Siempre he dicho lo mismo. Si en vez de gotas de agua, por nuestros ríos se vertieran monedas, nuestros políticos ya habrían terminado las obras del dichoso pacto del agua.

Un pacto de todos, que aunque no se diga con mayúsculas, es la verdadera emergencia social de nuestra comunidad.

Y es que, de eso va el pacto del agua. De un agua que si se tiene puede enriquecer comarcas con sus cientos de pueblos, y si no los resquebraja y despuebla hasta su muerte.

Los dos partidos tradicionales, populares y socialistas, buscan alcanzar un pacto a nivel nacional durante esta legislatura. Un acuerdo inédito en España. En Aragón ya fue firmado, y tristemente poco finiquitado.

¿Nos tenemos creer que aquellos que han sido incapaces de acometer durante décadas un plan de justicia, lo cumplan -votos mediante- a nivel nacional?

«Un agua que si se tiene puede enriquecer comarcas, y si no las resquebraja hasta su muerte»

Y es que forjar un pacto del agua en un momento de profunda sequía nos recuerda la importancia de un bien escaso que nos da la vida. Al menos, nos lo recuerda a las tierras olvidadas que ven agrietado su día a día.


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La ministra Tejerina recaló en Zaragoza, por primera vez en la legislatura, para hacer un seguimiento del avance de las obras del pacto del agua. De las obras eternas que, pese a los cientos de artículos periodísticos o documentos ministeriales, lejos están de ser una realidad.

Y 926 millones de inversión de euros mediante.

El pacto del agua, un acuerdo firmado hace 26 años -en 1992- que sirve para llenar tertulias, eslóganes o folios inertes de propaganda electoral pero que Aragón ni lo roza con las yemas de los dedos.

Esta noble tierra seguirá esperando. Seguiremos esperando. Para que Aragón sea tratada con Justicia.

Y hasta que nuestros políticos cierren filas, y se rasquen el bolsillo, miraremos al cielo.

La lluvia parece ser el único pacto posible.