En los últimos meses, las cuentas de las familias se han visto estresadas por la parte del gasto. Las subidas de precios (inflación) han provocado que el Banco Central Europeo haya subido los tipos de interés desde junio y esto ha llevado el euríbor a superar el 3% en enero, lo que ha encarecido las hipotecas. 

El incremento de la cuota ha variado en cada caso, en función de las condiciones de la hipoteca, del plazo, de la cantidad, etc. Pero, por poner un ejemplo, en el caso de un préstamo de 250.000 euros a veinte años, con un diferencial del 1%, la cuota hace un año era de 1.149 y en enero de este año ha pasado a ser de 1.516 euros: 367 euros más al mes pueden tener un impacto muy importante en las economías domésticas. 

Ante una situación de este tipo, lo habitual es que nos podamos preocupar o agobiar por el corto plazo y pensar que, tal vez, lo que más nos conviene es amortizar parte de la hipoteca para reducirnos la cuota, si tenemos algo de ahorro o esperamos recibir cierta cantidad de liquidez, y así ir más desahogados mes a mes. 

«367 euros más al mes pueden tener un impacto muy importante en las economías domésticas«

Sin embargo, antes de tomar una decisión financiera como esta es fundamental parar un momento para evitar dejarnos llevar por las emociones, por la intuición o por la visión de corto plazo. Porque a las personas nos cuesta hacer buenas previsiones sobre grandes cantidades y a largo plazo. Y esto nos puede hacer tomar decisiones que a medio o largo plazo terminen costándonos dinero. 

Como digo, lo fundamental ante cuestiones de este tipo es pararse a pensar, analizar la situación, ‘pintar’ los diferentes escenarios en números y evaluar las opciones que tenemos para tomar la decisión que mejor se ajusta a nuestras circunstancias, a nuestros objetivos vitales, familiares y profesionales. 

Si amortizamos y reducimos cuota o plazo, la cantidad de intereses que habremos pagado en el conjunto de vida del préstamo se reduce, porque los intereses se calculan sobre el capital y se pagan más intereses al inicio del préstamo que hacia el final, por el método de amortización que se aplica habitualmente en España. 

Pero si tenemos una cantidad de dinero, por ejemplo 30.000 euros, y aunque parezca obvio destacarlo, no podremos usar ese dinero para otra cosa. Es una decisión que tiene un coste de oportunidad. Los 30.000 euros podríamos invertirlos para construir nuestro colchón de ahorro para la jubilación. O podríamos querer rentabilizarlos para pagar en el futuro un año en el extranjero o un máster a nuestros hijos. 

¿Cuál sería la diferencia entre amortizar para reducir cuota o invertir el dinero? Vamos a verlo con unos números. Si amortizamos y reducimos cuota, ahorraremos 219 euros al mes. Y en intereses, en todo el periodo, el ahorro es de 12.139 euros. 

Si invertimos durante ese mismo plazo, en un fondo de inversión que nos dé una rentabilidad media anual del 4% (que correspondería con una cartera para un perfil relativamente conservador o moderado), obtendremos unos intereses sobre el capital de 26.189 euros. Es decir, 14.050 euros más de lo que nos habríamos ahorrado amortizando. 

En este escenario, financieramente es más eficiente invertir. Evidentemente este no es el único factor que debemos tener en cuenta, pero es importante entender el efecto que tienen en nuestro dinero y por tanto en nuestras decisiones el método de amortización, el interés compuesto y la inflación. 

Y para tomar una decisión adecuada, debemos valorar múltiples factores, desde nuestra previsión de ingresos y gastos a corto, medio y largo plazo a posibles necesidades de liquidez, composición de nuestro patrimonio, etc. Por eso, nos parece fundamental hacer siempre un análisis de escenarios de la mano de un experto que ponga nuestros intereses en el centro para evitar errores financieros. 

*Álvaro Lana es director de Abante en Zaragoza

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