El concejal de Cambrils Eduard Pellicer tuvo en abril su lamentable minuto de gloria, al colgar en Twitter un estúpido mensaje en el que daba la bienvenida a los pumas. Nada que ver con los esbeltos felinos.

En realidad lo que el ingenioso edil pretendía era hacer la gracia, empleando lo de pumas como acrónimo de putos maños, aunque la risa floja le debió entrar a él, cuando constató que su chiste sólo había merecido la reprobación general de los cabrilenses, empezando por Camí Mendoza, alcaldesa del lugar y compañera de filas en ERC del chisposo o achispado concejal.


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El bochorno para ella fue de órdago, teniendo en cuenta que seis meses antes el Ayuntamiento de Zaragoza le había entregado la Medalla de Oro, como muestra de solidaridad tras el salvaje atentado islamista, que precisamente costó la vida a una aragonesa, Ana María Suárez.

El caso es que, ahora que ha llegado el verano, me reconforta comprobar como miles de leones -que no pumas- lejos de dejarse amedrentar por unos cuantos gatos, que maúllan, pero no rugen, han invadido de nuevo esa Costa Dorada, donde -faltaría más- son siempre bienvenidos, con Pellicer o sin él en el comité de recepción.

Cambrils vuelve a ser un trozo de Aragón en Cataluña, con maños y mañas que llenan playas y calles, contagiando buen rollo y algarabía -buena falta hace, dadas las circunstancias- y cantando con igual pasión la jota que las cuarenta, en los imprescindibles guiñotes de sobremesa con el far vermell en el horizonte.

El eco del acento aragonés resuena y se apodera del ambiente; sobre todo entre los catalanes más jóvenes, que tampoco este año se perderán las Fiestas del Pilar, junto a sus amigos de Zaragoza con los que coinciden verano tras verano.

«Cambrils vuelve a ser un trozo de Aragón en Cataluña, con maños y mañas que llenan playas y calles, contagiando buen rollo y algarabía»

Creo que el gran fracaso de quienes presumen de superioridad para aliviar sus complejos se percibe a diario en la playa de La Llosa, en el puerto deportivo o en los atardeceres del Casco Antiguo, donde un enorme lazo invisible, que no es amarillo, ni rojo, ni azul, simboliza el vínculo histórico y sentimental que une desde hace siglos a dos regiones hermanas, felizmente condenadas a entenderse.

Por suerte, para la mayoría y para desgracia de unos cuantos, el cariño y el afecto prevalecen sobre el odio y la discordia que intentan sembrar quienes -quizás por haber viajado poco- piensan que quedándose solos les resultará más fácil soportarse a sí mismos.

Han debido olvidar que, tras la caída del Imperio Romano, Tarraco y Cambrils quedaron ya en manos de la Hispania visigoda.

Y aunque a buen seguro desprecian la memoria del rey Eurico, lo que no deberían despreciar de forma tan inconsciente y temeraria son los euricos con minúscula, que los aragoneses se dejan en ese querido Cambrils, donde muchos, más que una segunda residencia, han encontrado un segundo hogar.

Que no te enteras, Pellicer; ni pufa que hace (fde falta y pu, a su gusto lo dejo).