¿Qué tiene que hacer el Partido Popular para remontar en las encuestas y no llevarse el batacazo que le auguran?

La pregunta puede parecer peliaguda, pero, sin embargo, la respuesta es bien fácil: algo. El Partido Popular tiene que hacer algo, que es la contraposición exacta a no hacer nada, que es lo que mejor sabe hacer Rajoy.

Mariano Rajoy se acerca a la edad de jubilación. Con el dinero que sin duda tendrá ahorrado y los años que lleva cotizados, más las prebendas de que disfrutan los expresidentes que no renuncian a ellas (Zapatero es el único que no ha renunciado), tiene garantizado un buen retiro, sin problemas, agobios ni estrecheces.

Pero multitud (y digo bien, multitud) de cargos del PP tienen por delante un panorama sombrío. Fuera de la política (y del poder) hace mucho frío.

Convendría hoy, en España, cambiar el sentido a la frase de Clinton: «No todo es la economía, estúpido». Porque sus votantes tienen un ideario, aunque Rajoy no lo crea (o él no lo tenga).

Efectivamente, la cosa de la economía es ardua, porque cuando gobiernas no puedes prometer más allá de lo que puedas cumplir, que siempre es escaso. Algo que sí se pueden permitir (y se lo permiten) Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y que siempre hay ingenuos que se creen.

«Los cargos del PP tienen por delante un panorama sombrío. Fuera de la política (y del poder) hace mucho frío»

¡Pero hay tantas cosas por hacer!:

-El Gobierno puede iniciar una serie de consultas jurídicas, bien publicitadas para que sus votantes lo sepan, para promover por fin la desaparición de los aforamientos políticos y judiciales. Por ejemplo.

-O puede tomar cartas en el asunto y ordenar, de forma también muy publicitada, que lo sepa la opinión pública, la retirada de todos los manuales educativos de corte nacionalista en Cataluña, de los que sea evidente e irrefutable que difunden mentiras y tienen un propósito adoctrinador.

-O puede intervenir TV3 y devolverle el pluralismo que todo medio público debe tener.

-O puede recurrir las exigencias lingüísticas que amenazan a los profesionales hispanoparlantes en Valencia y Baleares, pidiendo incluso responsabilidades a los funcionarios o cargos públicos que tratan de imponerlas (que empiecen a darse cuenta de que no salen gratis las arbitrariedades).

-O puede presentar -tarde, aunque más vale tarde que nunca- un proyecto de ley para la derogación de la Ley de la Memoria Histórica.

-O puede limitar las aportaciones del Fondo de Liquidez Autonómica, condicionándolas al cumplimiento de la ley.

-O puede promover una reforma del reglamento del Senado para eliminar la traducción simultánea a otras lenguas distintas del español.

-O devolver la toponimia de la rotulación en las carreteras españolas al idioma común.

-O plantear alguna reforma, aunque sea testimonial, que devuelva algunas competencias al Estado: algo inocuo pero significativo, la gestión de los Parques Nacionales, por ejemplo. Para empezar a entrenarse en un más amplio y arduo proceso de recuperación de competencias.

-O plantear cambios legislativos que garanticen una mayor celeridad en el desalojo de los ‘okupas’.

-O reducir la fuerte e injustificada presión impositiva (IVA del 21% más impuestos especiales) que hoy grava el recibo del suministro eléctrico, un bien, sin duda alguna, de primerísima necesidad.

-O dar órdenes a su filial aragonesa para impulsar la liquidación de las comarcas.

No sé, algo. Algo que satisfaga a sus votantes, que responda a sus demandas, a lo que esperaban de él quienes le votaron. Algo mínimamente tangible.

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España / H.A

Se trataría por parte del Gobierno, no sólo de ver aprobadas esas iniciativas, sino de frenar el deterioro del PP ante el electorado, mostrar iniciativa, proactividad, determinación por cumplir su programa, de reivindicarse ante sus electores como un referente real y efectivo del centro-derecha, colocar al resto de los partidos ante el dilema de apoyar o no esas propuestas…

«Algo que satisfaga a sus votantes, que responda a sus demandas, a lo que esperaban de él quienes le votaron»

Demostrar en suma que en el PP hay vida y ganas de cambiar las cosas. Porque de momento, parece que no hay ni una cosa ni otra.

Nadie podrá culpar a los votantes que cambien el sentido de su voto, como auguran dramáticamente las encuestas, si deseando determinadas actuaciones políticas, ven que hay otros dispuestos a llevarlas a cabo y quienes se las prometieron, no.