí nada de nada. Se han ido sacando equipamientos y servicios, sin alternativa alguna, hasta dejar la vida en el centro prácticamente en la UCI.

Si echamos un poco la vista atrás, los ejemplos se agolpan. Sacamos del centro la estación de El Portillo para llevarla a Delicias, cargándonos de un plumazo un centro de vida urbana como tienen la mayor parte de las capitales europeas, con todo el dinamismo que aporta la llegada de miles de viajeros a las zonas más céntricas de cualquier ciudad. Ahora, en Delicias, la gente llega y se va, ya sea en coche, taxi, Cabify o en autobús, y no se genera riqueza en el entorno, tal y como sucede en estaciones como Sants en Barcelona, Atocha en Madrid o la Estación del Nord de Valencia. También sacamos los juzgados de la Plaza del Pilar, los funcionarios del Ayuntamiento, buena parte de la Universidad de Zaragoza se marchó más allá del Actur, la Feria de Muestras se marchó a la Autovía de Madrid… Incluso la Escuela de Bellas Artes fue arrancada sin sentido alguno de Plaza de Los Sitios para llevarla al Actur y abrir en su lugar un museo de Goya que nunca se llegó a construir.

A esa falta de dinamismo, se unen también otros factores, como la falta de ambiente cultural en el centro. Por ejemplo, Zaragoza no es una ciudad que destaque precisamente por tener una amplia oferta escénica. Más allá del Teatro Principal, o el Teatro del Mercado, el centro es un páramo. Lejos quedan aquellos años en los que los luminosos de cines y teatros alumbraban calles y avenidas. Ahora, apenas hay oferta. Y encima, equipamientos de nueva construcción como el Palacio de Congresos, se construyen en la Expo, totalmente alejado de la vida urbana, obligando a coger el coche para disfrutar de un musical o de una actuación de ballet, y eliminando cualquier posibilidad de salir de un espectáculo y cenar en el entorno, tal y como sucede en la mayor parte de las ciudades.

UN CÍRCULO VICIOSO

La falta de planificación y de visión han llevado a vaciar el centro de actividad. Porque tras la salida de equipamientos y funcionarios, va detrás la salida de tiendas y de determinados servicios. No hay más que ver cómo están lo que antes eran las principales calles comerciales del centro, como la calle Alfonso I, el Paseo de las Damas o la zona de Plaza de Los Sitios, y el hecho de que miles de visitantes del entorno de Zaragoza, de Huesca, Teruel, Soria, Navarra, La Rioja o Lérida se acercan a comprar a Puerto Venecia, pero no al centro de la capital, tal y como hacían algunas décadas atrás.

Al cierre de muchos locales, se une la falta de presencia de grandes cadenas que están en ciudades mucho más pequeñas y que en Zaragoza nunca han tenido a bien instalarse (porque anda que no hay cadenas, de lujo o low cost, que han pasado de abrir tienda en el centro de la capital aragonesa). O si están instaladas, lo hacen con tiendas bastante modestas para una capital del tamaño de Zaragoza (pienso en el Zara de Damas y en tiendas espectaculares que tiene Inditex en ciudades más pequeñas como Pamplona).

Si a eso le unimos la falta de sentido estético que tradicionalmente han tenidos los sucesivos ayuntamientos de la ciudad, la falta de cuidado de nuestros espacios públicos y la no renovación de calles principales como el Coso en su tramo entre Plaza de España y Espartero, o detalles como que hasta no hace tanto, en Zaragoza solo había Navidad en la plaza del Pilar y en los centros comerciales privados de la periferia (un error garrafal para la promoción del pequeño comercio, del turismo y de la vida urbana en esos meses de elevado consumo…), nos encontramos con el resultado del centro que tenemos en este momento. Descafeinado y muy alejado de la vida y dinamismo económico que puede verse en ciudades de un tamaño similar. 

Precisamente, la reciente apertura de un McDonald’s en el Cine Elíseos dice mucho del fracaso de una ciudad que apenas tiene equipamientos culturales de referencia en el centro. Desde luego, algo falla si una hamburguesería es la única salida a un espacio único como el Elíseos, que podía haber nueva sede de la Filmoteca Municipal o haber sido reconvertido en un espacio cultural de vanguardia privado como los que hay en tantas ciudades, al estilo de la Sala X de Madrid. Hay que tener claro que cuando una ciudad es dinámica, las apuestas de vanguardia de la iniciativa privada se multiplican.

Por otro lado, invertir y cuidar el centro tampoco es olvidarse de los barrios, ni mucho menos. Al contrario. Con un centro urbano fuerte y atractivo, que reciba inversión y que tenga vida, el dinamismo se extiende como una fuerza centrípeta hacia la periferia. A fin de cuentas, el centro es el escaparate de la ciudad, el lugar al que llegan los visitantes, el lugar que debería recibir buena parte de la inversión exterior. Y si no es un centro atractivo que muestra vida, desarrollo económico y oportunidades de inversión, la batalla de Zaragoza frente a ciudades similares por atraer dinero y talento, está perdida. Porque no olvidemos que si no llega inversión, y se genera riqueza, se pierden puestos de trabajo, oportunidades, y por supuesto, impuestos con los que luego financiar obras y mejoras en el conjunto de los barrios de la ciudad.

Es cierto que no se pueden cambiar las cosas de un día para otro. Que decisiones como trasladar la estación de Delicias, no haber instalado facultades en el Casco antiguo o haber sacado a miles de funcionarios sin buscar nuevas alternativas para generar movimiento urbano, nos lastrarán durante años. Pero eso no quita para ser ambiciosos y plantearse retos y objetivos con el fin de atraer la inversión y devolver la vida al centro de Zaragoza.  No se trata de fustigarnos, ni de pensar que se va contra nadie. Se trata de salir de la autocomplacencia, ver que hay un problema y en lugar de ir a salto de mata poniendo parches, crear una estrategia seria para devolver la vida al centro y conseguir que vuelva a ser competitivo frente a urbes similares. El futuro de la ciudad, va en ello.