Pocas explicaciones razonables hay sobre la situación que vive España. En las últimas semanas Madrid, Baleares o Canarias han estado en el ojo del huracán al convertirse en el destino al que huyen los franceses para irse de juerga, los alemanes para buscar algún rayo de sol o incluso otros europeos para adelantar sus vacaciones con el fin de hacer turismo.


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Y tú, que llevas sin salir de la comunidad ya vivas en Zaragoza, Monzón o Calamocha -por poner algunos ejemplos- no puedes moverte libremente por tu país para ir a visitar a un familiar, ir a tu segunda residencia con tus convivientes o -¿por qué no?- irte tu solito a ver la playa mientras te tomas una caña. ¿Alguien lo entiende? No, nadie lo entiende. Y me atrevo a decir que ni Fernando Simón. Por no decir que en Aragón ni siquiera los no convivientes se pueden reunir en un domicilio: ni quedar con tu hermana y tus sobrinos o no poder quedar con tu pareja. 

Lo que estamos viendo estos días en cada informativo -o en este mismo periódico- son las prohibiciones de movilidad día sí día también como nuestra normalidad desde hace un año. Y al mismo tiempo comprobamos cómo las reuniones o fiestas ilegales están siendo el pan de cada día. Aún hay más: que las fiestas ilegales de jóvenes no sólo es para montarla bien gorda sino que encima los organizadores ganan pasta. Business is business, que dirían.

España se ha convertido en una especie de lugar sin ley para los que buscan una escapatoria ante las duras restricciones en su país de origen contra el coronavirus: en Madrid encuentran libertad, la hostelería abierta y la posibilidad de ir de fiesta aunque parezca increíble.

O en Zaragoza ya se concentran fiestas ilegales no sólo en un piso, sino en todo un bloque de viviendas que se alquilan para organizar más de una o de cuatro fiestas. ¿Y las multas? Pues sin noticias. La Policía Nacional propone para sanción pero esas multas tardan en llegar meses. Y más meses. Si es que llegan.


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Y ahora, ¿qué? Pues toda Europa está en confinamientos domiciliarios como sucede en París y su entorno, en más restricciones severas como ya Merkel ha anunciado o incluso en poner en cuarentena los viajes a España desde otros puntos de Europa porque su situación epidemiológica está en número críticos. En media Europa el ocio no existe: bares, restaurantes, museos, teatros y cines siguen cerrados por la pandemia.

Lo explicaba esta mañana el presidente de la patronal aragonesa, Ricardo Mur, en Aragón Radio con Javier de Sola, sobre la apertura de fronteras es : «poco racional», «incoherente», «no tiene sentido». ¿Queda claro? No lo dice alguien que sea sospechoso de ir en contra de las empresas que representa, ni de atentar contra la buena salud de la economía.

«En media Europa el ocio no existe: bares, restaurantes, museos, teatros y cines siguen cerrados por la pandemia»

Una aseveración del empresario que contrastan con lo que dice la Ministra de Turismo, Reyes Maroto: «Los extranjeros vienen con su PCR, con todos los controles de seguridad en los aeropuertos. El riesgo no es elevado». ¿Entonces nos vamos todos los españoles de fin de semana a París, Milán o Londres? Pues no. Precisamente la responsabilidad es cortar el contacto y la movilidad en todos los sentidos: ya sea en las fronteras por aire, por tu comunidad o incluso en tu círculo familiar.

Llegarán turistas con la obligatoriedad de presentar una prueba PCR negativa (cuando la hacen que no es siempre); y nunca hay control de PCR si lo llegan por carretera. Pero España es un despiporre. 

Sólo en este pasado fin de semana la Policía registro 500 fiestas ilegales en España. Con 65 detenidos (que parecen pocos, sí). ¿Y las fiestas que no han detectado? Más allá de la responsabilidad cívica por la crisis sanitaria, que la debe haber, me planteo que harán luego esos chavales cuando termine la fiesta.

¿Estarán tranquilos al dormir bajo el mismo techo que su familia? ¿o qué su padre tenga exceso de peso o tenga algún problema cardiovascular? ¿O quizá su madre o su hermano esté en contacto con gente más vulnerable?

Nos hemos hartado de salvar las Fiestas del Pilar, de salvar la Navidad, de salvar ahora la Semana Santa. Pero aquí estamos. Salud Pública ya percibe que la quinta ola en Aragón está iniciándose -la cuarta en España- poco a poco. Lo que nos ha pasado siempre: ni salvamos la salud ni somos capaces de salvar la economía. Seguimos apostando por convivir con el virus en vez de derrotarlo con contundencia dejándolo en una incidencia acumulada por debajo de 50 casos. Esto implica cerrar casi absolutamente el país 15 días pero poder sobrevivir sanitariamente y económicamente tres meses.

«Nos hemos hartado de salvar las Fiestas del Pilar, de salvar la Navidad, de salvar ahora la Semana Santa. Pero aquí estamos. Salud Pública ya percibe la quinta ola en Aragón»

Y ahora llega a la Semana Santa con otra contradicción más de las muchas que llevamos esta pandemia. España contiene la movilidad en sus comunidades para llegar en la mejor situación epidemiológica al verano, donde el turismo tiene que lucir todo su esplendor para reactivarlo. Pero mientras se mantienen las puertas abiertas desde el Gobierno de España para los turistas del resto de Europa.

Lo que hace que seamos el deseo de media Europa para disfrutar del sol. Esto no hay quien lo entienda: España se abre al turismo internacional pero se blinda ante los españoles.
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