En 1.992 James Carville, asesor en la campaña electoral que condujo a Bill Clinton al despacho oval de Washington D.C. priorizó los mensajes fundamentales con los que derrotaría a su contrincante republicano que no sería otro que George Bush (padre).

Uno de esos mensajes era: “la economía, estúpido” o su evolución “es la economía estúpido”. En el caso que nos ocupa, el monotema catalán, no se trata de la economía sino del concepto y de la función que el estado está asumiendo. Y si esta es útil o no a la sociedad.

Barcelona, abarrotada de ciudadanos en defensa de la Constitución / EFE

Esta puede ser la clave para que la democracia, el derecho y la libertad prevalezcan por encima de gobiernos que no cumplen la misión que constitucional y estatutariamente tienen encomendada. Es evidente que los políticos que nos gobiernan y nos han ido gobernando en el pasado llevan excesivo tiempo creando problemas para luego intentar vendernos sus propias ¿soluciones?

Y Cataluña no escapa a esto, por supuesto. No seré pesado en el análisis que comparto y seguramente tú también de que más allá del Segre y desde hace decenas de años se ha diseñado e implementado un plan siniestro por el que se ha creado un estado de opinión y de emoción que nos han conducido al lugar en el que nos encontramos ahora.

«Es evidente que los políticos que nos gobiernan y nos han ido gobernando en el pasado llevan excesivo tiempo creando problemas»

Presidentes del Gobierno de España, tanto del PSOE como del PP, deben sus puestos a los nacionalistas del PNV y de la extinta CiU del ‘procés(ado)’ Pujol. Legislatura tras legislatura iban estirando la cuerda para posibilitar gobiernos más o menos estables.

La contrapartida ha sido la cesión y abuso de competencias como las educativas, las de orden público, las lingüísticas, las de medios de comunicación, el inagotable mundo de la subvención, etc.

Pero hoy nos encontramos caminos que se entrecruzan y que imposibilitan la comunicación entre aquellos que no saben decir nada y aquellos que no les da la gana de escuchar nada.

Volvamos a esa historia que tan pronto olvidamos para unas cosas y resucitamos para otras.

¿Qué paso entre los años 1975 y 1978? Se pasa de la ley a la ley a través de la ley, es decir, de la legalidad franquista a la legalidad constitucional. Ojo, estamos hablando de pasar de una dictadura personalista a un régimen constitucional parlamentario, casi nada. Pues se consiguió.

Carrillo, González y Suárez: tres políticos que entendieron la España en la que vivían / H.A

¿Cuáles fueron las claves? Compromiso, capacidad de diálogo, de negociación y, sobre todo y por encima de todo, la aceptación de España como nación. Me explico porque esto puede quedar muy facha y casposo y nada más lejos ni de mi intención, ni de mis ideas, ni de mi praxis ciudadana y sobre todo de la realidad.

«Se pasa de la ley a la ley a través de la ley, es decir, de una dictadura personalista a un régimen constitucional parlamentario, casi nada»

La nación española en su forma moderna se gesta en la Guerra de la Independencia contra el francés de principios del s.XIX. El rey huido, su gobierno haciéndole la cama a nuestros vecinos del norte y la inmensa mayoría de la intelectualidad española echada en los brazos de las ideas ilustradas de una revolución francesa que paradójicamente Napoleón derogó en el Consulado previo a su entronización como emperador.

Nos encontramos en la primavera de 1.808. El ejército napoleónico ocupa de facto el territorio español y saltan todas las alarmas. Ni Rey, ni Gobierno, ni Cortes. No había ningún resorte para que esa antigua España reaccionase ante el invasor.

Fueron los ciudadanos, alcaldes de pueblos y ciudades, militares fieles a su juramento, los que decidieron hacer frente ante semejante desafuero.

1.812, Cádiz. Representantes de todas las partes del país acuerdan lo siguiente en el primer capítulo del Título 1 de la Constitución allí aprobada:

“Art. 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.”

La nación no es ningún artificio, no es un territorio, no se asocia a una lengua o cultura determinada sino como comunidad de “todos” los españoles vivan donde vivan.

“Art. 2. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.”

Evidentemente esto hace referencia al nuevo papel de la monarquía o de la Iglesia en el país. La nación, es decir, sus gentes, es libre e independiente y su porvenir lo deciden «todos» los españoles. España no puede ser patrimonio tampoco de ningún partido político, ni de ninguna dinastía, ni de ningún grupo, ni de ninguna oligarquía, ni de ninguna familia se apellide como se apellide.

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra / H.A

“Art. 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.”

La soberanía española es de «todos» los españoles y «todos» los españoles tienen la capacidad para establecer sus leyes. Sensu contrario, la soberanía no reside en el estado, ni en sus poderes, ni en sus representantes, reside en ti, en mí, en cada uno de nosotros.

“Art. 4. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.”

Es responsabilidad de «todos» conservar el sistema de leyes justas, la libertad, la propiedad y los derechos de cada individuo. Sensu contrario, los grupos, los territorios, la historia o las lenguas no son depositarios de derechos: sólo las personas tenemos derechos.

Toda la realidad política española en libertad desde comienzos del s.XIX bebe de estas cuatro frases que, desgraciadamente, tanta gente desconoce.

Era la primera vez que el propio pueblo español escribía negro sobre blanco qué era y qué quería ser. Pero duró poco. La lucha por la libertad y el derecho es una guerra sin cuartel y siempre está amenazada por los poderosos.

«En 1.812 era la primera vez que el propio pueblo español escribía negro sobre blanco qué era y qué quería ser»

La Constitucion de 1.978 recoge el espíritu de la primera Constitución española. Se supera la idea de nación que en décadas anteriores había sido secuestrada por liberticidas de todos los bandos ya fueran fascistas o comunistas (totalitarios todos ellos).

Los españoles «todos» nos reconocíamos como ciudadanos en igualdad, libertad y dignidad. Y esa es la esencia de la nación española. Esa nación que desde 1.978 tantos se han encargado de acabar con ella.

Y voy a señalar a aquellos que año tras año han atentado contra la igualdad, la libertad y la dignidad de «todos» los españoles.

Un sistema de división de poderes que no funciona. Un sistema donde el poder ejecutivo domina al legislativo y decide sobre la cúpula del judicial.

Un sistema de representación política basado en los partidos políticos que por ley deben ser democráticos y que no lo son (ni los antiguos ni los nuevos, a la vista está de todos que es así)

Unos partidos que funcionan como densas redes clientelares que inundan toda la realidad social del país a través de unos Presupuestos Generales del Estado financiados con impuestos que extraen la riqueza que generamos «todos» los españoles.

Vivimos en una democracia vigilada por los prebostes de los partidos de turno. No encuentro grandes diferencias de comportamiento moral entre los golpistas que hay en Cataluña y aquellos que debieran reinstaurar las libertades constitucionales de «todos» los españoles que viven en Cataluña y no lo hacen. Unos son golpistas por acción, los de la Generalitat y el Parlament, y otros por omisión, los de la Moncloa y el Congreso.

Unos son golpistas por acción, los de la Generalitat y el Parlament, y otros por omisión, los de la Moncloa y el Congreso.

Es el Estado, estúpido, es el Estado. Un Estado que en vez de estar al servicio de «todos» los españoles, se ocupa en Cataluña de dar rienda suelta a sus sueños independentistas y en el resto de España a seguir pagando una larga factura de afrontas contra la ley y la libertad.

Pero falta un actor importante en este relato: se llama Felipe y es el Jefe del Estado. Felipe VI nos dedicó hace pocos días cinco minutos donde sencillamente hacía una llamada a la nación. Señaló sin temores a los liberticidas.

«Una nación de hombres y mujeres libres e iguales que formamos España» / H.A

Indicó quienes tenían que obrar para evitar males mayores pero sobre todo lo que hizo fue despertar a la nación, a esa nación de hombres y mujeres libres e iguales que formamos España.

Si el Estado con todos sus mecanismos no es capaz de sacarnos de este atolladero seremos nosotros, la nación, cada uno, «todos» los que de nuevo devolvamos la verdadera soberanía, la de cada ciudadano y le recordemos a los que nos mal gobiernan que nosotros somos los soberanos, ni los partidos, ni los políticos, ni los burócratas, ni los territorios.

Quizá actualizar nuestra casi cuarentona Constitución pueda ser una vía para que se convierta en una cuarentañera con mucha marcha por delante para blindar lo único que garantiza la libertad, la igualdad y el progreso: la ciudadanía en una nación de «todos».