El nombre de Arturo Aliaga se verá contemplado en la historia de una manera demoledora: el líder del PAR censurado y expulsado de la presidencia por la Ejecutiva de su partido y ser el líder que deja a su partido a las puertas de la irrelevancia electoral. Suena contundente pero es la realidad. Todo esto acelerado por una sentencia judicial que acreditaba una serie de irregularidades en el Congreso donde Arturo Aliaga ganó por 20 votos al sector crítico de Elena Allué.

Sin entrar en los matices jurídicos de quién obtiene la razón en el procedimiento judicial abierto por una parte del sector crítico, el cual ya se ha dado de baja de la militancia para formar una plataforma electoral; hay una responsabilidad sobre Arturo Aliaga y su círculo cercano que no se debe obviar. La responsabilidad in vigilando, y la de quién ostenta el liderazgo de una formación, debe rendir cuentas de una forma u de otra cuando una sentencia judicial determina que el Congreso por el que se ha elegido un nuevo líder carece de legitimidad jurídica y detalla múltiples irregularidades.

Desde la publicación de una sentencia tan demoledora que señala a la organización de un partido, nadie ha dimitido ni ha sido cesado por orden de Arturo Aliaga. El desorden en la gestión de un partido político y las chapuzas jurídicas que vulneran el reglamento interno de un Congreso es un daño severo a la idea de democracia y a las formas de entender la responsabilidad política. Sólo por esto, o Arturo Aliaga o alguien cercano debería haber dimitido. Y sí, a nadie se le escapa que el PAR lleva años en una crisis interna evidente pero este desenlace tan fatídico demuestra que Arturo Aliaga no ha sabido gestionar su casa con orden y disciplina.

Porque aquellas personas que están a día de hoy en contra de Arturo Aliaga y le han dado la estocada final en la moción de censura, eran hasta hace nada sus personas de confianza. Esto lleva a una reflexión sencilla: algo habrá hecho mal Arturo Aliaga para poner en contra a todos los que hasta ante ayer eran su círculo; y muchos de ellos están en el día a día de la gestión en la Consejería de Industria. La caída de Arturo Aliaga no es sólo responsabilidad directa de sus errores y de su exceso de confianza en los que hasta hace poco eran su círculo más cercano. El desplome de Arturo Aliaga son hechos consumados tras años de errores encadenados. Desde el liderazgo de Mur hasta la etapa del omnipotente Biel.

De ahí que una vez que ya ha sido destronado Arturo Aliaga quede ese mal sabor de boca. Con todo lo que Arturo Aliaga ha sido capaz de emprender desde la Consejería de Industria y el buen tino que ha tenido para impulsar el sector, ¿cómo ha podido caer de una manera tan burda? Porque Arturo Aliaga ha hecho más que muchos que se llaman patriotas aragoneses. Ni su partido, ni sus votantes son conscientes del peso político de Arturo Aliaga en las últimas décadas de la industria aragonesa.

El desplome de Arturo Aliaga son hechos consumados tras años de errores encadenados. Desde el liderazgo de Mur hasta la etapa del omnipotente Biel.

En todo este lío jurídico y político sobre el PAR, es curioso como quien dice representar la esencia del aragonesismo haya evitado hacer precisamente todo lo que se le presupone a un aragonés: la razón jurídica, la virtud de la Ley y el compromiso por el acuerdo entre distintos. De esto ni se ha intentado en la crisis del PAR. Ahora poco se puede hacer ni decir sobre esto. El líder del PAR ya no es Arturo Aliaga tras la moción de censura y el testigo lo obtiene el senador autonómico Clemente Sánchez-Garnica. ¿Qué opciones tiene el nuevo presidente interino para reflotar el barco?

A día de hoy, la fiabilidad de la siglas del PAR caen por su propio peso tras años de malas decisiones, de traiciones entre dirigentes, de persecuciones ideológicas o de ceses fulminantes de cargos institucionales. Y además, el PAR lleva años sin saber tejer una hoja de ruta capaz de explicar cómo encajar el aragonesismo en pleno siglo XXI tras la obtención de una autonomía política plena como región; no ha ejercido nunca una autocrítica sobre lo que mayoritariamente se dice en la sociedad: el PAR es un partido oportunista por su capacidad de pactar con PP o PSOE y que a raíz del proceso de comarcalización y el desarrollo de las empresas públicas ha sido tildado de caciquil.

O, incluso, el error más grave de todos que se ha puesto de relieve durante la legislatura actual con el cuatripartito: no ser capaz de vender todo lo bien que ha hecho el PAR por Aragón; y especialmente poner de relevancia la figura de Arturo Aliaga. Su perfil técnico alejado del ruido partidista y su sacrificio por el servicio público le ha llevado a sacar adelante varios de los proyectos que más han beneficiado a Aragón en décadas; a pesar de los errores en la gestión interna del PAR que han sido clamorosos.

En este momento de pleno hundimiento como marca electoral poco queda que decir de sus aspiraciones. Tan sólo el logro de un diputado, si supera la horquilla del 3% de votos, puede hacer que se agarre al poder en un hipotético gobierno de Javier Lambán o incluso dar el poder al candidato del PP, Jorge Azcón. Pero ni con esas: su tendencia es a la baja y nada hay en la sociedad que pueda ser reflejo del carácter político del PAR. No de este PAR, desde luego. Porque sí, aún existen huérfanos de un aragonesismo de centro bien entendido. Pero los que quedan en el PAR y los que ya están fuera buscan otra cosa bien distinta.