Una ciudad a la que daba nombre su patrón,

el apóstol Santiago, ¡todo un honor!

Era febrero, se acercaba el carnaval,

Y un buen pregonero había que encontrar.

 

Célebres vecinos merecían ese honor,

pero el alcalde, muy ufano, con ellos no contó.

¿Carlos, Carlitos -que se llamaba el bufón-

podrás deleitarnos con tu gracia?, el regidor le preguntó.

 

Ya superaba los 50 años de edad

y su fama no traspasaba su portal,

su mayor éxito en el Instituto debió de ser

contando un chiste de Jaimito o vete a saber.

 

Este será mi momento, pensó el bufón,

pero su cerebro no filtraba qué era ofensa o humor.

Ingenio también le faltaba para hacer un buen guion,

¿cómo lograr la fama?, era su obsesión

 

Eso pensaba Carlitos, cuando malograba su pregón.

Blasfemias y ofensas es lo único que parió,

creyéndose muy gracioso solo bochorno causó,

del Apóstol y de para muchos nuestra Madre aquél se mofó.

 

Mientras leía su pregón, los aplausos se evaporaban,

Pues padres boquiabiertos, a sus hijos se llevaban.

No le importaba al mequetrefe ser faltón,

¡lo que sea!, se decía, por salir en televisión.

 

Es buena gente a la que ofendo, nada me harán,

pensaba el muy valiente, ¡la otra mejilla pondrán!

Pues eso parecen hacer, de carnaval en carnaval

a ofender y blasfemar que gratis me saldrá

 

Los ofendidos paisanos miraban al alcalde;

“solo es humor”, argumentaba éste sin excusarse.

Comemierdas en el pueblo llaman,

al que actúa así, algunos pensaban,

Pues si con una Madre se meten en Carnaval

la suya, que no tiene la culpa, la que se podría llevar.

 

Y por si por pregonero en prosa no gusta leer,

con este verso que hoy me ha salido, se lo hago saber:

No llamen humor a lo que casusa dolor, pues entonces ya no lo es.

Esa es la diferencia, Carlitos, entre este texto y el de VD:

Desde el dolor intento el humor mantener

Mientras que su falso humor solo hace doler

Por favor, señor alcalde, que no pase otra vez

Y ¡Ojalá, señores, Justicia haga un juez!